Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad

El candidato Núñez Feijóo

Feijóo, clarividente y discreto, sabe que leyendo a Larra, a Camba y a Umbral se aprende a jugar la partida de ajedrez con lucidez y agudeza, ingenio y sagacidad

El candidato Núñez Feijóo El candidato Núñez Feijóo

El candidato Núñez Feijóo

El presidente de la Xunta de Galicia aprendió a nadar y a guardar la ropa, aunque, alguna vez, los hechos hayan hecho parecer lo contrario. Su libro de cabecera se llama política. Valora el título y el contenido de la obra de Aristóteles y no olvida el siguiente fragmento que aparece en el capítulo primero: «Aquellos, pues, que opinan que todos los hombres son aptos para regir una ciudad o un reino, lo mismo que para una familia, no lo entienden bien». Se ha preguntado hasta encontrar la respuesta en qué consisten la discreción y el disimulo, porque un buen político tiene que estar pendiente de lo que habla y de lo que escucha, de lo que escribe y de lo que lee, las veinticuatro horas del día. Reflexiona con prudencia y sabiduría sobre aquel enunciado de Voltaire: «El que revela el secreto de otros pasa por traidor; el que revela el propio secreto pasa por imbécil». Y manifiesta en el fondo y en la forma su pleno acuerdo con la frase proverbial que viene de la tradición oral: «Los trapos sucios se lavan en casa». Si alguien pensó que es el doble de Mariano Rajoy, el señor de Pontevedra, nacido en Santiago de Compostela, se ha equivocado de norte a sur. Feijoo es otro político bien distinto. Su voto al PSOE de Felipe González en octubre del ochenta y dos fue una de las papeletas que contribuyó a aquella histórica mayoría. Es posible que este gallego, que nació en Orense y cuya infancia trascurrió en Los Peares, una pequeña aldea orensana, ?se entienda en el ejercicio de la política mejor con Rivera y Sánchez, Iglesias o Montero que con la intrigante Soraya Sáenz de Santamaría o con la ambiciosa María Dolores de Cospedal. La imagen que pretende dar de liberal y centrista está más cerca del Partido Demócrata que del Republicano, de Kennedy que de Nixon. Feijoo aplaude convencidamente aquella frase, cuya autoría corresponde a Groucho Marx: «Detrás de un gran hombre hay una gran mujer». En el caso del presidente de la Xunta, es Eva Cárdenas, directora de Zara Home, con quien tiene su único hijo, Alberto. Con seguridad, ha visto dos películas, cuyo título es el mismo: El candidato. No pertenecen al cine que permanece en la historia, pero ayudan a entender las intrigas y los vicios y maldades de la política. Una es la que fue dirigida por Michael Ritchlee e interpretada por Robert Redfort, Peter Boyle, Melvin Douglas, Don Porter y Allen Garfield, donde un joven abogado, entre el idealismo y la realidad, se percata de que en el mundo de la política el alcanzar el poder es lo que vale y lo que cuenta. Por este motivo, desengañado, descubre que, para estar en ese escenario, hay que pisar firme y antes que el adversario o que el compañero de partido y tener una piel curtida y de camaleón, en lugar de la de un pardillo, para no perecer en el intento. La otra es una película uruguaya, dirigida por Daniel Hendler. El protagonista, convencido de sus posibilidades, trata de hacer una campaña al margen de su partido. Feijóo, clarividente y discreto, sabe que leyendo a Larra, a Camba y a Umbral se aprende a jugar la partida de ajedrez con lucidez y agudeza, ingenio y sagacidad. Por ello mismo, en el asunto del Aquarius y de los migrados ha estado cerca de Sánchez y lejos del PP de Soraya y Cospedal y más de la primera que de la segunda, pues la ex ministra de Defensa, en caso de no encontrar los apoyos necesarios, prefiere al presidente de Galicia. Cualquiera, antes que la urdidora y tejedora vallisoletana. El gallego sabio, como aquel coruñés, Luis Suárez, que mimaba el balón como Jorge Guillén la métrica, deja que otros anuncien el comienzo de la partida. Así su decisión tendrá tanta filosofía como literatura. ¿Hay alguna señal de que dé un paso atrás y no se presente? Tanto el orensano como su cónyuge, Eva Cárdenas, aprendieron tiempo ha que este tren solo pasa una vez en la vida. Pero también son conscientes de que para subirse a él en la estación señalada es necesario tener los reflejos felinos de De Gea. Don Alberto, que vería el Madrid-Liverpool por la televisión, observaría lo que le pasó al portero inglés, Loris Karius, por falta de concentración. Con la lección aprendida, entre Valle-Inclán y Cela, no está dispuesto a que nadie le marque un gol. Y menos uno como el que le marcaron con la fotografía con Marcial Dorado en la ría de Vigo. «¿No ha visto Narcos? Bueno, narcos supongo que sí que ha visto, pero me refiero a la serie». Para ello, aprendió de Mahatma Gandhi, que nunca hay que pactar con el error.

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