Tribuna

Javier Soriano

Coronel en la reserva

El desembarco de Adra

Durante el desarrollo de esta guerra, la fortaleza de Adra fue vital para garantizar el avituallamiento, tanto de las tropas reales que participaron en la contienda

El desembarco de Adra El desembarco de Adra

El desembarco de Adra

El próximo 16 de julio se celebra la festividad de Nuestra Señora del Carmen, vinculada oficialmente con la Armada desde el 19 de abril de 1901, fecha en la que la Reina Regente, Doña María Cristina de Habsburgo, y el Ministro de Marina, Don Cristóbal Colón de la Cerda, refrendaron con sus firmas la Real Orden por la cual se proclamó a la Santísima Virgen del Carmen Patrona de la Marina de guerra.

También ese mismo día se cumple este año el 450 aniversario del desembarco en Adra de tropas catalanas y tercios procedentes de Génova, en el marco de la guerra de las Alpujarras, para acabar de una vez por todas con la rebelión de los moriscos granadinos que se habían alzado contra su Rey Felipe II en la Navidad de 1568, extendiendo rápidamente la revuelta por la comarca alpujarreña.

Centrados en ese periodo histórico, a mediados del siglo XVI nuestra situación geopolítica en Europa era muy compleja, con dos potencias disputándose el control del Mediterráneo, por un lado nuestra Nación, dueña de Sicilia, Cerdeña y Nápoles, y por otro el Imperio Otomano, cuyos dominios se extendían desde los Balcanes hasta Egipto. A esta confrontación había que añadirle que los luteranos alemanes habían prendido las chispas de la guerra en los Países Bajos, en Inglaterra las persecuciones de católicos se intensificaban, y el quebranto que nos causaban los continuos ataques y saqueos a nuestras ciudades costeras mediterráneas por parte de los berberiscos norteafricanos y los propios turcos. El punto álgido de esta situación se produjo cuando en 1565 los turcos asediaron Malta, ya que de haber caído en su poder, se hubiera convertido en trampolín perfecto para el asalto a nuestras posesiones en la península italiana. Fue con este escenario internacional cuando se produjo la "oportuna" rebelión de los moriscos, que estalló en diciembre de 1568. Estos entraron en contacto con los piratas del norte de África y con el sultán otomano. Los turcos pretendieron utilizar a los moriscos españoles como elemento desestabilizador dentro de nuestra propia Nación, para obligarnos a traer fuerzas desplegadas en la península italiana, debilitándonos ahí, y así facilitarles la conquista de territorios como Chipre y Túnez.

Siendo las pequeñas guarniciones y las milicias locales insuficientes para desbaratar la intentona rebelde, el Rey Felipe II ordenó a D. Juan de Austria asumir el mando de la dirección de la guerra, disponiendo este el traslado desde la península italiana del Tercio Nuevo de Nápoles, entre otros, como fuerza de choque. Este Tercio, creado en 1566, tendría en esta guerra su bautismo de fuego, distinguiéndose en las acciones sobre el peñón de Frigiliana, Tíjola, Felíx, Eníx, Vícar, Canjayar y Gádor. Concluida la guerra, parte de sus efectivos se quedaron en tierras almerienses, en la repoblación posterior a la 2ª expulsión de los moriscos.

A comienzos de mayo de 1569, el Comendador Mayor de Castilla, D. Luis de Requesens y Zúñiga, Consejero de D. Juan de Austria para la guerra, ancló en la costa de Adra con 24 galeras procedentes de Italia. En junio se sumó un nuevo contingente con la llegada del ejército de Luis de Fajardo, uno de los mandos de las tropas enviadas por Felipe II para aplastar la rebelión, que acampó en Adra con 2.000 infantes y 700 jinetes. Durante ese tiempo, esta fuerza se mantuvo en Adra a la espera de la llegada del resto de las fuerzas movilizadas para la campaña militar, procedentes de Cataluña y los del Tercio de Nápoles del Maestre de Campo D. Pedro de Padilla, que desembarcaron en la ensenada de Adra el 16 de julio de 1569. Durante el desarrollo de esta guerra, la fortaleza de Adra fue vital para garantizar el avituallamiento, tanto de las tropas reales que participaron en la contienda, como de los propios pobladores abderitanos, sirviendo su fondeadero de receptor de los víveres que se enviaban por mar desde el puerto de Málaga, así como para controlar la costa e impedir el avituallamiento de los rebeldes moriscos desde África, que intentaron tomarla en diversas ocasiones, sin éxito, para hacerse con el control de su puerto, que se hubiera convertido en su "cordón umbilical" con sus aliados del norte de África y los turcos.

450 años después de este hecho histórico del desembarco de los catalanes y tercios italianos en el fondeadero de Adra, que supuso el principio del fin de la rebelión morisca, conviene recordar la importancia que su derrota tuvo para consolidar nuestra situación geoestratégica en esa época.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios