Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

Sánchez y Casado no son Tip y coll

La política no es menos misteriosa que la poesía. Los clásicos lo caligrafiaron con sintagmas de métrica y rima en recuadro de un pergamino

Sánchez y Casado no son Tip y coll Sánchez y Casado no son Tip y coll

Sánchez y Casado no son Tip y coll

Observo la fotografía del presidente del Gobierno en funciones junto al jefe de la oposición. Es una imagen que nos muestra a dos personas distantes, circunspectas, alejadas; las cuales van a interpretar un papel en el que no creen, pero que tienen que representar porque así lo exige el guion. Los dos líderes aparecen tensos, inflexibles, atormentados, como si tuvieran que perdonarse la vida el uno al otro. Sánchez viste un traje oscuro, camisa blanca y corbata de color azul claro; las manos unidas y la mirada al infinito; allí, donde el zen se hace zazen y la respiración determina que inhalar y exhalar son un proceso mental entre un yogui hindú y un buda tibetano; entre un alero y un pívot: los cuales temen perder la partida que comenzó el diez de noviembre, en cuanto se abrieron las urnas. Casado, con barba cool y traje, igualmente oscuro, la camisa blanca y la corbata, con un azul, que contrasta con el de Sánchez, tiene la mirada perdida en un horizonte, que parece una elegía, en lugar del himno a la alegría de Beethoven. La Ezquerra de Junqueras, por un lado, y el Vox de Abascal, por otro, empujan por la cuesta abajo. Es como si el señor del insomnio y el hidalgo del no estuvieran maniatados por los acontecimientos y fueran, antes que políticos, dos personajes que tienen los mismos miedos y las mismas dudas, las cuales no pueden disimular ante el testigo de la cámara. Y, de este modo, en lugar de mirarse con la concordia de un saludo elegante, se distancian como si cada uno fuera el capitán de un equipo en el empate a cero del clásico; donde Valverde y Zidane tampoco sonreían, con el fin de que la instantánea no captara sus emociones, cuando Messi o Benzemá llegaban al área contraria en busca del gol.

Podríamos afirmar, entonces, que Sánchez no es Tip, ni Casado, Coll; sino un ariete y un defensa los cuales sienten la presión del graderío, con una nostalgia que no conmemora, ni une, en la escena en la que el tráiler disgrega los instantes a modo de palabras y secuencias, que no escudriñan el tiempo, sino sus misterios. Son rostros que se reflejan en el espejo del poder, el cual se fragmenta sin remedio entre Zeus y los demás dioses, los cuales renacen, ya que nunca murieron. Pedro y Pablo no pueden elegir nunca la vestimenta. Son otros los que, entre bambalinas, deciden el color del traje, de la camisa y de la corbata, la marca de los zapatos y hasta el corte de pelo. Aparte del escenario, la sintaxis, la gramática del texto y el tinte de las canas, que, cada veinticuatro horas, salen en la perspectiva de un selfi fingido en su propio trampantojo. Esta es la causa de que ambos políticos se ignoren y se distancien en la aritmética de los segundos de un tuit que camina hacia el olvido: eterno y uno, como el paso de la noche en el ayer del proscenio, que labran las sílabas del silencio en el ahora de un poema budista, el cual hallamos en el manuscrito de los días.

Sánchez y Casado no son los actores que algún día creyeron, entre ambiciones y sueños. Quizá, bien pronto, se dieron cuenta de que la vida es un cuchillo que corta y de que el antiguo vino nunca llega a la hora prevista. La política no es menos misteriosa que la poesía. Los clásicos lo caligrafiaron con sintagmas de métrica y rima en el recuadro de un pergamino. Junqueras y Abascal, a pesar de sus diferencias ideológicas, son las mismas sombras que se proyectan hasta apagar la intensidad de la imagen. Por

esta razón, el líder del PSOE y el del PP están ensimismados y abstraídos; absortos y cabizbajos; meditabundos y embebidos; ausentes y enfrascados. No pueden parecerse, por mucho que lo intenten, a Tip y a Coll. Para reír a mandíbula batiente, no pueden dirigir la película los fantasmas favoritos de Roald Dahl. Y, con exactitud, eso es lo que está pasando. Pedro Sánchez lo sabe. Y Pablo Casado, también. «¿Está el enemigo? ¡Que se ponga!», dijo Gila. Con su casco y su teléfono. Vuelve el cine en blanco y negro. (La) Pedroche enseña sin enseñar. Y don Oriol se pone en pie de un salto para deletrearnos que el Barça es algo más que un club.

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