A ESTE paso entiendo que VOX no va a tener que gastar ni un solo euro para pagar su propaganda de cara a las próximas elecciones europeas, autonómicas y municipales del próximo mes de mayo.
Salvo en el caso de la irrupción de Podemos en el panorama político nacional, creo que no ha existido en nuestro devenir político un caso semejante al que está ocurriendo con VOX. Son los que en teoría se entiende que sean adversarios políticos, incluidos los medios de difusión afines a la teóricamente izquierda, los que están haciendo al nuevo partido de Abascal la más eficaz labor propagandística que, a no dudar, va a tener reflejo muy positivo para VOX en las próximas campañas electorales.
Tomemos como ejemplo lo ocurrido a las puertas del Parlamento de Andalucía al inicio de la sesión de investidura del futuro gobierno. Al amparo de unos postulados que son de casi unánime aceptación pra la inmensa mayoría de los ciudadanos, como son la condena al maltrato a la mujer, la no renuncia a la conquista de una igualdad entre hombres y mujeres y la no discriminación en razón de sexo, raza o religión, han aprovechado los manifestantes ante el Parlamento Andaluz unos mensajes atribuídos a VOX para pretender descalificar al futuro Gobierno como tripartito, de ultraderecha, xenófobo, machista e incluso racista; todo ello subsumido en un apelativo tan viejo como "fascista".
Paso por alto el que gran parte de los manifestantes ante el Parlamento eran miembros de las Consejerías y Delegaciones provinciales del extinto gobierno de Susana Díaz, o vinculados a algunas de las empresas creadas por la Administración paralela a la Junta, fácilmente identificables entre las primeras filas de los "guardianes de la Democracia" que; por peligrar sus puestos de trabajo o medios de subsistencia personal, estaban prácticamente obligados a asistir a dicha concentración.
También quedó patente la vieja resurrección de las manifestaciones "franquistas", propias de otros tiempos, en las que se resucitó la antigua técnica del autobús pagado, el bocadillo incluído y la retribución del tiempo de desplazamiento, como trabajo efectivo en los órganos de la Administración y de empresas ligadas a la Junta.
No debe dejarse en el olvido el hecho de que resulta, cuanto menos incongruente, el protestar airadamente por la política de un Gobierno que, ni tan siquiera ha sido constituido; es más, cuando aún no ha sido expuesto el programa de actuación de éste, ni tampoco pueden ser analizadas unas actuaciones o disposiciones concretas que todavía no se han producido.
Resulta muy significativo el comparar lo ocurrido en la investidura de Moreno Bonilla con la del entonces candidato del PSOE, Pepe Griñán, en el 2012. En aquella ocasión, Javier Arenas, en votos populares ganó las autonómicas andaluzas al igual que ahora ha hecho Susana Díaz; pero por la agrupación parlamentaria de los diputados elegidos por Izquierda Unida, sumados a los obtenidos por el PSOE,desbancaron a Javier Arenas del sillón presidencial de la Junta; es decir, que ahora nos encontramos ante una situación idéntica; sólo que a la inversa de lo ocurrido en 2012.
¿Cuáles han sido las reacciones del PSOE y del PP ante estas dos situaciones idénticas?
En 2012, el PP aceptó democráticamente los resultados; pero, en esta ocasión y desde la misma noche en que se conoció el resultado electoral, desde el PSOE y también desde Podemos, se manifestó únicamente la intención de ganar "en la calle", lo que el resultado de las urnas les había negado.
Dejo a juicio del paciente lector la conclusión de identificar la reacción de nuestros representantes políticos ante estas dos realidades y la calificación que las mismas merecen junto a la reflexión que a cada cual le merezca el comportamiento constatado de nuestros representantes políticos.
¿Realmente nos merecemos los andaluces los políticos que tenemos?
Lógicamente y por respeto a los votantes, debemos dar a quienes nos van a gobernar, un mínimo de compás de espera antes de calibrar, y aún menos denostar,al futuro Gobierno que surgirá de la investidura de Moreno Bonilla para darle la oportunidad de plasmar en hechos o disposiciones concretas algunas cosas que justifiquen el cambio que han votado y desean los andaluces.
El balance de las casi cuatro últimas décadas, honradamente, ha dejado mucho que desear y no es ese el camino ni el ejemplo que ha de seguir el nuevo Gobierno.
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