Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Univesidad de Almería

Una joya literaria en los viejos anaqueles

Alguna vez, he pensado que en «Naufragios y comentarios» están los antecedentes de la literatura de los hechos

Una joya literaria en los viejos anaqueles Una joya literaria en los viejos anaqueles

Una joya literaria en los viejos anaqueles

Aveces, leer es una aventura espiritual y mirífica que avisa, al instante, que el texto que tienes en tus manos es una joya literaria por la luminosidad de la escritura, por su técnica y por su sapiencia. Esto es lo que ocurre con «Naufragios y comentarios»; «Relación, que dio Álvar Núñez Cabeza de Vaca de lo acaecido en las Indias en la armada donde iba por Gobernador Pánfilo de Narváez», en el original; tesoro textual, publicado en 1542. La obra está estructurada en un proemio y treinta y ocho capítulos. Las relaciones entre ficción y realidad son una de las constantes de este joyel, que tiene unos indudables valores históricos, etnográficos y antropológicos, pero, sobre todo, literarios, ya que estos últimos superan a los primeros. Álvar Núñez narra los hechos que ocurrieron a los cuatro únicos supervivientes de la expedición a La Florida, que fue comandada por Pánfilo de Narváez en 1527. Las calamidades, las vicisitudes, el cautiverio, los peligros, las aventuras, durante el periplo, son narradas con una maestría, que convierte el texto en un preciado compendio, donde la literatura anuncia los consecuentes con un concepto que tanto se asemeja a planteamientos que, con el advenimiento de los siglos, haría suyos el nuevo periodismo. Las inclemencias del tiempo, diluvios y lluvias torrenciales, la lucha por la vida, el hambre son caligrafiadas de tal manera que lo cronístico y lo literario describen sus mejores páginas con la sublimidad del escritor.

El recorrido por diferentes poblaciones y tribus indígenas, la esclavitud, la desesperación y la esperanza por volver a ser son fotografiados, desde el primer capítulo al último, el XXXVIII, con la prosa de un narrador que tantos puntos de encuentro tiene con la novela picaresca, especialmente con el «Lazarillo». La adaptación a la forma de vida de los indígenas es reflejada con una hermosa escritura, por su profundidad, emoción y sinceridad. Cabeza de Vaca, convertido en curandero, para seguir viviendo, es un testigo de la existencia, transformada la dialéctica en página admirable de lo que significa escribir. El autor versifica la libertad con una concepción, que sería propia de filosofía hegeliana y kantiana, con todas las diferencias que se quieran. El recorrido del sur de Norteamérica, de este a oeste, y la llegada a México se hacen narrativa cervantina con la linealidad de los instantes; fotografiados con ese sentido del vivir tan quevediano. La vuelta a España, en 1536, es una odisea homérica, donde los fragmentos suman, uno a uno, los referentes de su magistral evocación. Álvar Núñez se puede considerar uno de los primeros españoles en defender los derechos de los indígenas. En el capítulo XXIII hay varios fragmentos que lo corroboran: «Y por el buen tratamiento que nos hacían, y porque aquello que tenían nos lo daban de buena gana y voluntad, y holgaban de quedar sin comer por dárnoslo, estuvimos con ellos algunos días. Y estando allí, vinieron otros de más adelante. Cuando se quisieron partir dijimos a los primeros que nos queríamos ir con aquéllos. A ellos les pesó mucho, y rogáronnos muy ahincadamente que no nos fuésemos, y al fin nos despedimos de ellos, y los dejamos llorando por nuestra partida, porque les pesaba mucho en gran manera».

Historia y ficción, crónica y leyenda, narración y creatividad hacen de «Naufragios y comentarios» una obra esencial e imprescindible para conocer tantos y aspectos de la época: desde el filológico y literario, al histórico y social, antropológico y etnográfico, como característicos del Nuevo Mundo, que descubrió Colón, cincuenta años antes de ser editada obra tan relevante. Al final, Cabeza de Vaca nos informa de las cuatro personas que sobrevivieron: «El primero es Alonso del Castillo Maldonado, natural de Salamanca, hijo del doctor Castillo y de doña Aldonza Maldonado. El segundo es Andrés Dorantes, hijo de Pablo Dorantes, natural de Béjar y vecino de Gibraleón. El tercero es Álvar Núñez Cabeza de Vaca, hijo de Francisco de Vera y nieto de Pedro de Vera, el que ganó a Canaria, y su madre se llamaba doña Teresa Cabeza de Vaca, natural de Jerez de la Frontera. El cuarto se llama Estebanico; es negro alárabe, natural de Azamor». Alguna vez, he pensado que en «Naufragios y comentarios» están los antecedentes de la literatura de los hechos; o sea, de fórmulas de las que se valdría el nuevo periodismo, casi cinco siglos después, para superar a la propia literatura. «A un escritor le está permitido todo, siempre que sea capaz de hacerlo creer. Eso, en general, se logra mejor con el auxilio de ciertas técnicas periodísticas, mediante el apoyo en elementos de la realidad inmediata». No sé si Tom Wolfe y el gran Talese estarán de acuerdo. Pero dicho queda, tras haberme reencontrado con esta maravilla literaria en los viejos anaqueles.

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