Tribuna

Javier Soriano

Coronel en la reserva

El genocidio de Katyn

Una década después de aprobarse la Resolución de 2 de abril de 2009 del Parlamento europeo, esta ha quedado envuelta en el silencio mediático

Se cumple una década de la aprobación por el Parlamento Europeo de la Resolución de 2 de abril de 2009, sobre la conciencia europea y el totalitarismo, basada, entre otras, en la Resolución 1481 de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, de 25 de enero de 2006, sobre la necesidad de una condena internacional de los crímenes de los regímenes comunistas totalitarios.

Destacar de la Resolución sobre la conciencia europea y el totalitarismo, entre otros aspectos, lo que dice en los considerandos: "los historiadores concuerdan en que no es posible interpretar de forma objetiva los hechos históricos y que no existen narraciones históricas objetivas; que, no obstante, los historiadores profesionales se sirven de herramientas científicas para estudiar el pasado y tratar de ser lo más imparciales posible", "ninguna institución o partido político tiene el monopolio de la interpretación de la Historia ni puede pretender que su interpretación sea objetiva" y que "las interpretaciones políticas oficiales de los hechos históricos no deberían imponerse mediante decisiones mayoritarias de los parlamentos y que un parlamento no puede legislar sobre el pasado".

En base a esta Resolución, en ese mismo año 2009, el Parlamento Europeo declaró el 23 de agosto como el Día en Memoria de los Crímenes del Estalinismo y el Nazismo. Pero pese a las atrocidades cometidas por los comunistas, este Día no fue acogido con entusiasmo por la extrema izquierda y parte de la izquierda europea, como era de esperar. Tal es el caso que en 2017, ejerciendo la presidencia del Consejo de la Unión Europea el Gobierno de Estonia (julio-diciembre), el Gobierno de Grecia rechazó la participación en la celebración de este Día.

La respuesta que, en forma de carta, dio el ministro de Justicia del país báltico, Urmas Reinsalu, al Gobierno de Atenas, fue muy contundente. Entre otras ideas, escribía: "No pretendemos entrar en un gran debate sobre la historia de Europa en el siglo XX. Esa tarea le corresponde a los expertos: historiadores, juristas, filósofos, politólogos… Nosotros somos políticos. Nuestra tarea es proteger los valores y las virtudes de nuestra sociedad, entre los que hay principios irrenunciables como los derechos humanos, la democracia o el imperio de la ley. Y, en la medida en que el nazismo, el fascismo o el comunismo niegan esos principios, no podemos hacer otra cosa que oponernos a esas ideologías y movimientos políticos". "El nazismo y el comunismo se arrogaron el derecho a aplastar países y sociedades, todo en nombre de un futuro utópico que nunca llegó. Millones de personas fueron oprimidas para ser "reeducadas". Otros muchos millones sufrieron la miseria más abyecta. Y, por supuesto, también fueron millones los que fueron desplazados o asesinados". "Cuando digo que en el comunismo no puede haber libertad, democracia e imperio de la ley, lo digo porque sé de lo que hablo. La historia nos lo demuestra. El comunismo ha sido intentado en todos los continentes, con la salvedad de Oceanía, y el resultado siempre ha sido el desastre económico y la destrucción gradual del imperio de la ley. Y la factura en términos de vidas humanas perdidas ha sido muy costosa. Hablamos de millones de personas fallecidas y no podemos permitir que algo así vuelva a ocurrir".

La aprobación de esta Resolución queda plenamente justificada por los genocidios cometidos en el pasado siglo XX tanto por los nazis como por los comunistas. Hechos como los acaecidos en los bosques de Katyn entre abril y mayo de 1940, tras la invasión de Polonia por parte de los soviéticos, poco después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, así lo demuestran. En septiembre de 1939, la Unión Soviética conquistó la parte de Polonia acordada por Hitler y Stalin, capturando numerosos prisioneros polacos. De estos, se estiman en 22.000 los asesinados en Katyn. Estos asesinatos se complementarían con otros realizados a lo largo y ancho de la URSS en los que se liquidaría a otros 15.000 polacos presos, con la intención evidente de exterminar a las clases dirigentes polacas. Las potencias occidentales no quisieron saber nada de estos crímenes, y se pusieron del lado del verdugo, Stalin. La URSS no reconoció su autoría hasta 1990.

Una década después de aprobarse la Resolución de 2 de abril de 2009 del Parlamento europeo, esta ha quedado envuelta en el silencio mediático, y quizás sea porque a algunos no les guste que iguale comunismo y nazismo.

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