Viva la vida Viva la vida

Viva la vida

El gobierno de Sánchez, la izquierda trolera y la progresía rampante se encuentran descompuestas y sin consuelo porque un joven político de 31 años, Juan García-Gallardo, Vicepresidente de Castilla-León ha introducido en el repertorio noticioso nacional el intocable y sacrosanto sedicente "derecho al aborto", un arcano sobre el que en opinión de estos auto declarados amantes de la libertad está prohibido opinar, y menos aún, opinar de forma contraria a sus postulados necrófilos.

La ciencia lo ha dejado meridianamente claro: la vida plenamente humana comienza desde el momento en que los órganos vitales del feto empiezan a funcionar. Lo básico del argumento "pro aborto" es la idea de que el feto no es una persona. La realidad, por el contrario, es la siguiente: a los 18 días del embarazo, su corazón ya bombea sangre por sus venas; a las cinco semanas aparecen nariz, mejillas y dedos; a las seis semanas, tiene esqueleto, riñones, estómago e hígado funcionales; a las siete semanas, el cerebro produce sus propias ondas (el criterio legal que establece si uno está vivo o muerto); además tiene ojos, labios y lengua; a las diez semanas las glándulas de tiroides y adrenalinas ya funcionan; puede tragar, palpadear los ojos y reaccionar a ruidos. Evidentemente es un ser vivo individualizado y además pertenece a la misma especie que su madre. Es un ser humano vivo que responde al dolor, tacto, frío, ruido y luz. Padece hipo, se chupa el dedo y hasta duerme. Su gran problema es que se trata de un ser indefenso y débil pero absolutamente inocente.

Abortar un feto de diez semanas lleva aproximadamente unos quince minutos. Existen distintos procedimientos de extracción todos los cuales produciría horror describirlos, pero no cabe duda de que el feto sufre. Cuando el instrumento del médico toca la pared del útero, el pulso del feto se acelera y el no nacido se encoge tratando de esconderse del instrumento

Esta es la realidad de una vida plena que se desprecia y destruye arbitrariamente en aras de una demagogia ciega, inmoral y materialista del pensamiento "progre" que considera al ser humano como un fragmento sofisticado de carne con el que todo se puede hacer por imposición de leyes que pretenden dominar a la misma esencia de la naturaleza, a la ley más común escrita a fuego desde el principio de los tiempos que es el derecho a vivir. Sin ese derecho imperecedero y fundamental no es posible la existencia de otros derechos, ni es posible la libertad. Por eso repugna a cualquier planteamiento racional que se invoque a la libertad de la mujer para cometer semejante tropelía. Por mucho derecho positivo que la demagogia oportunista y electorera pretenda justificar en contra del derecho a vivir, en ningún caso se podrá justificar la trasgresión de la ley natural fundamental porque sin ese derecho se está cuestionando la misma existencia de la especie humana.

A quienes invocan la libertad para justificar la destrucción de vidas humanas conviene además recordarles que han sido los regímenes más dictatoriales, fascistas y comunistas en la Alemania nazi y en la Unión Soviética los primeros en imponer esta cultura de la muerte y los que con más ahínco ampliaron hasta la apología del horror su filosofía exterminadora de los más débiles: nascituros, enfermos y ancianos. ¿Es hacia esta filosofía a la que en última instancia aspiran los más insignes mentores del pensamiento "progre"? ¿Acaso es el placer y comodidad de unos lo que debe condicionar la existencia de otros? Pues bien, a estas preguntas y algunas otras más es preciso dar respuesta ante el cinismo sangrante del acomodaticio epicureísmo con el que se pretende adoctrinar a la sociedad. Por eso, bienvenida sea, aunque insuficiente, la propuesta del Sr. García- Gallardo, de que las embarazadas puedan al menos reconocer el latido del corazón del que quizá se convierta en su inocente victima.

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