Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

El desconcierto atlántico

La Alianza Atlántica estableció en 1955 la "Represalia Masiva" como defensa ante la amenaza comunista

El desconcierto atlántico El desconcierto atlántico

El desconcierto atlántico

La celebración en Londres del 70 aniversario del Tratado de Washington se inició con todo el boato protocolario de una reunión de aliados y tuvo como resultado final un desencuentro entre aliados que dice mucho de los vínculos que unen a Estados Unidos de América con el Reino Unido y que les separan de Francia y Alemania. Los primeros asentados en la independencia de la soberanía nacional y los segundos sometidos a la aparente fortaleza de una administración comunitaria. Los demás, con la mirada en el techo.

Ningún aliado pone en solfa el Tratado. Estados Unidos de América porque sustenta en ello la defensa adelantada estadounidense en Europa y los europeos porque les permite contar con una reserva militar ante imprevisibles contingencias en el Mediterráneo, el mar Negro y África. La discrepancia parece estar en el cómo se reparte el esfuerzo de la macro estructura que sustenta la Alianza Atlántica: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); esa que convierte la unanimidad de las decisiones políticas en acciones militares concretas. Para entender lo que sucede, sirva analizar la evolución estratégica de la Alianza Atlántica que es, al fin y al cabo, el reflejo de lo político en la acción militar de la organización.

Desde la firma del Tratado de Washington en 1949, el acuerdo político se recogió básicamente en cinco "Conceptos Estratégicos". El primero de ellos, el propio tratado donde están las bases de la unanimidad frente al enemigo común: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; por el rechazo frontal soviético al Plan Mashall para reconstruir Europa y el levantamiento de "El Telón de Acero" como materialización de las diferencias ideológicas y económicas. Las trincheras de la nunca declarada Guerra Fría (Nada tan sangriento como las guerras que nos se declaran).

La Alianza Atlántica estableció en 1955 la "Represalia Masiva" como defensa ante la amenaza comunista. Eran años donde la comunicación entre las partes era nula. Fue la forma racional de Occidente de afrontar una posible acción irracional del adversario. La muerte de "Stalin" (ya se sabe el gusto comunista por esconderse detrás de motes) y el establecimiento de unas comunicaciones precarias, pero útiles, visualmente identificadas por "el teléfono rojo", ayudaron al replanteamiento de la estrategia aliada en 1967. La aprobación de la "Respuesta Flexible" fue algo así como "haré otro tanto de lo que tú me hagas".

Aquella forma de equilibrio entre superpotencias perduró hasta 1991, dos años después del derrumbe de "Muro de Berlín". Se aprobó entonces un tercer concepto estratégico que ofreció cooperación entre los antiguos adversarios. Un "Plan Marshall" para reconstruir democracias en lugar de economías. El documento dejó de ser secreto como los anteriores, una forma de dar transparencia a la política aliada. Sin embargo tan clara invitación a la cooperación a los antiguos miembros del Pacto de Varsovia dejó fuera al más preeminente de ellos: Rusia. La discriminación positiva que abría las puertas de Occidente a Hungría, Polonia y la República Checa se convirtió, de facto, en un mal-trato a sumar al desmembramiento que sufría el imperio soviético de Oriente. La victoria aliada sobre el expansionismo soviético en Europa se interpretó como una derrota rusa. Nada tan cierto. Se confundió la caída de una potencia con el fin de una ideología. Rusia dejó de ser comunista pero el comunismo se trasladó a Occidente con acento cubano. La revisión del concepto estratégico en 1997 de nada sirvió para paliar el daño producido.

Las primeras estrategias aliadas tenían objetivos geopolíticos y duraron décadas. Las segundas se centraron en la expansión geográfica sin más y perduraron sólo años. Las terceras, esas que han de venir, se hacen esperar. Ya lo decía entonces Henry Kissinger en "Diplomacia", donde apenas se cita a España, que los sistemas internacionales tienen una vida cada vez más precaria y que las fuerzas predominantes o amenazadoras para Occidente serían Rusia, China y el fundamentalismo islámico. Sin embargo concluye su obra con lo que llama un proverbio español, las palabras de Machado: "Caminante no hay camino se hace camino al andar", lo que hace pensar que la falta de un camino estratégico tiene que ver con la ausencia de líderes que sepan de verdad hacerlo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios