Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

"Más allá del horizonte"

El multilateralismo es un eufemismo de esa forma asamblearia que traslada responsabilidades políticas personales a irresponsables asambleas colectivas

"Más allá del horizonte" "Más allá del horizonte"

"Más allá del horizonte"

El horizonte marcó durante siglos el límite de lo conocido en la mar. Era la frontera entre lo real y lo imaginado, lo cierto y lo supuesto, la verdad y la presunción. La irrupción de la aviación naval primero, y los satélites después, alejó esa línea imaginaria, pero siguió oculto el más allá. Así, durante la década de los ochenta del siglo pasado, se hablaba de operaciones "más allá del horizonte", una manera de clasificar la capacidad militar para localizar amenazas, imperceptibles a nuestra vista, pero tan ciertas como para tener la necesidad de neutralizarlas. Pero, además del geográfico, hay otros horizontes que esconden peligros, alejados de la mirada, pero ciertamente reales.

En una visión militar, diría que el primer horizonte tras el cual hay que mirar es el que separa decisión política de acción militar y, tras esa línea imaginaria, la que separa lo militar de lo civil. Esa que parece quedar atrás, la que definió Clausewitz en el XIX:"la guerra es la continuación de la política por otros medios". Política primero y, si fracasaba, milicia después. Lo social se dejaba para después de la victoria. Un ejemplo es la Segunda Guerra Mundial en Europa: fracaso de la política británica de Chamberlain frente a Hitler, declaración de guerra, operaciones militares, victoria aliada y Plan Marshal de reconstrucción.

Después, Naciones Unidas se erigió en garante de la paz, abolió formalmente las declaraciones de guerra y, paradójicamente, desde entonces nunca se firmaron paces. Un horizonte común, universal, entre política y milicia desapareció. Las democracias de Occidente optaron por el "control civil de lo militar" y las dictaduras del Este por el "vale todo" para el control militar de la sociedad civil. Los prejuicios ideológicos se estrellaron con la realidad: un militar, Eisenhower, presidía la democracia liberal en Estados Unidos de América y un político, Stalin, gobernaba la férrea dictadura en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Superada la paradoja, para entender eso de la cooperación cívico-militar, vale la pena leer "La cooperación entre lo civil y lo militar" que un grupo de políticos, académicos y visionarios hicieron en 2007. Hoy se me antoja difícil repetir la experiencia similar: sentar en la misma mesa a un diputado del PSOE, Jordi Marsal; un senador del PP, Ignacio Cosidó; un militar, Pardo de Santayana; un jurista, Rodriguez-Villasante; y una cooperante, Telma Ortiz, hermana de la Reina Letizia. Tras el límite del horizonte ideológico, la amenaza para todos es pues la imposibilidad de hacer algo parecido hoy.

Otra amenaza para todos es la que se esconde tras el horizonte mediático, ese que delimita la realidad social con la propaganda informativa. Ya se sabe de la enorme influencia de los medios de comunicación para cantar victorias propias, verdaderas o falsas, y señalar derrotas ajenas, inexistentes o discutibles. Hubo y hay maestros insignes por su enorme maldad, sibilina naturaleza, traicionera actuación y perversa actitud. La amenaza oculta es el debacle social que se produce cuando el tiempo impone la verdad. Un ejemplo fue la ruina que descubrió el colapso del comunismo. Si alguna vez hubo tal paraíso comunista debió ser un Shangri-La ilocalizable. Hoy, hasta los chinos se afanan en dejar el marxismo, el mismo que sufren cubanos, coreanos o venezolanos en su tierra.

El tercer horizonte que esconde un peligro real es el limitado por lo nacional y lo internacional. Por obvio que sea la necesidad de la existencia de naciones soberanas para establecer organizaciones internacionales, parece que el fin de las multinacionales diplomáticas es desautorizar a las soberanías nacionales. Para ello, usan sistemáticamente enormes burocracias para apabullar a las administraciones nacionales. Una manera de arrebatar la identidad de ciudadanos libres para suplantarla con la naturaleza anodina de simples administrados. Hace décadas se llamó "La internacional". Hoy se le da otros muchos adjetivos. Sea como fue, sustantivar los adjetivos es eso: suprimir el sujeto y dejar lo accesorio. El resultado, ayer y hoy: funesto. El multilateralismo es un eufemismo de esa forma asamblearia que traslada responsabilidades políticas personales a irresponsables asambleas colectivas.

Todo, mientras se mantiene la niebla inducida de una pandemia permanente que impide ver amenazas más allá de los cortos horizontes que nos imponen.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios