La historia del Diccionario de la lengua española de la Real Academia constituye un hecho filológico, lexicográfico y cultural de una extraordinaria significación. En 1713, Juan Manuel Fernández Pacheco, en unión de un grupo de intelectuales, estudiosos y eruditos, crea la Real Academia, aunque no será oficial hasta el 3 de octubre de 1714, siendo rey Felipe V. El motivo de la creación de la institución es la elaboración de un diccionario, que tenga como objetivo dotar al español de una obra de referencia como había ocurrido en Francia e Italia. Esta obra ingente será el Diccionario de Autoridades. El primer tomo verá la luz en 1726 y la obra completa, compuesta por 6 volúmenes, en 1739. Serán 42500 las entradas léxicas que tenga.
Un diccionario descriptivo, que recoge los diversos niveles de la lengua y que, para definir con propiedad y rigor el significado, se basará en las llamadas autoridades: Mateo Alemán, Santa Teresa de Jesús, Saavedra Fajardo, Estebanillo González, Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, el Inca Garcilaso de la Vega, Vicente Espinel, Juan de Mena, Fray Luis de León, Antonio de Nebrija, Pedro Calderón de la Barca, Juan Eusebio Nieremberg, Juan de Mariana, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, La pícara Justina, Tirso de Molina; los clásicos, en suma. Un tesoro lexicográfico de infinitas dimensiones y posibilidades, que en 1780, al eliminarse las llamadas autoridades para facilitar su uso y comprensión, se reduce a un solo tomo. Esta será la primera edición del DRAE. De 1780 a 2014, año en el que se edita la 23.ª edición.
En el siglo XXVIII aparecen 3 ediciones, en el XIX, 8, en el XX, 10, y en el XXI, 2. Del siglo de las luces, a este otro, de las nuevas tecnologías, de las redes sociales y de internet. De la edición impresa a la edición electrónica. Los artículos del DA están estructurados de la siguiente manera: lema, información gramatical, marca de uso, definición, etimología, equivalencia latina, citas textuales. Una técnica lexicográfica elaborada y buscando siempre el rigor y la altura filológica, guiada por el amor a la lengua española. Su objetivo era incluir las voces técnicas, pero se percatan de que la labor es muy complicada y deciden aplazar este propósito. «El principal fin que tuvo la Real Academia Española para su formación, fué hacer un Diccionario copioso, y exacto, en que se viesse la grandéza y poder de la Léngua, la hermosúra y fecundidád de sus voces, y que ninguna otra la excede en elegáncia, phrases y pureza: siendo capáz de expressarse en ella con la mayor energía todo lo que se pudiere hacer con las Lenguas mas principales, en que han florecido las Ciéncias y Artes: pues entre las lénguas vivas es la Española, sin la menor duda, una de las mas compendiosas y expressívas, como se reconoce en los Poetas Cómicos y Lyricos, á cuya viveza no ha podido llegar Nación alguna; y en lo elegante y pura es una de las mas harmoniosas de Europa [....]», se afirma en el prólogo.Un punto de partida espléndido que encuentra en Diccionario de la lengua española de 2014 su consecuente más reciente. Una edición panhispánica, cuyo número de artículos se concreta en 93111 y que son más del doble de la primera edición: la de 1780.
Hay que considerar, además, que la edición de 2014 tiene 195439 acepciones y casi 19000 americanismos; lo que indica un cambio de rumbo con respecto al español de América, que ya se había manifestado en la edición de 2001 (la 22.ª). En 2015, fue presentada la edición electrónica de la 23.ª edición y su adaptación a los distintos formatos desde los móviles hasta las tabletas. La institución académica, consciente de la revolución digital, ha tratado de responder a estos retos. Como es evidente, el Diccionario de la lengua española, en estas nuevas versiones, ha incorporado los cambios ortográficos, que ya reflejara la nueva Ortografía de la lengua española de 2010.
Entre estos cambios, como bien sabemos, aparece la ausencia de la tilde en los pronombres demostrativos, en el adverbio solo y en monosílabos como hui, rio, truhan, fie, fio, guion, etc. Pero la obra lexicográfica de la RAE no se puede entender sin otros diccionarios como el Diccionario manual e ilustrado, con cuatro ediciones publicadas entre 1927 y 1989, el Diccionario panhispánico de dudas (2005), el Diccionario del estudiante (2005), el Diccionario práctico del estudiante (2007), el Diccionario de americanismos (2010) y el Diccionario jurídico (2016).
El Diccionario histórico, proyecto de Julio Casares, tras un primer intento en los años 30, actualmente coordinado por José Antonio Pascual, avanza lentamente. Pero, alguna vez, será realidad como el heredero natural del Diccionario de Autoridades. Uno de los más excelsos tesoros de la filología española.
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