Tribuna

José Luis MartÍn Romero

Profesor de Geografía

Los incendios: geografía y ciudadanía

Los incendios: geografía y ciudadanía Los incendios: geografía y ciudadanía

Los incendios: geografía y ciudadanía / rosell

Resulta difícil para el que suscribe y para la inmensa mayoría de la ciudadanía no estremecerse ante las pavorosas imágenes que estamos viendo en las últimas semanas de paisajes en llamas repartidos por toda la geografía española. Estamos asistiendo a una de las mayores y peores catástrofes que acontece en la madre Natura. Bien sabemos que todos los veranos de los últimos años se producen estos fatídicos eventos incendiarios y fenómenos calamitosos, pero en los últimos días los incendios han sobrepasado lo sucedido en tiempos pretéritos tanto en extensión superficial como en intensidad.

Durante este verano se están produciendo unos incendios que, en primer lugar, se extienden por muchos más lugares del país y por espacios diferenciados. Queremos decir con ello que ya no son estrictamente forestales -bosques, montes, pastizales-, sino que han abrasado a otros usos del territorio: viviendas de pueblos y aldeas, amén de las segundas residencias rurales, carreteras, veredas y caminos, granjas y terrenos netamente ganaderos, tierras de vocación y uso agrícola, tierras de pan llevar como dicen en Castilla o tierra calma como se la conoce en Andalucía.

Todos nos preguntamos por qué está ocurriendo está lamentable situación este año. Las respuestas son múltiples, ninguna de ellas totalmente convincente, pero en el imaginario colectivo de la ciudadanía están el cambio climático y las olas de calor, ciertos fenómenos propios de la intemperie estival como son las llamadas tormentas secas, el abandono o despoblación del campo, aldeas y pueblos enteros, hecho geográfico mucho más abundante de lo que pensamos, sobre todo en tierras de las dos Castillas, Aragón y Extremadura, la disminución de la cabaña ganadera extensiva, la escasez o ausencias de trabajos silvícolas en prevención de incendios y la negligencia humana y la maldita intencionalidad por parte de unos pirómanos.

Un simple y breve repaso por la geografía española nos lleva a muchísimos lugares. Se ha llegado a producir en el suelo hispano más de una treintena de graves incendios en el mismo día, según fuentes oficiales. Entre los numerosos lugares afectados este verano mencionemos el de la zamorana Sierra de la Culebra, donde se han calcinado más de 20.000 hectáreas, yen la misma provincia castellano-leonesa, en las comarcas del Campo de Tábara y Tierras de Alba, el incendio del pequeño municipio de Losacio, donde ha sucedido lo más grave en estos sucesos: la pérdida de dos personas -un bombero de una brigada contraincendios y un ganadero-. En la colindante región extremeña, al norte de la provincia de Cáceres y sur de la de Salamanca, el producido en la conocida comarca de las Hurdes y en el Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Las Batucas, municipio salmantino de Monsagro, con el desalojo de vecinos y cientos de hectáreas calcinadas; en tierras aragonesas, en la provincia de Zaragoza, en Ateca se llegan a calcinar más de 4.000 hectáreas.

En la provincia de Ávila, en Cebreros, hemos podido ver el obligado y urgente desalojo de muchas familias de sus hogares. En la verde Galicia, la comarca lucense de la Sierra del Caurel y la Riviera Sacra, así como en la catalana comarca del Bages o de Manresa alargan esta penosa lista. Y si nos fijamos ahora en nuestra comunidad autónoma de andaluza, un año más el producido en la provincia de Málaga, el de los Reales de Sierra Bermeja -municipios de Marbella y Benahavís; el de la cara norte de la Sierra de Mijas en la misma provincia que además del desalojo de muchas familias ha obligado al cierre de carreteras en los vecinos de Alhaurín el Grande, Mijas y Alhaurín de la Torre. En la provincia gaditana el fuego no sólo ha calcinado buenas tierras de labor o de cultivo en la campiña de Jerez, sino que incluso obligó a varias familias de campesinos y a las religiosas franciscanas del famoso convento de La Cartuja de Jerez a salir de la clausura. Señalemos también el peligro de los incendios para el tráfico rodado, como ha sucedido en la autovía del 92 por las dificultades atmosféricas, debido al humo procedente del incendio en tierras de la granadina población de Baza.

Ante la lamentable situación que hemos trazado de forma simplificada, cuál puede ser la actitud, la respuesta y el comportamiento de la ciudadanía, sin duda un asunto harto difícil donde los haya. Pensamos que es primordial aplicar a nivel individual el principio de precaución; esto es, siempre la máxima cautela en los trabajos, salidas y paseos o viajes; colaborar fielmente con las indicaciones y consejos de las autoridades y administraciones públicas implicadas en estos sucesos. Pensemos que el bosque, el monte, la tierra de labor o el camino incendiado es patrimonio de todos, pues los beneficios ambientales que de ello se derivan a todos nos afecta y, a sensu contrario, las consecuencias y los consiguientes problemas y perjuicios derivados de los incendios a toda la ciudadanía le afecta de alguna manera. Para concluir estas líneas no queremos olvidar la ingente y arriesgada labor que realizan los componentes de los numerosos equipos de bomberos, pilotos, técnicos, cuerpos de seguridad de las distintas administraciones públicas, desde los ayuntamientos hasta los miembros de la UME. Con todos ellos la ciudadanía debe no sólo colaborar, sino también estar extremadamente agradecida por su arduo trabajo en beneficio de la comunidad.

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