Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

La bandera

Respetar la bandera denota calidad en la educación. Dejar de hacerlo es signo de vacío moral y merece castigo para quienes las mancillan con sus actos y los consienten con sus omisiones

La bandera La bandera

La bandera

De un tiempo a esta parte, decayó el espíritu cívico en la sociedad española hasta convertir, a ojos ajenos, a un pueblo ayer reconocido como de nobles sin título, en otro hoy de titulados innobles. El desprecio a la bandera, a la propia y a las ajenas, cuando no el odio manifestado con sentadas y cremaciones, nos deja sin lo que fuimos y nos pone en la lista de sociedades apátridas de las que desconfiar.

Pronto se cumplirán cuarenta años de la Guerra de las Malvinas, el resultado de una crisis que escaló hasta el conflicto armado y que se cerró, como todas las guerras, cuando hubo vendedores y vencidos. Posiblemente fue el último enfrentamiento abierto entre dos naciones occidentales. Dejo al margen las guerras civiles en los Balcanes. Como en todas las crisis, la cosa comienza con un detonante, un iniciador que produce el estadillo y cambia la situación súbita e inesperadamente.

En el caso del conflicto de Argentina con el Reino Unido, el detonante fue el izado de la bandera argentina por trabajadores contratados para desmantelar una desvencijada factoría ballenera en las Georgias del Sur. El archipiélago fue descubrió por el navío español "León" en 1756, al que bautizó como Islas de San Pedro porque así lo marcaba la festividad del día en que se desembarcó y se tomó posesión de ellas. Pero ya se sabe, a remolque de los descubrimientos y hazañas marineras españolas del siglo XVIII, hubo quien gustaba usurpar conquistas ajenas y contar la historia para su beneficio. Así que un inglés las rebautizó con el nombre que ahora llevan, las registró en su historia como propiedad del rey de Inglaterra e izaron la bandera británica en aquellos remotos lugares.

Se tardó más de cien años en que las islas tomaran notoriedad. Primero por la expedición de Ernest Shakelton a la Antártida, fallida pero una hazaña de lealtad y coraje de un explorador con su gente. Pero de nuevo, a la británica, se difuminó la participación hispana, la del práctico chileno, el piloto Pardo, que fue capaz con su barco, el "Yelcho", de maniobrar en medio de hielos para rescatar, después de ocho meses, a los náufragos de la Isla Elefante. La segunda ocasión, por ser origen de la susodicha Guerra de las Malvinas (Si escribiese en inglés diría Falklands, que los lugares antiguos tienen nombre distinto en cada idioma).

Para más de uno, acostumbrado ahora a desdeñar banderas nacionales, les parecerá anacrónico llegar a las manos en pleno siglo XX por el izado de una bandera en un lugar remoto. Quien así piense, anda escaso de civismo: comportamiento que adorna a ciudadanos de cualquier país que cumplen con sus deberes, respetan las leyes, contribuyen al buen funcionamiento de la sociedad y propician el bienestar de los demás. Es así, porque la Bandera es el símbolo donde se aúna todo lo que una nación es: el ayer y el hoy; y sirve para que el mundo entero reconozca la soberanía sobre el lugar donde se iza e identificar a la sociedad que lo cobija.

La bandera lo es todo para la gente honrada, porque concentra historia y vida de una nación. Lo inamovible del pasado y lo permanente de los valores que defiende. Por eso merece tanto respeto, aun cuando la desgracia se abata sobre una patria derrotada. Es así que la bandera del enemigo se conserva después de una batalla, nunca se destruye. Los museos militares del mundo están llenos de banderas ajenas que un día ondearon orgullosas como símbolos de otras naciones y que se muestran hoy con respeto al vencido, nunca por odio ni venganza del vencedor.

Respetar la bandera denota calidad en la educación de sus ciudadanos. Dejar de hacerlo es signo inequívoco de vacío moral y merece castigo para quienes las mancillan con sus actos y los consienten con sus omisiones. Cuando se trata de la propia, hay leyes para sancionar tales conductas. Faltar el respeto a la bandera de otra nación va más allá, te aísla del mundo como ciudadano y como país. Como ciudadano, porque nadie admite a quien ofende la historia y al modo de vida de los propios del lugar, y como país, porque rompe con la credibilidad de cualquier relación internacional.

En España, desde la Constitución hasta el último ceremonial a bordo de un barco o en un remoto destacamento en tierra, otorgan a la bandera nacional los máximos honores. Sin embargo me da que hoy se respetan más los colores de los partidos políticos, como los totalitarismos hicieran en el pasado.

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