Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

El moño de Don Pablo

El moño de Pablo no es una metáfora que podamos hallar en una antología de Campoamor, ni en una estrofa de Núñez de Arce, sino en un poema milenial

El moño de Don Pablo El moño de Don Pablo

El moño de Don Pablo

El moño de Pablo no es una metáfora que podamos hallar en una antología de Campoamor, ni en una estrofa de Núñez de Arce, sino en un poema milenial, caligrafiado en el metro, a la hora punta, con mascarilla quirúrgica y la corbata anudada entre el Consejo de Ministros y el avión a Bolivia: el rey, en un extremo, y él, en otro. La castaña de Iglesias es un gif que ejerce el poder entre Sánchez y Carmen, la de Cabra, sin enumerar las horas del tiempo que Verlaine había soñado: la rima de la existencia y una madrugada de rock y blues. El chongo del líder de Unidas Podemos, antes de Vallecas, y ahora, de Galapagar y el Gobierno de colisión (no es una errata), es el refrán: «Quien a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija» (ya en El caballero de Zifar y en el diálogo de Pármeno con Sempronio en la Celestina, acto VIII): el reloj de la puerta del Sol, dando las doce campanadas en el mes de agosto, como en Bérchules: una borriquilla de la Alpujarra repartiendo tres mil kilos de polvorones: anís de Rute, la banda de música y el pasacalles. El perfil samurái del vicepresidente, a pesar de lo que diga la derecha, no tiene nada que ver con Caracas, ni con Teherán, sino con un look vanguardista, que no llega a ser vikingo, ni undercut, puesto que don Pablo no quiere parecerse a Sergio Ramos, desde que falló los dos penaltis contra Suiza, ni a Miguel Bosé, con la barba encanecida y las ojeras que lindan con la vejez. En el ejercicio de la ficción, le gustaría ser Gareth Bale, corriendo la banda, y David Beckhan, dando un pase de tacón. El look del ilustrado doctor Iglesias es el siglo XXI en un chiste de Eugenio y en una greguería de Gómez de la Serna, sin que tuviesen nada que añadir ni Tip, ni Coll, ni Gila, ni Chiquito de la Calzada: antes, el recuerdo y la memoria. El rizo del compañero de Irene es, también, tomar un cubata en la barra de una taberna: irrecordable nube de un amanecer en la movida, con la bohemia mirando al mundo. El peinado de don Pablo (nunca Pablete, ni Pablito, ni, menos aún, Pablín) es una chilindrina, que parece humor: un señor va al oculista y le dice al paciente: «¿Qué letra ve allí en la pizarra?». «La A». «No se precipite, por favor. ¿Qué letra es?». «La A…». «Está usted nervioso y me está poniendo nervioso a mí. Por última vez, ¿qué letra es?». «La A…». El oculista se acerca y dice: «¡Coño!, pues es la A».

El rodete de este político, barojiano y valleinclanesco, es manifestar con letra cursiva y negrita, pareciendo redonda, que Otegi y Bildu, por su apoyo a los presupuestos generales, participan en la dirección del Estado; mas con un micrófono oculto por el que se escucha en la agonía de las sílabas: «Vamos a Madrid a acabar directamente con ese régimen». El copete de este personaje, de teatro y parodia, es susurrarle a Inés Arrimadas: «¡Contigo iría, a ciegas, hasta el fin del mundo!», sin que se entere la ministra de Igualdad. El penacho del señor Turrión es comentar entre comillas latinas sobre la ex mujer de Carlos Herrera: «Azotaría a Mariló hasta que sangrase», para después convertir el enunciado, con la maestría de un cómico ambulante, en un chiste de Pajares. El tocado de este orador engelsiano es ser presidente sin que lo sepa Pedro, que tiene que pactar la reforma del poder judicial con el Partido Popular, aparentando que es Sagasta, y los presupuestos, con Bildu y Ezquerra, simulando que es Largo Caballero. El bucle de Iglesias es la voz de una métrica que Teresa Rodríguez y el Kichi recitan en el barrio de la Viña, entre una chirigota y un cuarteto, con una copa de manzanilla y un cartucho de pescaíto: calle del Tinte y la plaza de san Antonio: el sol de la Caleta, entre Cádiz y la Habana.

Finalmente, el man bun de don Pablo es pedir, ante la hipocresía de unos, a la derecha, y otros, a la izquierda, que se celebre un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental. A Iglesias, lo que es de Iglesias, por esta reivindicación tan sublime.

Agora sí, hay que elogiarlo, como si fuese Ferrán Torres, poniéndole letra a un hat-trick. Usted ya no es el Coletas, sino un tuit que se hace viral y un meme, en el telediario de las tres. Se ha puesto el traje y la corbata. Ha permutado Alcampo por Zara. Con pendientes de coco y sin pirsin. Pronto exclamará: «¡Viva el rey!». Eso sí: con el puño, en alto.

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