Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

Sánchez y el reloj de Gary Cooper

El reloj vuelve a ser metáfora en busca del tiempo proustiano de una novela, que, esta vez, no va a escribir Irene Lozano, sino un hombre en la hora exacta de su destino

Sánchez y el reloj de Gary Cooper Sánchez y el reloj de Gary Cooper

Sánchez y el reloj de Gary Cooper

Todos los caminos no conducían a Roma, sino a la convocatoria de unos nuevos comicios generales. La última propuesta de Billy el Niño, don Albert, tan calladito él en julio y agosto, es la risa de Coll, con su sombrero de bombín, la de Tip, con el sombrero de copa, y la del inolvidable Chiquito de la Calzada, con sus camisas de humor y chiste. Sánchez vuelve a nacer y a morir, para después resucitar entre párrafos de Irene Lozano y el traje y la corbata de Iván Redondo; el intrigante personaje, que vuela y aterriza como si fuera un Falcon 900B, con las ray-ban caravan, aunque sin ir al festival de Benicassim al concierto de The Killers. Tal fuese un ligón de la discoteca Joy Eslava y un rompecorazones, en lugar de un cazasueldos; con cargo al ierrepeefe de los españolitos y españolitas, que cogen el metro, la bicicleta o el autobús antes de que los gallos canten, como recordaba, cada día, el gran Martín Ferrand, maestro de periodistas. Mariano José de Larra en el recuerdo; Camba, escribiendo un artículo para el ABC y Umbral, otro para El Mundo. Se ha equivocado el Resucitado, ha errado Billy el Niño (¡perdón, quiero decir Rivera!), mientras don Pablo Iglesias y don Pablo Casado observan cómo el tiempo aristotélico ya no existe, puesto que ha sido desplazado por el reloj de Gary Cooper, para convertir a Sánchez, de nuevo y una vez más, en protagonista de Solo ante el peligro; con la desesperación del mítico actor, del director Fred Zinneman, Grace Kelly, Thomas Mitchell y Katy Jurado. El reloj de la histórica película es ahora el reloj de Sánchez; solo, frente a sí mismo y a los demás e incluso (¡la escena vuelve a repetirse!) de un sector de su partido. Con la ventaja de que al secretario general del PSOE no será abandonado por Begoña Gómez, como el legendario actor lo fue por la bellísima Amy (Grace Kelly).

El reloj vuelve a ser metáfora en busca del tiempo proustiano de una novela, que, esta vez, no va a escribir Irene Lozano, sino un hombre en la hora exacta de su destino: las manecillas marcando los minutos y los segundos de modo inexorable e implacable. El reloj de Gary Cooper, mientras camina, abandonado a su suerte, entre la hipocresía y el desprecio de los cobardes y la incomprensión de su mujer, no es el de Sánchez; pero se le parece. Sánchez ha cometido errores (¿dónde ha estado Iván el Terrible?); mas los demás tampoco han pensado en el bien de la nación como suelen decir, camisa cara, imagen de maniquí, con el diseño de Hugo Boss y Emilio Tucci y colonia Hugo Red, en el caso de don Albert; los trajes pret a porter en la lista de las tiendas Knack Man, Scalpers, Silbón y Scotta, en el caso de don Pablo Casado. La política se convierte, así, en una rivalidad por la imagen, donde un sastre no es El sastrecillo valiente del cuento de hadas, sino un personaje que tiene hilo directo con los líderes; con la marca 198 revolt clothing de Pablo Iglesias: vaqueros, camisa y jerséis; casi olvidado el polo de color negro, bandera republicana cosida al cuello.

El diez de noviembre es ya una fecha en la memoria de Tucídides y Heródoto de Halicarnaso. «Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia», caligrafió Aldous Huxley en los instantes que habitan en nosotros sin saberlo. El reloj electoral comienza a deletrear el tiempo como si las letras y los números fuesen íntimos enemigos en la agonía de un tango de Gardel. Pero Sánchez prefiere oír música indie y leer a Javier Cercas. Ahora, en vez de alero, deberá ser un ariete. O un extremo, pegado a la banda izquierda, como la galerna del Cantábrico. Esperando un pase de tacón, para entrar con el balón en la portería contraria y dejar a Rivera en estado zen. Sin saber si ha sido gol o fuera de juego. La partida de póquer acaba de comenzar. Y algún tahúr quiere ver las cartas antes de tiempo. El celofán y el plástico, que envuelven la baraja, sin revisar.

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