Tribuna

Miguel Iborra Viciana

Escritor

Sintiendo Rágol, viviendo la Alpujarra

Sintiendo Rágol, viviendo la alpujarra Sintiendo Rágol, viviendo la alpujarra

Sintiendo Rágol, viviendo la alpujarra

Me encanta cuando llega el otoño. Tejía el invierno, de acuerdo con la voluntad de un otoño casi gastado, ya casi se puede oír su adiós, que siempre huele como un sueño incumplido. A la puesta del sol, los olores de la nostalgia en los ribazos y vegas abandonadas, que ocultan el alma bajo el abrigo de las hojas del destino... Sintiendo Rágol, viviendo la Alpujarra, lugares del corazón, sentimientos y sensibilidad programados para siempre, como una melodía de un viejo saxofón. Contemplo un cielo gris pálido y a hombres envueltos en sus pellizas (me agrada este vocablo) y mujeres enroscadas en toquillas, como corriendo para llegar a casa y calentarse, pues corre un airecico frío y húmedo que cala hasta los huesos. Dejo el otoño que sea un motivo lírico y me centro en mi estado de ánimo para hacer honor al título de este texto que, desde Rágol, lucero permanente de la Alpujarra almeriense, enmarco siempre ante amigos y conocidos como tarjetas postales, estimulándoles a que visiten estos hábitats colmados de grandes dones y regalos de la naturaleza y convivan con sus gentes, donde siempre busqué amparo y donde dejo mis voluntades. Muy frecuentemente visualizo, leo, releo y me empapo de toda la documentación publicada que hace justicia a los méritos que cobijan este bello y extenso rincón de Andalucía. Hasta allí no han llegado aún las falsedades y engaños de la vida moderna, sino que permanecen, cual poso del buen vino, vírgenes los privilegios y encantos narrados por escritores y poetas en viejos libros cuyas hojas ya están desgastadas por las huellas de lectores, y la ofrenda y los frutos de una realidad vivida, para nunca más regresar al mundanal ruido. En mis devaneos, bajo un cielo azul y un sol nunca perdido, pienso en ese canto mañanero, en la fiesta del aire con un vendaval de olorosos perfumes, de paz, aventura y una larga alianza de relax, dando tiempo al tiempo sin relojes de control, donde los pájaros avivan su dulce canto y abren una ruta nueva, para aprovechar las migajas y otras ayudas alimenticias que yo les ofrezco. Aquí escribo navegando en océanos de silencios y armonía, calladamente sin luces deslumbradoras, sin soledad y con una naturaleza abierta por compañía, donde los gestos se hacen poemas en brisas de añoranza. ¡Qué razón tenía T. S. Eliot, cuando decía: "Oigo tu voz como el silencio entre dos tempestades… "Puedo mirar y ver un paisaje deshecho en armonía y levantar con asombro la mirada y sentir el alma alpujarreña. ¡Qué alegría transmitir apasionadamente, sin ambición, las nostalgias para quienes quieren conocerla y gozarla!. La Alpujarra, en brisas de nostalgias florecida, no te la imagines ¡VÍVELA!. No es mi intención ofrecer en estas líneas un exhaustivo estudio de esta comarca. Solo es una invitación, así que abre alas a tu vuelo, la Alpujarra te espera para poder apreciar esta tierra como se merece: la tierra y el hombre. El elemento físico, la tierra, es un paisaje de geografía agreste y salvaje, con parajes de secano alternándose con auténticos vergeles donde el agua empapa todos los poros de la tierra cubriéndola con exuberante vegetación, con pueblos pequeños, colgados de riscos, de apenas una docena de casas y pocos más vecinos, con sencillez pueden ofrecer una cierta infraestructura y hacen recordar al viajero las comodidades de la civilización. Y luego está el elemento humano, tantas veces confundido con el paisaje, por su total integración. Sólo en algunos sitios muy especiales, como en la Alpujarra, se pueden encontrar hombres y mujeres con este rasgo de sabiduría acumulada durante siglos que desde ese primer momento se descubren unos seres humanos solícitos y desprendidos. El camino de Almería a Granada es una de las rutas más variadas y sorprendentes de Europa, nos comenta la publicidad de la Junta de Andalucía cuando habla de la Alpujarra De sus vergeles, rica gastronomía, asombro y belleza de sus paisajes sin igual, prefiero que me cuentes tú, querido amigo, cuando tengas la distinción de completar tu esperado y deseado recorrido. Le pediré perdón a la memoria, el tiempo en una aguja del reloj atrapada por unas pilas consumidas. Queda mucho, muchísimo atrás. A juicio de muchos críticos, en los que me incluyo, estos son los cantos de unas almas enamoradas, símbolos del estar y el ser que descubrimos el admirable tapiz de la diversidad alpujarreña. ¡Anda! encontré la palabra extraviada! "avivar" y todo cuanto antecede hace principal razón y da cumplida cuenta de mi corazón apasionado y no oculto la emoción; esta es la huella y, por encima del alarde, resplandece el latido pasional, la vibración íntima, el recuerdo y la añoranza, que hacen vibrar el alma hasta donde alcanza la fascinación. "Quien ve en la naturaleza tanta belleza, ve a Dios en su creación". Un otoño, una fuente. Una, ruta secreta en su esencia, paisajes de la mente... Su silencioso silencio, inhala la fragancia cuando sientas el olor entre los caminos que pasaron y las personas; habitantes que expresan bondad, ternura y amor en acciones y palabras simples y amables. Préstame, Dios, fuerza y años para ser una bendición en la medida completa y estar siempre contigo y, también, ser embajador ragoleño y alpujarreño. Total fusión sobre los pilares donde descansa el cariño, la emoción, la inspiración, la voz y el intenso sentimiento identificado y consagrado. ¡Qué hermosura, cuanta riqueza humana y que suerte la mía!

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