Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Seguridad Nacional

El sujeto a proteger es la Nación y el ámbito de aplicación cubre cualquier lugar, dentro y fuera de nuestras fronteras, donde se geste una amenaza para ella

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Seguridad Nacional

La seguridad es hoy una prioridad. La demandó la sanidad por la pandemia, el transporte por los accidentes, el medio ambiente por los incendios, la economía por las quiebras y la convivencia social por los delitos. Pero seguridad, así a pelo, es difícil de entender por diversa. Necesita un adjetivo: sanitaria, vial, marítima, laboral, física, económica, ciudadana o jurídica: que la incluya en un contexto. Sin embargo, todas tienen dos elementos comunes a proteger: el sujeto y su entorno; cuidar a los ciudadanos y de aquello que les afecta.

Para eso las administraciones tratan de dar seguridad con agencias, organismos y entes públicos, o encomiendan y autorizan a empresas privadas para hacerlo. Así proporcionan un mínimo común múltiplo de seguridad (¿o es el máximo común divisor?) con los presupuestos alimentados por nuestros impuestos. Sin embargo, cada uno la percibe de diferente manera y adopta medidas distintas para protegerse y salvaguardar lo que considera suyo. Y, como son sensibilidades, nunca existe una percepción de seguridad uniforme y mucho menos completa. Así que es más útil dedicarse al fondo: proveer el máximo de medios; y, por contra, reducir organismos al mínimo. Pero ya se sabe, salvo en contadas organizaciones, mucho de lo recaudado se va en pagar recaudadores.

A diferencia de lo dicho, la Seguridad Nacional es otra cosa. El sujeto a proteger es la Nación y el ámbito de aplicación cubre cualquier lugar, dentro y fuera de nuestras fronteras, donde se geste una amenaza para ella. La diversidad desaparece. Se trata de algo único, propio y común que va mucho más allá que la suma de seguridades parciales, esas que las administraciones dan dentro de sus competencias y ámbitos geográficos. Es preservar la identidad de España en todas partes y con todos los recursos lícitos, incluida la fuerza. La razón es que, sin reconocimiento de una singularidad nacional, los españoles dejarían de existir y con ello ser simplemente apátridas, unos "nadie" en Europa, en Occidente y en el Mundo. Así que escribo su nombre en mayúsculas: Seguridad Nacional; porque es lo único, esencial e intransferible que hace ciudadanos a los simples habitantes. Sirva de ejemplo lo sucedido en una visita al Museo Militar de Varsovia, donde ante un mural donde se presentaban los cambios de las fronteras polacas en su historia, el guía concluyó que, más allá de la geografía cambiante, Polonia está donde viven polacos.

Cada nación conforma su Seguridad Nacional para ocupar un lugar en el mundo afín con sus intereses, congruente con sus posibilidades y acorde con su historia. Para ello define y ejercita planes que apoya en alianzas, uniones y tratados con otros para robustecerse como nación y, también, para debilitar a los adversarios. Incorporarse a esas ligas es bueno. Da fortaleza temporal y administrativa para afrontar emergencias y catástrofes, naturales o inducidas, con soluciones genéricas en sanidad, economía, orden social, justicia, vida laboral, etc. diseñadas entre todos. Sin embargo, esa tendencia a aglutinar seguridades parciales en ámbitos multinacionales produce la falsa necesidad de amalgamar también la Seguridad Nacional con la de otros, cuando es precisamente todo lo contrario. Requiere una estrategia propia. Únicamente naciones débiles delegan su supervivencia, como si fueran aún colonias. Las fuertes nunca dejan de ser lo que son. Nada proporciona tanta seguridad como saber quienes somos.

Definir intereses, capacidades y fines de la Seguridad Nacional es inexcusable para ser fuerte. Por "derecho comparado", citaría cómo Polonia definió la suya, el Reino Unido de Gran Bretaña la propia con el lema de "una nación poderosa en una era de incertidumbre", Alemania se auto-aseguró con otra puramente germánica, y ¿qué decir de Francia? cuya fortaleza se apoya en el arma nuclear. España definió una Estrategia Española de Seguridad en 2011, a la que se hurtó el título de Nacional para apaciguar a nacionalistas y separatistas, empeñados en llamar estatal a lo nacional, y una Estrategia de Seguridad Nacional, esta vez, en 2017, ambas con planes parciales para aportar seguridades particulares, pero sin definir el meollo que se quiere proteger. Y, aunque sólo por aquello de ser tan fuerte "como naciones de nuestro entorno", España merece tener una estrategia propia para defender nuestro pasado, afrontar el presente y decidir sobre el futuro.

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