Tribuna

Javier Pery

Almirante retirado

Estar en el mundo

Estar en el mundo Estar en el mundo

Estar en el mundo

Nada devuelve tanto a la realidad como hablar con personas sencillas porque suelen estar llenas de bondad y de sentido común. Así recuerdo al alcalde de un pueblo serrano, que sentado en un poyo a la vera de la puerta de su casa, te hacía entender el por qué estaban las cosas como estaban, sin proferir ni una queja ni un reproche.

Cuentan que le preguntaron a Azorín sobre el secreto de su forma tan sencilla de escribir, a lo que contestó que lo hacía como todo el mundo, para contar algo, y después pasaba muchas horas delante de lo escrito para meter la sencillez. Algo así me sugiere la forma de ser de ese rector de ayuntamiento sin sueldo. Pensaba como todo el mundo, escuchaba mas que muchos y pasaba horas en silencio para meter la sencillez en sus palabras.

Contrasta esa forma sencilla de estar en el mundo con la complicada, vociferante e incomprensible manera con que se llevan hoy los asuntos públicos de mayor envergadura. Esos a los que llaman de alta política, aunque me temo que es alta porque se hace en algún piso más elevado que la planta baja donde se ubica la casa de ese alcalde, nada más. Y será por eso de alejarse cada vez más del suelo, por lo que la política se aleja de la calle, esto es de la gente sencilla, se complica, se marea con tanto elevar el tono de sus voces y bajar el nivel de sus razonamientos hasta hacerse incomprensible, y perderse en un sin sentido, el sentido común, con el vértigo de la altura.

En la milicia hay un principio, extraído de la experiencia, que establece con rotundidad que, en el combate, lo sencillo se vuelve complicado y lo complicado en imposible. Se puede entender que sea así porque hay alguien enfrente que quiere que sea así. La cuestión es por qué pasa algo parecido en estos tiempos en la vida pública cuando se tiene todo a favor. Ya se ve lo complicado que resultan las soluciones sencillas a la hora de ponerlas en práctica y como son de inviables los enredos complicados Y, como diría el matador de toros, además imposibles.

La sensación es que se olvida que regir una comunidad es administrar un bien prestado. El mismo servicio público que se demanda a un funcionario de la administración y algo menos que la entrega que se reclama a un soldado, la vida entera. Ya lo decía don José Patiño, el que fuera con Felipe V Secretario de Estado y de los Despachos de Guerra, Marina, Indias y Hacienda, miembro del Consejo de Estado, Gobernador de la Hacienda y Superintendente General de Rentas Reales: "Vine a servir y no a ser servido". Tanto fue así que, cumplido el préstamo de tantas responsabilidades, el buen administrador dejó a sus herederos únicamente el honorífico titulo de Grandeza de España. Nada de extrañar que así fuese. Al fin y al cabo ya lo era sin tenerlo. De tantas vueltas como se da a las posibles opciones para conformar gobiernos, la madeja política se enmaraña tanto que acaba con la paciencia de cualquiera. Quienes tratan de armar un ovillo a partir del lío que se tiene entre manos, para después tejer algo constructivo, se ven superados. El tiempo pasa y la falta de soluciones convierte en barbecho una buena cosecha. Vamos, que acaba con el aguante de cualquier cristiano, como diría un castellano viejo. Tanto es así que el devoto ciudadano termina por apartarse de ese mundo, del descomunal lío de la alta política, incomprensible para la buena gente, para refugiarse en ese otro sencillo donde pesa tanto el silencio para escuchar como la palabra breve para dar la razón a quién la tiene. Estar en este mundo lleva a aceptar lo complicado que unos lo hacen, pero también a reconocer lo sencillo en las soluciones de otros. Así pues, cuando todo se vuelve complicado y se llega al límite de la paciencia, el mejor refugio que se puede encontrar está en esa gente sencilla como el alcalde del pueblo serrano que, tras una vida con las manos en el volante de camión, hacia sencillo lo complicado y apartaba por imposible lo lioso porque ya sabía que eso era imposible. Estaba con los pies en la tierra, en este mundo y eso es mucho de agradecer.

(A la memoria de Severino Moreno, pensionista y alcalde sin sueldo)

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