Tribuna

mANUEL pEÑALVER

Catedrático de Lengua Española de la Universidad

Volveremos entre Larra y Camba

Volveremos, entre Larra y Camba. Pensando que los lectores son antes. Con esas palabras inmensas que se abren al viento

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Volveremos entre Larra y Camba

Pablo Casado espera el paso barojiano del tiempo como el lector de la poesía de Paul Auster. La sala segunda del Tribunal Supremo ha pedido al Ministerio Público que informe si procede investigar al presidente del Partido Popular por el máster que cursó en la Universidad Rey Juan Carlos. La dimisión de la ministra de Sanidad, Carmen Montón, por las posibles irregularidades de otro máster, realizado en la misma universidad, ha sido el siguiente capítulo. Algo así como una novela, al estilo de Jonathan Franzen, que comenzó con la palabra perdida en donde no debía haber estado de Cristina Cifuentes. Pero las aguas, procelosas y turbias, crecen y amenazan con más inundaciones en las riadas entre el crepúsculo y el amanecer. El tren hitchockiano de la sospecha ha llegado hasta las mismas puertas de la Moncloa, a pesar de que el presidente del Gobierno no sea Cari Grant, ni su mujer, Begoña, Joan Fontaine. La tesis doctoral de Pedro Sánchez, Innovaciones de la diplomacia económica española: análisis del sector público (2000-2012), ha sido cuestionada. Parte de las trescientas cuarenta y dos páginas la ponen algunos expertos entre comillas angulares con una caligrafía que extiende la interrogación. Quizá, como esa luz, que no se apaga en las largas madrugadas que causan insomnio al escuchar unas palabras discontinuas, las cuales se cruzan en el aire. Sin embargo, la Universidad Camilo José Cela, después de estudiar el asunto del trabajo presentado por el presidente del Gobierno, considera que el texto, su lectura y su defensa ante el tribunal cumplen todas las exigencias académicas. La portada del diario ABC, en la edición del jueves, trece de septiembre, amplificó el plagio más allá de la posibilidad. La directora de la tesis, María Isabel Cepeda González, ha afirmado que Pedro Sánchez ha sido evaluado como cualquier otra persona que presente una investigación para la obtención del título de doctor. Como consecuencia de la situación creada, el presidente ha enviado un mensaje, a través de la red social, Facebook, en el que afirma: «Para facilitar aún más el acceso a mi tesis, que ya estaba colgada en Teseo, desde hace meses, se abrirá en su totalidad». El secretario general del PSOE, que se consideraba a salvo de los sintagmas, que se esparcen por las portadas de los periódicos nacionales por un hecho académico y que miraba por el sol iluminado del atardecer el enunciado de la dimisión de su ministra de Sanidad, no daba crédito a lo escrito. Nunca creyó que su nombre zigzaguearía entre fonemas que cortan la respiración y producen zozobra y arritmia. El PP no puede lanzarse en tromba sobre el área pequeña, porque su líder confunde a Niceto Alcalá-Zamora con Antonio Maura en esos segundos de descuento en los que las preguntas naufragan sin el brillo de la memoria. Quien sí ha percibido la jugada como una oportunidad para el contragolpe, entre la rapidez de Saúl y la verticalidad de Rodrigo, ha sido Albert Rivera, que se va a tirar en plancha como Marcelino en el histórico gol a Rusia. El líder de Ciudadanos, leyendo a Proust, sabe que el tiempo vuelve, mas de modo distinto y hoy nunca puede ser ayer, lo mismo que un cuadro de Rubens no puede dejar de ser su íntimo silencio. Rivera, que jugó en la moción de censura con los naipes del error, sabe que la política se disputa, este momento, en un tablero lleno de intrigas que merodean por senderos que atraviesan los propios. Su empeño por ver a Sánchez y a Casado entre las cuerdas con el fin de recuperar el favor de las encuestas, con el software actualizado por la polémica creada por la tesis y el máster, le hace soñar en la noche escindida de Alonso Quijano. Pero tampoco el joven político del partido del color de la naranja y del budismo puede perder mucho tiempo en hacer un castillo de naipes, pues este es un todo que se puede derrumbar; incluso en la novela que vuelve a empezar en lo que no fue. Es como si al leer las mejores novelas de Jonathan Franzen, nos diéramos cuenta de que la narrativa consiste en volver a leer a Cervantes, Tolstoi o Dickens. Aun cuando la prosa del amigo de David Foster Wallace nos interese como las grandes novelas de Pynchon o DeLillo. La política, quiérase o no, es literatura y filosofía desde su hora primera. La tesis de Sánchez ha sido publicada en la base de datos Teseo. Lo que necesitaba ser dicho lo ha sido. Jonathan Franzen desnuda el lenguaje. Vienen unas semanas de descanso. Después de un año escribiendo, hay que ver el periódico desde el otro lado. Volveremos, entre Larra y Camba. Pensando que los lectores son antes. Con esas palabras inmensas que se abren al viento.

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