Tribuna

José Miguel García Torres

Catedrático de Instituto Jubilado

Universidad: pandemia y trampas

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Universidad: pandemia y trampas

Durante el curso pasado, a causa de la pandemia de COVID-19, el sistema educativo experimentó variaciones de calado respecto al funcionamiento tradicional. A nivel universitario la más significativa fue la adaptación a la modalidad 'no presencial', la cual va a seguir empleándose, al parecer, en el presente curso. Dicha modalidad ha generado nuevas formas para lograr la superación de asignaturas de modo fraudulento. El método 'online' ha brindado además la oportunidad de obtener la titulación a universitarios que estaban cerca de agotar sus convocatorias en asignaturas consideradas de alta dificultad, los cuales aprovecharon la situación de confinamiento para falsear los exámenes y aprobar las materias que no lograban superar. Tal circunstancia supone, en ciertas titulaciones, desarrollar proyectos que en caso de resultar fallidos podrían afectar más o menos gravemente a la sociedad. Estos titulados oportunistas, previsiblemente, no han aprendido ni superado los aspectos y detalles técnicos del proyecto a ejecutar, al no haber estudiado de forma lícita ciertas asignaturas ni ser evaluados con rigor.

En algunas universidades los exámenes 'online' sirvieron para falsear masivamente la evaluación, dado que el máximo control que existe en estos casos es una cámara que enfoca al alumno, pero el escritorio queda sin controlar. De esta forma, con un teléfono móvil o los propios apuntes fuera del campo visual, se puede consultar o transcribir el contenido del examen, ya que desde la 'webcam' se verá al alumno mirando a la mesa, lo cual, en principio, no tiene por qué despertar sospechas. Además, puesto que el examen está expuesto en la pantalla del ordenador, es necesario alzar la mirada repetidas veces para consultar los enunciados, de modo que se puede mantener abierto un documento en la propia pantalla. Tal facilidad para superar asignaturas u obtener notas más altas ha popularizado el copieteo. Los universitarios que pudiendo consultar información durante el examen sin el menor riesgo son legión frente a los que vencen la tentación y no hacen trampa.

Una curiosa derivada del método 'online' es la inducción involuntaria por parte de los profesores a trampear, pues muchos de ellos han fomentado el fraude tratando de modificar los exámenes para dificultar el copieteo, optando por reducir los tiempos de respuesta así como por aumentar la complejidad de las preguntas, provocando que los alumnos 'honrados' cedan a la tentación y se sumen a los tramposos.

También se puede recurrir a un 'asesor', pues incluso con el micrófono y la cámara del ordenador activos es imposible captar que el alumno interactúa con otra persona, la cual, fuera de cámara y en absoluto silencio, con la pantalla compartida en otro monitor, dedica su tiempo, por amistad o por dinero, a realizar el examen de la asignatura convenida y pasarlo subrepticiamente para que el alumno lo transcriba, escanee y entregue en la plataforma digital establecida al efecto. Al intervenir un experto en la materia se asegura no ya el aprobado sino una buena calificación. El fraude mediante 'asesores' motivó que en ciertos portales de internet se publicaran anuncios que buscaban profesor particular para realizar un solo examen (obviamente, recurrir a conocidos con conocimientos en la materia resulta mucho más barato). Los pinganillos fueron muy populares, especialmente, en la resolución de exámenes tipo test.

Para solventar el fraude es necesario aumentar el control ya que la cámara, por sí sola, no asegura la fiabilidad. El empleo de dos dispositivos con cámara, uno enfocando al alumno y otro al escritorio, mejora el control pero requiere obligar a disponer de ellos y a conectarlos en posiciones concretas para una correcta vigilancia, si bien se podría seguir copiando desde documentos en el propio monitor. Si se añade compartir la pantalla en directo se tendría mayor control, pero serían dos emisiones de vídeo y una de pantalla, que deberían ser vigilados por profesores a razón de uno por cada pocos alumnos, algo difícil de poner en práctica por la escasez de personal docente y las dificultades técnicas que tal operativa conlleva.

En resumen: aunque por la pandemia fue necesario reorganizar las clases y los exámenes en un tiempo muy corto, no se debiera permitir el incontrolable coladero de universitarios con carencias en materias ilícitamente superadas. Ya en el presente curso, con tiempo suficiente para haber analizado las deficiencias y el aprovechamiento que de ellas obtienen los tramposos, la sociedad no entendería que dicha problemática no quedara solventada.

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