Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

El corazón de la cultura popular

A vueltas con cultura y milicia, creo que fue el Ministro Eduardo Serra en 1994 quién incluyó por primera vez "cultura de defensa" como objetivo de una gestión ministerial

El corazón de la cultura popular El corazón de la cultura popular

El corazón de la cultura popular

Hace unos meses asistí a la defensa de la tesina de un sacerdote beninés en el Instituto de Pastoral de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid. Debo reconocer que iba a acompañar al ponente porque es el párroco de un pueblecito donde paso días de descanso y por el tema del trabajo: "la inculturización". Sí, está bien escrito. "Inculturar" es introducir en la cultura social los principios y modos de hacer en los que se cree. Nada que ver con la incultura que es todo lo contrario: la ausencia de todo lo que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.

Leer primero y escuchar después las explicaciones del párroco en un español beninés, mejor que el castellano de algunos españoles, me llenó el vacío de conocimiento, mi incultura, y me hizo ver dos dimensiones del fenómeno que traspasaban el título de la tesina. Uno, que la globalización del conocimiento sirve de poco si se queda en la élite intelectual, sin impregnar los modos de vida y las costumbres de la sociedad y, otro, que un mismo mensaje universal puede tener muy distintas formas de expresión. En el fondo, nada nuevo para los misioneros católicos en África y ahora para los misioneros africanos en Europa.

Esta manera de llevar ideas a la práctica, esta "inculturización", se dio durante siglos en nuestro continente. La Europa que conocemos, incluida Rusia, se formó en parte de la idea universal del cristianismo de que todos los seres humanos nacen iguales y, para los creyentes, hijos de Dios. Después se insertó progresivamente en la cultura social hasta llegar a nuestros días como integrante del sistema político democrático. Todo con los bajonazos que se dan cuando se reniega de los orígenes, se entra en el vacío del nihilismo o se impone el sectarismo ideológico.

A vueltas con cultura y milicia, creo que fue el Ministro Eduardo Serra en 1994 quién incluyó por primera vez "cultura de defensa" como objetivo de una

gestión ministerial. Se basó en que, para prosperar, era necesario contar con el sustrato de tranquilidad y estabilidad que proporcionaba la Defensa. Poco se requirió para que militares nos pusiéramos a la obra para alcanzar el objetivo, éramos unos convencidos de ello. El resultado es que, años más tarde, las Fuerzas Armadas son una institución bien valorada por la sociedad. Sin embargo, por contra, la valoración fue opuesta para la otra parte del entramado social, esa que maneja los presupuestos. Esto es, funcionó la inculturación militar nada más. Si parafraseo a Clausewitz diría que la defensa es la prolongación de la conciencia social por otros medios. Así que, sin conciencia social ¿cómo podría haber medios? Esto justifica que, de nuevo ahora, el ministro trate de reforzar la conciencia social en la sociedad civil. Una paradoja.

Y así llego a estos tiempos de Cuarentena y Cuaresma, como dice Fernando Lista en su blog. Y por mantenerme en la inculturización militar, me centro en la segunda y dejo aparte el bloqueo que la emergencia sanitaria hizo disparar la alarma porque, en la cultura popular española, ya está inserto lo que hace la milicia en estos casos (obras, que son amores).

Este año, con la recomendación de la Conferencia Episcopal Española de evitar celebraciones religiosas multitudinarias, dejará de sonar el ruido falsariamente inducido por quienes tratan de arrumbar la participación de uniformados en los desfiles procesionales de Semana Santa, un fenómeno más de la milicia en la cultura popular española, cuanto menos. Digo falsario porque ocultar el carácter voluntario de quienes participan en ellos y el derecho a la libertad religiosa que la Constitución, la Ley y las sentencias del Tribunal Supremo sancionan a su favor, lo es. Y empleo el anglicismo de "uniformados" porque incluyo a los funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía, a cuyos miembros católicos asiste también la Archidiócesis Castrense de España, además de a los militares. Así las cosas, agradezco a la Providencia que nunca llegase la prohibición de romper esa tradición en la cultura española. Como agradecí que enviara la lluvia y fuese el Arzobispo el que recomendase, a la vista de las condiciones meteorológicas, diferir a otro momento la misa al aire libre por la patrona de la Armada, cuando un general incomodó a mi jefa de entonces, el día de su santo, al querer imponer su supresión para siempre.

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