Ya lo decía Voltaire (filósofo, escritor e historiador francés) cuando enunció su frase: El sentido común no es nada común. Desde que nacemos tenemos que saber qué cosas tienen sentido y qué otras carecen de él.
Vivimos en el mundo del sin sentido. A diario vemos acciones que nos dejan viñetas propias de un comic, alejada de toda cordura y sin sentido humano.
Vamos en un coche, respetamos nuestras señales, y nos topamos con el graciosillo de turno que se cambia de carril sin poner ningún intermitente y produciendo un miedo innecesario.
Estamos en cola esperando nuestro turno y visualizamos al espabilado que se acerca a la taquilla habiéndose saltado personas y tiempo de espera.
Salimos del trabajo y queremos llegar a nuestra casa para descansar y desconectar del ruido, no encontramos aparcamiento y comenzamos una ruta de búsqueda esperando tener suerte y encontrar un habitáculo para que nuestro coche descanse y descansemos nosotros. En una de las vueltas vemos como hay coches ocupando la zona de aparcamientos reservada a personas discapacitadas.
Estamos en nuestra casa y escuchamos un concierto a todo volumen de algún vecino que en ese momento ha decidido sintonizar su música preferida invadiendo nuestra tranquilidad.
Estamos subidos en el autobús y escuchamos a alguien retransmitiendo por el móvil cualquier conversación superando los decibelios establecidos.
Hay unas horas fijadas para tirar nuestros residuos y vemos como hay personas que salen de sus casas con las bolsas de basura saltándose horarios y normas establecidas. Vamos a una gasolinera y queremos echar combustible, para ello buscamos unos guantes, nos dirigimos a la persona encargada y nos dicen que no les queda. El motivo es que hay personas que se llevan los guantes.
Ahora tenemos que llevar mascarillas, soportando el calor y la incomodidad, y vemos a algunas personas paseando con su cara al descubierto y riéndose de los que llevamos como ellos dicen las dichosas máscaras. Vamos a la playa buscando un espacio lo más alejado posible y ya que estamos instalados, vemos como habiendo espacio suficiente se ponen a nuestro lado otros bañistas saltándose el distanciamiento social.
Luchamos para tener una vivienda digna, trabajando duro para conseguir amueblar una casa y poder tener nuestra independencia , nos vamos de viaje y la vuelta vemos a unas okupas instalados en nuestras casas y encima con derechos adquiridos.
Estamos sentados en un bar tomando algo y se sienta en la mesa contigua un fumador que irrumpe nuestra tranquilidad perjudicando nuestra salud y bienestar.
Estamos rodeados de personas que se saltan las señales de vida, de seguridad y de un civismo necesario para poder vivir en un mundo que cada día se aleja más del sentido común. Hay cosas que se pueden comprar, pero desgraciadamente otras, como la educación, respeto y sentido común nacen del interior de la humanidad, aquella que hoy día está en un callejón sin salida esperando un rescate final.
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