Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Los héroes del silencio

Estos cambios impulsados por la tecnología y la globalización dejan prácticamente las cosas como están en el relato de Leguineche

Los héroes del silencio Los héroes del silencio

Los héroes del silencio

La memoria se confunde con el paso del tiempo hasta desvirtuar lo que realmente pasó. Así pues, recuperar el pasado pasa por releer documentos, las crónicas de quienes dedicaron tiempo a escribir la verdad observada, para que la veracidad deje de filtrarse hasta perderse en una ficción interesada.

Desde hace años conservo la recopilación que Manuel "Manu" Leguineche y Gervasio Sánchez, dos periodistas de pro, hicieron de artículos de reporteros de guerra a raíz de la muerte de Miguel Gil y Kurt Schork en Sierra Leona en mayo del año 2000, escritos con la guerra de fondo y la vivencia personal en primer plano. Una visión particular del conflicto humano por antonomasia, desde la óptica objetiva del informador en la mayoría de los casos y con sesgo partidista en los menos. Releer los dos últimos capítulos, la aproximación histórica de la existencia de los corresponsales de guerra y las reflexiones sobre la guerra y el periodismo, permiten, además de hacer memoria de hace veinte años, analizar los cambios en la visión de los conflictos armados en las dos primeras décadas de este siglo.

La evolución de las crónicas de guerra se acompasó al progreso de los medios de comunicación. Ya decía Leguineche que la Segunda Guerra Mundial tuvo a la radio como aliada, la de Vietnam se transmitió por televisión y la del Golfo o de Kosovo se propagó como una realidad virtual. Ahora, la esencia de la guerra persiste, pero cambiaron las formas de contarla. Cambios que tienen que ver con nuevos espacios de enfrentamiento, A los tradicionales teatros terrestre, marítimo y aéreo se unió el espacio en la segunda mitad del Siglo XX y, en esta última década, el ciberespacio, ese mundo donde los unos y los ceros de un ordenador se convierten en imágenes, órdenes y lanzas con las que abatir al enemigo.

Está claro que la tecnología da nuevas posibilidades para combatir, pero paradójicamente, mientras que las fuerzas armadas se afanan por evitar daños colaterales con armas de precisión y el uso limitado y proporcional de la fuerza, sus antagonistas se afanan precisamente en lo contrario, en producir el mayor daño posible al entorno social para presionar a gobiernos e instituciones. La razón de todo ello está en que el objetivo de esos nuevos actores a los que me niego a llamar combatientes, se aleja cada vez más de alcanzar una victoria militar y se centran en producir una derrota social. Estos cambios impulsados por la tecnología, los medios de comunicación y la globalización dejan prácticamente las cosas como están en el relato de Leguineche. Dan un paso más en la tendencia al alza del conocimiento tecnológico. Así suman, a la realidad virtual de los últimos conflictos, una nueva etapa en la que son las redes sociales las que proporcionan el soporte para hacer la guerra.

Así pues, los debates que se planteaban sobre compromiso político u objetividad a la hora de contar lo que sucede, o la censura y los límites de la información impuestos a los corresponsales "empotrados" en unidades militares parecen estar superados, ya que cambiaron los destinatarios de la información. Ni políticos, ni militares, ni tan siquiera los colectivos son los principales receptores de las crónicas, son los individuos a título personal el destinatario final.

Al releer esa visión de los corresponsales de guerra de hace dos décadas para refrescar la memoria (Dios me libre del pecado de seguir la moda de reescribirla), la pregunta que me surge es ¿qué cambió de las crónicas de entonces a los reportajes de hoy? La respuesta está en los nombres propios. Mientras que en el pasado las citas en las noticias se concentraban en los generales al mando de las operaciones y permanecían en el anonimato todos los demás, hoy la individualización de la información reclama conocer al destinatario para producir un mayor impacto en su proceder, influir en su voluntad.

Este cambio tiene que ver con la permuta de objetivos que facilitó la tecnología, con esa manera de mostrar los conflictos armados, donde pesa más el error de un soldado que el acierto de un general, donde se busca a la víctima y se pasa por alto al protector, donde el villano terrorista atrae y el honrado soldado resulta aburrido. En el fondo, desaparecieron de las crónicas los héroes de silencio, nunca citados por su nombre y aparecieron los miserables del griterío mencionados con letras luminosas en cada teléfono móvil.

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