Tribuna

Almirante retirado

Señores por mar y tierra

Unos y otro supieron ser señores por mar y tierra. Así que, a la espera de que se les honre con el reconocimiento formal de lo que fueron, vaya este recuerdo por delante

Señores por mar y tierra Señores por mar y tierra

Señores por mar y tierra

Algunas veces hay que escribir sobre algo personal para descargar inquietudes y poder hacerlo sobre todo lo demás. Así que, con la benevolencia de quienes leen estas líneas, me desahogo con ustedes.

Hay antiguos camaradas, auténticos señores en la mar, que nunca recibieron el reconocimiento como tales. Una deuda fácil de pagar por las instituciones pero difícil de sustanciar para un oficial retirado. Es un débito que nunca prescribe con los años. Un compromiso de honor sin otra obligación moral más que cumplirlo. Algunos se adquieren con las instituciones y son estas las que liberan de la carga, pasado un tiempo. Otros son personales. Estos se saldan solamente por cuenta propia. En mi caso, tengo conciencia de ser deudor con algunos oficiales de marina, más antiguos en el escalafón, hermanos ellos, que me honraron con su amistad además de ser compañeros de viaje en la carrera naval.

Del primero, algunos años mayor, guardo buenos recuerdos en la Escuela Naval. Parece que lo que acontece en años juveniles perdura en la memoria con mayor nitidez. Será porque se anda más despierto y más atento a todo. En años posteriores, apenas tuve alguna referencia de él. Con los continuos cambios de destino, a los que por necesidades del servicio la Armada nos acostumbra, seguimos caminos muy diferentes. Mientras pasé mi tiempo en el mundo de la vigilancia marítima y actividades anfibias, él optó por el mundo del silencio y la discreción del arma submarina.

Pero como dice, en el lado bondadoso, el refrán español: "arrieros somos y en el camino nos encontraremos"; nos topamos años más tarde durante la Crisis del Fletán, esa que provocó el ministro de pesquerías de Canadá, Brian Tobin, con el apresamiento del pesquero "Estai" durante una Semana Santa. Sabido es, a ciencia cierta años después, que lo hizo para presionar a los pesqueros españoles durante las negociaciones con la Unión Europea. Bien conocido es que, en estas cosas de política internacional, el poder se suele ejercer sobre quienes más rédito pueden proporcionar y la salida de la zona de los pesqueros españoles libraba una buena cuota de pesca para los barcos canadienses.

Es en estas circunstancias cuando se aprecian las buenas virtudes y la excelencia en los ademanes de las personas. Así que, a pesar de la presión de los acontecimientos, multiplicados por la insistencia de los que nada entendían

pero querían figurar, este tranquilo oficial facilitaba responsablemente la distribución de órdenes a los barcos españoles que el almirante Acedo Manteola dictaba desde su despacho en la calle Montalbán.

De igual forma que viví aquellos acontecimientos a su lado, también lo estuve, y a sus órdenes, durante la operación "Libertad Duradera" cuando se detuvo y registró al "So San", un buque sin bandera cargado de misiles Scud, los mismos que Sadam Hussein lanzaba contra las instalaciones aliadas en los países del Golfo. Ya entonces este oficial de marina era almirante (señor de la mar), por más que tuviera que reponer en su uniforme los galones de capitán de navío y hurtaran su victoria quienes, allá y acá, difuminaron sus éxitos con preguntas ya respondidas y suposiciones ya superadas.

Al segundo, lo tuve siempre más cerca, a pesar de que, como su hermano mayor, optase también por sumergirse en prolongadas patrullas, sin agua pero con mucho ajo, en submarinos. Nada tiene de extrañar, que los hijos opten por la profesión de los padres y "sigan aguas"a sus hermanos mayores, más aún si se es peregrino. Nada malo tiene la tradición si se tienen las puertas abiertas a la novedad. Así, como sucediera con su hermano, cuando hizo falta para la Alianza Atlántica un buen oficial versado en operaciones, se le envió a la OTAN con galones prestados de contralmirante. Allí fue tan "emir al ma" en tierra, como demostró en la mar.

Como "no hay dos sin tres", la historia se repitió con un tercer hermano, al que conocí años después y al que creo nada le debo, salvo la memoria que merecen sus fratelos. A este se le encomendó el mando de una agrupación naval internacional y se estampillaron los galones de almirante en su bocamanga para tener que devolverlos el mismo día que relevó con un comodoro alemán. Unos y otro supieron ser señores por mar y tierra. Así que, a la espera de que se les honre con el reconocimiento formal de lo que fueron, vaya este recuerdo por delante. Y para ustedes mi agradecimiento por su bondad al escucharme.

A la memoria de Juan Antonio y Salvador Moreno Susanna.

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