Tribuna

Raafael Lázaro

Escritor

Lo que nos espera

Quizá con el proyecto federalista, al menos a corto plazo, haya café para todos, pero para unos más que para otros

Lo que nos espera Lo que nos espera

Lo que nos espera

Cuando el PSOE o mejor dicho, su secretario general empieza a dialogar y, a continuación, a pactar con el partido socialista de Cataluña, el resto de los españoles ya sabemos que terminaremos pagando la factura. Así lo hizo Zapatero que por satisfacer al aspirante Montilla y de paso a la izquierda catalana, suprimió de un plumazo el plan hidrológico nacional que hubiera resuelto de una vez y para siempre, entonces de verdad, y no como aseguraron otros dirigentes socialistas provinciales más tarde, el gravísimo problema de escasez de agua que padece nuestra provincia.

Por la presente, otro secretario general, Pedro Sánchez, que terminará haciendo bueno y superando en improvisación a Zapatero, anda en conversaciones con sus colegas catalanes para conceder nuevos privilegios a una de las regiones de España, que, es verdad, sabe presionar como nadie. El partido socialista en Cataluña, que es tan nacionalista como otros que así se definen explícitamente, y no desde ayer, sino desde hace muchos años cuando el PSOE en Cataluña cometió la villanía de entregarse con armas y bagajes a la burguesía progre catalana encabezada por Maragall; el PSC, repito, persigue los mismos objetivos que Esquerra, el PDCat (Convergencia) y otros más radicales. Ese objetivo no es otro que la creación de un estado catalán. Basta observar su insistencia en la idea de construir un estado federal, que ellos entenderían como confederal, que no es lo mismo.

Resulta inverosímil que tantos próceres socialistas, y muchos socialistas de base de fuera de Cataluña, no entiendan que cuando se habla de un estado federal se está reconociendo implícitamente la existencia de un conjunto de estados dentro de otro de mayor entidad. No existe federación posible sino la de estados diferentes. El mismo concepto de federación ya encierra la existencia de ellos. Los estados federados existentes en el mundo así lo demuestra: república federal de Alemania, EEUU de América, república mejicana, etc.

Y ahí reside realmente el peligro de una efectiva secesión. Cuando los estados están unidos por vínculos de fidelidad y creen en una patria común como los mencionados, no existe ese problema. Pero, ¿alguien confía en España en esa fidelidad de los nacionalistas catalanes? La historia reciente nos confirma que no es posible. Que quede claro de una vez. Los nacionalistas catalanes quieren un estado propio e independiente totalmente. Creo que dar un paso hacia el federalismo sería un paso en falso que a medio plazo nos llevaría de nuevo a un estado de frustración que no nos merecemos.

Lo más grave de esta situación es que el PSOE, o al menos sus dirigentes, son conscientes de que este sería el futuro que nos espera; pero sea por cinismo, cobardía o cierto rencor larvado de parte de la izquierda al concepto e idea de España como patria común de todos los españoles (quizá proveniente del origen y matriz de esa unidad), están permitiendo que el conflicto se legitime y agudice.

Si a ello añadimos la funesta figura de un dirigente para el que todo, pero todo todo, vale para alcanzar el poder; un dirigente que ha arrinconado a algunas de las cabezas más sensatas del socialismo a base de visceralidad y retórica radical, podemos predecir un futuro nada halagüeño para los españoles, y menos aun para los andaluces. Quizá con el proyecto federalista, al menos a corto plazo, haya café para todos, pero para unos más que para otros. Andalucía desde luego se encontraría entre los segundos.

Del PP no espero gran cosa. Como siempre terminarán cediendo a las presiones de la izquierda. Huérfanos como están de proyecto e ilusión (se autodefinen como gestores, funcionarios de la política), se acomodarán de la mejor manera a la nueva situación usando el confortable colchón de votos que, por el momento, no encuentra refugio en otra parte.

A unos y otros hay que decirles que existen soluciones para mantener la unidad de España. Todas, insisto, todas las legalmente existentes en nuestro ordenamiento jurídico, pero también las de la convicción para debilitar un proceso que se ha dejado podrir durante demasiado tiempo

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