Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

SUPERVIVENCIA

La geografía española nos sitúa muy bien para proteger dos líneas de comunicación marítima por donde circula gran parte del comercio internacional de Europa

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SUPERVIVENCIA

El cierre del Canal de Suez, al encallar el portacontenedores "Ever Given", nos debe recordar la condición marítima de España, mucho más que el número de kilómetros de su costa, un dato estadístico simplista que impide ver los verdaderos factores que sustentan la verdad. Una nación marítima puede serlo por la geografía, pero sobre todo lo es cuando su bienestar, seguridad y progreso pasan por la mar. Preservar esa condición marinera en el contexto internacional es una cuestión de supervivencia.

Mientras paseaba con un aguerrido ya retirado Infante de marina, pero además doctor en geografía e historia, me decía que, de tantas ciencias y nuevas tecnologías, nos olvidamos de las humanidades: filosofía e historia; que son las que nos hacen de verdad prosperar. Una por amor a la sabiduría como su propio nombre indica y otra por impedir la caída en los errores del pasado. Lo demás, señalaba, son herramientas, útiles y necesarias, pero pertrechos nada más. Conforme pasa el tiempo, más razón le doy. Así que será bueno dedicar unas líneas a pensar en la condición marítima de España, por seguir la recomendación del infante de marina historiador.

Hubo españoles con cabeza y decisión que resaltaron y aprovecharon la esencia marinera de la nación española. Sin embargo dejamos que fuera Alfred T. Mahan, a principios del siglo XX, quien definiera qué hace marítima a una nación: posición geográfica, configuración física y ambiental, extensión del territorio, número y carácter de la población y mentalidad del gobierno. Lo hizo a estudiar qué produjo el declive del imperio español y el auge del británico: dominar la mar. El análisis fue certero, le dio a su patria, Estados Unidos, la clave para entender cómo el poder naval influía en la historia de las naciones: primero abre camino al comercio y después lo protege. Un antecedente lo proporcionó el Comodoro Perry con el tratado de Kanagawa que obligó a Japón a abrir sus puertos al comercio.

Está claro que, para completar la cosa, hay que sumar lo aprendido en los cien años posteriores a la publicación de las teorías "mahadianas", pero nadie duda que la aplicación de sus postulados hiciera a Estados Unidos tener la hegemonía a finales del siglo XX con la mayor fuerza naval del mundo, la U.S. Navy. Y, como tuvo éxito, vale la pena analizar la condición de España con los mismos parámetros para devolver la mirada nacional hacia la realidad de lo que es: una nación marítima.

La geografía española nos sitúa muy bien para proteger dos líneas de comunicación marítima por donde circula gran parte del comercio de importación y exportación de Europa: la que atraviesa el Estrecho de Gibraltar, transcurre por el Mar de Alborán y dobla el Cabo de Gata camino del Mediterráneo, y la que, procedente del Golfo de Guinea y Sudáfrica, transita desde el archipiélago canario por la costa gallega hacia Europa y viceversa. Preservar la libertad de tránsito por esas dos líneas de comunicación supone facilitar el comercio mundial por mar, pero también defender la prosperidad española ya que el ochenta por ciento de lo que España importa y el cincuenta por ciento de lo que exporta pasan por ellas.

Ver la mar como una frontera de contención es un error. La mar está abierta a todos. Las fronteras necesitan un territorio soberano sobre el que instalarse. Otra cosa es controlar lo que en ella sucede. Hoy la globalización abrió una competición entre las naciones poderosas del mundo para dominar el comercio y los recursos marítimos.

Y por lo dicho, para abrirlo y protegerlo hace falta Poder Naval. Así que los posibles campeones del torneo, China y Estados Unidos, seguidos por Rusia, refuerzan sus armadas. Y en este juego de campeones, Australia, Francia, India, Japón o Reino Unido hacen valer, por una parte, su geografía para proporcionar puertos y astilleros para facilitar el comercio y, por otro, armadas y bases navales para proteger el transporte marítimo allá donde alcancen sus medios.

España tiene potencial geográfico, con puertos, astilleros y bases navales, para contribuir a la expansión del comercio mundial y la Armada sabe cómo protegerlo allí donde se le mande, la cuestión es si tiene ya suficiente gente y medios para al menos mantenerse. Así que, tal y como están las cosas, hay que financiar hoy y filosofar para el mañana. Hacerlo, más que una conveniencia, es ya una cuestión de supervivencia.

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