Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Cuando la emergencia se empeña en ser crisis

Me siento seguro porque espero que la situación sanitaria que produce el coronavirus sea una emergencia que nadie la convierta crisis para hacer daño o beneficiarse de ella

Cuando la emergencia se empeña en ser crisis Cuando la emergencia se empeña en ser crisis

Cuando la emergencia se empeña en ser crisis

Las situaciones imprevistas primero sorprenden y después, si no se explican, crean desconcierto. Hace décadas se establecieron centros de vigilancia de múltiples fenómenos. Unos para saber lo que sucedía y otros para prevenir lo que se nos venía encima. Los primeros que recuerdo son los observatorios meteorológicos, esos puntos dispersos por la geografía española donde se tomaban datos para conocer el tiempo reinante y proporcionar elementos a sesudos físicos de la atmósfera para hacer prospecciones y establecer predicciones. Los más veteranos recordarán a Mariano Medina, ese oficial del Cuerpo de Meteorólogos del Ejército del Aire convertido en la cara amable de cierre del telediario en los años sesenta.

Desde entonces hemos visto nacer y prosperar múltiples iniciativas para recolectar y analizar datos de casi todo fenómeno físico o social que se pueda imaginar. Si repasa la administración, la general del estado, las autonómicas y las locales, encontrarán cientos de institutos, observatorios, agencias, o como quiera llamárseles, que dejan teóricamente poco resquicio para que la naturaleza nos sorprenda. Son tantos que ni me atrevo a dar una cifra aproximada de su número. Hagan la prueba. Métanse en Internet y verán como caen en una tupida red de la que les será difícil salir, salvo que opten por darse por vencidos. Hay tantos que ya existen centros de coordinación para evitar el conflicto de competencias entre ellos.

Sueltos o en su conjunto, nos proporcionan seguridad que es, en el fondo, un mecanismo para que nada nos sorprenda, ni volcanes, ni epidemias, ni riadas, ni abusos, ni terremotos, ni escapes tóxicos, ni maremotos, eso que llaman hoy "tsunami". Sin embargo, a pesar de tantos ojos en alerta, planes de prevención y protocolos de actuación, la naturaleza nos sorprende y provoca catástrofes de enorme magnitud o simples situaciones comprometidas, que denominamos emergencias y cuyo desencadenante se achaca a fenómenos naturales que incluye la imprudencia del ser humano. Bueno está que sea así porque, al fin y al cabo, formamos parte de ella.

Sin embargo, es distinto cuando la situación parte de una acción provocada o inducida por el ser humano, cuando media la voluntad de crear circunstancias para dar ventaja al provocador, ya sea para alcanzar la hegemonía de poder o simplemente obtener beneficio económico. Estas situaciones pasan de ser emergencias a convertirse en crisis, donde la existencia de una voluntad adversa deja, cuanto menos, incompleto cualquier plan establecido y cada reacción propia se verá contrapuesta por el adversario.

Con esta diferencia esencial de fondo, las emergencias y las crisis tienen mucho en común: sorpresa, incertidumbre, indefinición, etc. por lo que a veces resulta complicado saber en que se está metido. Hay adversarios que dan la cara desde el comienzo con provocaciones como: la invasión de territorio, la destrucción de recursos, la intrusión en sistemas vitales o el secuestro de ciudadanos. Los hay que se enmascaran primero para pasar desapercibidos y mantener la sorpresa. Estos suelen emplear las emergencias como detonante de sus actuaciones. De esta forman ganan tiempo para posicionarse en el tablero estratégico. También los hay que, en el desconcierto de los primeros momentos, en los que resulta difícil saber de qué va la cosa, se benefician de la maldad de unos o del mal de otros. A esos en España se les llama "recolectores de nueces", ¿les suena?

Las emergencias se afrontan con profesionales en la materia. Es una cuestión técnica que, llevada por quien sabe, reduce el riesgo presente y las consecuencias futuras. Ellos dan seguridad: el resultante de prevenir y evaluar riesgos. Pero si detrás de todo hay alguien que maneja la situación para hacer daño o ampliarlo, esto deja de ser riesgo para convertirse en amenaza. Tal vez sea por la formación matemática del bachillerato y la educación analítica en la Escuela Naval, me gusta emplear la regla de tres y la lógica para poner cada cosa en un rincón del cuadrilátero intelectual. Una forma de aclararse en medio de la confusión. Así pues: Riesgo es a Seguridad, lo que Amenaza es a Defensa.

Me siento seguro porque espero que la situación sanitaria que produce el coronavirus sea una emergencia que nadie la convierta crisis para hacer daño o beneficiarse de ella

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