Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

El cambio de era

Hay que admitir que la cuestión es avanzar, pedalear para mantener el equilibrio, conservar raíces del pasado y dejar que crezca el conocimiento

El cambio de era El cambio de era

El cambio de era

En la conversación de don Hilarión y don Sebastián, dos personajes de la zarzuela "La Verbena de la Paloma", Ricardo de la Vega incluyó eso de "¡Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad!", un decir entre admiración y preocupación. Admiración porque supone una mejora en todo y sobre todo en bienestar personal, pero preocupación por la velocidad con que se producen cambios. Asusta quedarse atrás. La contundente frase de los castizos, a la que puso música Tomás Bretón, hoy se diría de otra forma: "la incorporación de nuevas tecnologías producen inquietud ante la obsolescencia de los sistemas en tan breve lapso de tiempo". Cuanta palabrería ¿Verdad? Todo para decir lo mismo. Pero ya se sabe, hoy la cama dejó de serlo para convertirse en un "sistema integral de descanso" y la casa donde vives pasó a denominarse "solución habitacional". ¡Ni mentar el poco respeto al género de las palabras!

Un siglo después del estreno en 1894 de esa obra tan española, un analista estadounidense, Alvin Toffler, en "El cambio del poder", constataba ese avance de las ciencias con rapidez, pero rebajaba la inquietud. Subrayaba que todo era producto de la falta de conexión entre los cambios, la avalancha masiva de información por parte de los medios y la escasa capacidad de análisis de los administradores del poder. El libro es premonitorio, identifica a quienes pueden gestionar el cambio y cómo los supuestos de partida de hace treinta años se convierten en realidad de hoy.

Hay que admitir que la cuestión es avanzar, pedalear para mantener el equilibrio, conservar raíces del pasado y dejar que crezca el conocimiento. Cualquier otra cosa es darse de bruces con la realidad y que nos pase por encima todo el pelotón. Hay que acompasar cambios y realidad y eso requiere desarrollarlos en su integridad, algo así como hacer compatibles distintas versiones de un mismo sistema. De eso saben los informáticos un montón, esos que te hacen migrar de un programa a otro para actualizarlos. Y esta vez sí que vale la palabra migración porque desconoces si entras en un sistema o sales de otro.

No obstante, reconozco que el primer sentimiento que se tiene en estas migraciones es: vértigo. Así que recurrir a la lectura de viejos libros, como el de Toffler, tranquiliza. Hace ver que para afrontar el futuro, por profundos, veloces e inciertos que sean los cambios, lo importante es mantener el control, el

equilibrio del sistema, la compatibilidad de sus componentes: infraestructura, equipamiento, personas y procedimientos; donde, con qué, con quién y cómo.

En la historia contemporánea de la Armada, la última actualización severa se produjo en los años setenta del siglo XX. La Ley Orgánica de la Armada, hoy se denominaría de organización, asumió que hacía falta "mayor rapidez, mejor conocimiento y suficiente autoridad" en la toma de decisiones, lo que suponía un "cambio de mentalidad". Se cuenta que cuando, consecuencia de esta ley, se llevó a la firma del almirante Mateu, entonces Jefe de Estado Mayor de la Armada, el Plan General que la desarrollaría, preguntó a uno de los capitanes de corbeta que lo había redactado, Eliseo Álvarez-Arenas, si esa era la Marina que le haría falta para servir a España. Uno respondió que sí y el otro, firmó. Lealtad recíproca. Equilibrio entre tradición y modernidad.

Se vislumbraba entonces cómo modernizar la Armada, en todo: doctrina, organización y medios. Aquella visión anticipada permitió asumir con éxito el presente durante las décadas posteriores. Con el paso del tiempo, se renovaron medios, el portaaviones "Príncipe de Asturias" relevó al longevo "Dédalo", las fragatas clase "Santa María" hicieron lo propio con las "Baleares", los submarinos "Tramontana" con los "Delfín" y así un largo etc. La organización se adecuó a la aparición del Ministerio y el Estado Mayor de la Defensa. Las tácticas se ajustaron a los medios y las operaciones marítimas se conjuntaron con los otros ejércitos y abrió la colaboración con otras agencias nacionales. Sin embargo, después de medio siglo, parece que la solución de renovar medios y modificar organizaciones alcanzó los límites que anticiparon aquellos visionarios de los años setenta. Lo obsoleto alcanzó a una doctrina sin relevo.

Así que hoy, donde la mar reclama atención creciente y las ciencias adelantan que es una barbaridad, merece la pena adelantarse de nuevo y diseñar doctrina, organización y medios que perduren otro medio siglo.

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