Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Suena a chino

Así, se entiende la actividad marítima y el rearme naval chinos para proteger su expansión comercial, con un despliegue global de bases donde nunca las tuvo

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Suena a chino

Conforme Conforme avanza este siglo, más clara se observa la situación. Me refiero a esa incertidumbre que está permanentemente en boca de todos y que se presenta, con mayor regularidad cada día, como un mantra para convencer a la opinión pública de lo vulnerable que se es ante el futuro. Sin ser una paradoja, hay que aceptar la certidumbre de que el futuro es siempre incierto. Como en la niebla, se deja de ver el horizonte, pero nunca deja de estar ahí. Lo malo es creer que se disipó, cuando aún está oculto a la vista.

Por ahí fuera, la competición que se inició hace más de lustro entre las grandes potencias parece reducirse ahora a una carrera contra reloj entre China y Estados Unidos. La velocidad con que se desarrollan los acontecimientos, dejó a Rusia, la tercera potencia en liza, rezagada en el torneo estratégico, aunque en Europa sigue preeminente por geografía y energía. Y lo es, gracias a que protege su espalda con el vacío siberiano, el escudo defensivo de las repúblicas del antiguo imperio soviético y el pacto tácito de no-agresión con la, en otra hora, pareja comunista de la zona. Así que, visto que la competición quedó en un torneo a dos, la cosa se clarificó un poco. Y más aún, al ver a naciones punteras asumir papeles de reparto para apoyar a uno u otro protagonista.

Sí, hay signos de certeza que despejan la niebla en las relaciones internacionales. Las conversaciones directas y, por ende, más transparentes, entre mandatarios de China y Estados Unidos con dirigentes de Alemania, Australia, Francia, Italia, Japón, Reino Unido o Rusia (dicho por orden alfabético) disipan la niebla por ahí fuera, por más que oculten maniobras estratégicas más allá del horizonte. Pero eso siempre fue así. Es otro fijo en la quiniela.

Los bancos de niebla subsisten en las democracias occidentales, en especial las europeas, sobrecargadas de partidos, por el modo en que se establecen las políticas domésticas. Frente a la opción de elegir la mejor alternativa, se prefiere hacer una mezcolanza, posición de consenso se les suele llamar, con opciones cada vez más dispares, donde se desecha la excelencia para aceptar la medianía, todo para alcanzar el poder, sin más. Si a este punto intermedio en políticas nacionales, se suman otras aceptadas como supranacionales por imposición administrativa, el revoltijo está asegurado. Es algo así como aproar a un banco de niebla cuando se podría navegar por aguas claras.

Reconozco que hubo momentos donde el consenso fue insustituible. Ejemplos, con los matices que quieran: la Transición española y la Reunificación alemana. En ambas, la disparidad social hacía temporalmente aceptable esa solución medianera, pero admitida a largo plazo, se convirtió en un asentimiento permanente de la mediocridad. La impresión es que, en occidente, se paró el reloj estratégico mientras se mantuvo en marcha el de oriente. China, en "sus trece" comunista, adaptó su sistema poder jugar dentro la economía liberal y alcanzar sus objetivos nacionales, sin una excesiva preocupación por el momento de conseguirlos, porque la permanencia en el poder, ya sea del emperador Ming, Mao o Xi, le proporciona continuidad. Mientras Estados Unidos, a decir de Henry Kissinger, sigue la tendencia de tejer y destejer en cada legislatura, al más puro síndrome de Penélope.

Así, se entiende la actividad marítima y el rearme naval chinos para proteger su expansión comercial, con un despliegue global de bases donde nunca las tuvo y acuerdos comerciales con regímenes políticos discrepantes. Como se comprende también la reacción estadounidense de establecer la alianza con Australia y el Reino Unido para contrarrestarlas. Y, como en el comercio nunca se sabe si hará falta asociarse con el rival para conseguir rédito, tanto China como los Estados Unidos apartan la idea de una confrontación abierta. A la una le hace falta tiempo para consolidar su posición global y los otros se justifican al mantener la tensión o, al menos, la ficción de su existencia. Para una es cuestión de estabilidad y para los otros de conveniencia electoral. Hasta lo dijo un presidente del gobierno español a un correligionario periodista para justificar las expectativas electorales: "Nos conviene que haya tensión".

La situación se ve más clara. Ahí fuera es simplemente china. Y aquí dentro, con un cuento donde todo "suena a chino", se mantiene la tensión social porque parece dar resultados en las urnas.

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