Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

El español errante

La situación que se vive en el Golfo de Omán entre los Estados Unidos e Irán tiene poco de crisis y mucho de conflicto bélico. Es así porque una crisis nace de un incidente inesperado y súbito

El español errante El español errante

El español errante

La situación que se vive en el Golfo de Omán entre los Estados Unidos de América e Irán tiene poco de crisis y mucho de conflicto bélico. Es así porque una crisis nace de un incidente inesperado y súbito, un detonante, al que se le da una interpretación política diferente por cada parte, mientras que el conflicto, al que se llama así para evitar llamarlo guerra, es el enfrentamiento entre dos voluntades que provocan incidentes para mostrar al adversario la capacidad de hacer daño.

Las guerras dejaron de declararse, pero existen, por más que se emplee el eufemismo de "ausencia de paz" o cosas parecidas. Se usa esa semántica arrastrados por el "buenísmo" de utilizar términos políticamente correctos y la adopción de la peculiar terminología económica, esa que habla de "crecimiento negativo" cuando quiere decir que la cuestión mengua. Dado que la corrección en el lenguaje dejó de ser una cualidad en la vida política para caer cerca del insulto visceral, lejos del razonamiento lógico, vale la pena ser incorrecto en sentido contrario para recuperar raciocinio y llamar a las cosas por su nombre.

Lo que pasa en el Golfo de Omán tiene visos de una guerra. Todavía lo es de baja intensidad, pero lo es, porque existe un enfrentamiento de voluntades políticas aunque, hasta el momento, los incidentes dejaron al margen pérdidas de vidas humanas. Ni que decir tiene que a nadie le repugna tanto la guerra como a un soldado porque, ya sea por activa en el combate o por pasiva al mitigar sus consecuencias, vive el sufrimiento en carne propia. Ya lo dijo el general estadounidense MacArthur en la vida real y se lo recordó a una asesora política en la ficción el desaparecido actor británico Alan Rickman, teniente general Frank Benson en la película "Espías en el cielo": "Nunca le digas a un soldado que no conoce el precio de la guerra".

Por seguir con la corrección militar y la incorrección política, en una guerra nada es equiparable a la victoria. El sueño del político es vencer sin combatir y el objetivo del militar es hacerlo sin bajas. Pero mientras que los sueños de una victoria sin combate son parte de una utopía imposible, el afán de la milicia por conseguirla sin bajas, propias por supuesto y ajenas por demás, es real. Al fin y al cabo, una victoria sin bajas vale por dos. Por otro lado, apreciar la contribución de los aliados y reconocer el valor del enemigo marca la postrimería de una guerra. Igualmente es real que quienes se quedan al margen, porque ni son aliados ni enemigos, se ven fuera de los beneficios de la victoria. Baste con recordar lo sucedido en Europa tras la Segunda Guerra Mundial con el Plan Marshal.

Así las cosas, de vuelta a la mar, en el Golfo de Omán y al océano Índico, la retirada de la fragata española de la agrupación estadounidense hace unas semanas, da por seguro que militarmente España dejará de combatir, pero también de vencer. Ni una cosa, ni la otra. Sorprendió ese guardar silencio político y comunicar la retirada por canales militares. Fue como afirmar que la decisión política se sustentó en una imposición militar, algo prácticamente imposible. Mucho más probable es que prevaleciese el deseo de desvincularse políticamente de las consecuencias.

La desvinculación política de lo militar viene de atrás. Primero lo fue económica con la reducción de recursos para las Fuerzas Armadas tras la caída del muro de Berlín, después conceptual con la definición por Naciones Unidas de las operaciones de paz, el abandono de la posibilidad de combatir de la Unión Europea al incorporarlas como tareas prioritarias para la milicia y finalmente burocrática al vincular a la administración civil elementos esenciales de la milicia como la toma de decisiones sobre las personas que la componen y las armas con las que debe combatir en cada momento. Así pues, a la espera de lo que pase en el Golfo de Omán, ya sin la fragata española presente, se verá la influencia que el resultado tenga en el futuro del mundo y, aunque la ausencia española se asumirá militarmente sin problemas por Estados Unidos y otros aliados europeos en la zona, Gran Bretaña y Francia, hay que pensar que la desvinculación del discurso político de lo sucedido puede llevarnos a ese limbo en el que se alojan los desaparecidos, los "no alineados", eso que sin ser enemigos tampoco fueron amigos.

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