Tribuna

Javier Soriano Trujillo

Coronel en la Reserva

Al leridano Gaspar de Portolà

El fin de este monopolio castellano en Ultramar, facilitó la llegada a América de un gran número de catalanes al servicio de la Corona española

Casi Es tal la obcecación de los "pacíficos/pacifistas" independentistas catalanes en su lucha por una república federal (en minúscula) y en contra de la Monarquía Constitucional (en mayúscula), que no quieren saber que fueron los monarcas de la Casa de Borbón los que, tras su victoria sobre los Austrias en la Guerra de Sucesión, cambiaron la política aplicada hasta entonces por estos de monopolio castellano en nuestros territorios de soberanía en Ultramar, abriendo el mercado americano a los súbditos de la antigua Corona de Aragón, y permitiéndoles ocupar cargos de responsabilidad en la administración de esos territorios, facilitando con ambas acciones la pujanza económica catalana. El fin de este monopolio castellano en Ultramar, facilitó la llegada a América de un gran número de catalanes al servicio de la Corona española. Así, es significativa la preponderancia de ellos en los primeros años de la historia de California, como Fray Juniper Serra, Gaspar de Portolá, Pedro Fages, Miguel Constanzó (ingeniero militar), Pere Prat de Montpellier (cirujano de S.M.), Pedro Alberni, y tantos otros. La consolidación de la colonización de la costa oeste norteamericana (Alta California) fue obra del malagueño José de Gálvez, Visitador de las Posesiones de Nueva España desde 1765. Para alcanzar este objetivo fue esencial el establecimiento en 1768 del puerto de San Blas, en el actual estado mejicano de Nayarit, como base naval para las exploraciones. Al año siguiente, Gálvez organizó lo que se conoció como "la Santa Expedición", una doble travesía por tierra y mar para ocupar definitivamente la Alta California y hacer frente a la presión que desde el norte ejercían los rusos e ingleses. Por mar, los barcos San Carlos, San Antonio y San José, zarparon desde el sur de la Baja California con rumbo a San Diego, en cuyo puerto se quedaron debido al lamentable estado de sus tripulaciones, excepto el San José, que nunca llegó, dándose por desaparecido. Por tierra, la expedición se dividió en dos grupos, uno, liderado por el novohispano Fernando de Rivera y Moncada y el otro encabezado por un catalán (leridano), Gaspar de Portolá, al que se unió un mallorquín, el franciscano Fray Junípero Serra. El 16 de julio de 1769, el fraile fundó la misión de San Diego de Alcalá, la primera de la Alta California y origen de la actual ciudad de San Diego.

Mientras, Portolá continuó su progresión hacia el norte con la misión de encontrar y tomar posesión de la bahía de Monterrey. Pero lo que debió ser esta bahía, resultó ser un extenso brazo de mar que se metía tierra adentro y le impedía seguir la marcha hacia el norte. Este leridano acababa de descubrir la formidable bahía de San Francisco. Era el 4 de noviembre de 1769, de lo que se cumplen ahora los 250 años.

Al año siguiente, en 1770, se tomó posesión formal de Monterrey y se fundaron el presidio y la misión de San Carlos Borromeo. A partir de ahí, la presencia española en la Alta California se fue afianzando con los años. El mallorquín Fray Junípero llegó a crear 9 misiones y su labor fue continuada por otros religiosos

hasta ponerse en marcha un total de 21, que alumbraron conocidas ciudades californianas como Santa Bárbara, Santa Clara o las citadas Monterrey y San Diego.

Pero de la Santa Expedición, me gustaría destacar la figura de Gaspar de Portolá, militar y político, que luchó en las campañas de Italia (1741-48) y Portugal (1762 - Guerra de los 7 años) antes de servir en el virreinato de Nueva España, donde al decretarse la expulsión de los jesuitas, José de Gálvez le encomendó la tarea de hacerla efectiva, para lo cual se trasladó a la península de las Californias a mediados de diciembre de 1767, convirtiéndose en el primer gobernador de este territorio y descubridor de la bahía de San Francisco dos años después, y al que relevó en el cargo de gobernador el también leridano Pedro Fages. Posteriormente, ocuparía sucesivamente los cargos de comandante del puerto de San Blas y gobernador de Puebla (Méjico). Quizás motivado por esos grandes servicios a España, hoy en día, mientras que en California se recuerda a nuestro compatriota leridano Portolá con estatuas e incluso con el nombre de una ciudad en la bahía de San Francisco, en Cataluña, esta figura histórica natural de esa tierra y los hechos que protagonizó, están casi olvidados oficialmente, exaltándose a otras figuras de menor relevancia histórica que, convenientemente manipuladas, sirven de soporte a la impuesta historia nacionalista excluyente.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios