Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Univesidad de Almería

La narrativa de Gómez Arcos

Porque entiendo que la obra de Gómez Arcos, el autor favorito de Mitterrand, adquiere su sentido en la universalidad

La narrativa de Gómez Arcos La narrativa de Gómez Arcos

La narrativa de Gómez Arcos

Mientras voy por la avenida Cabo de Gata oyendo el tráfico y con el periódico bajo el brazo, suena mi móvil. Recibo una llamada del insigne profesor de Teoría de la Literatura José Heras. Me saluda con su proverbial voz machadiana y me habla de un libro excelente, resultado de una espléndida tesis doctoral. Una obra imprescindible para toda persona que ame la literatura que sigue siendo la misma, aunque distinta, en la dimensión real del mundo. El tema está relacionado con un escritor almeriense, que nació en el hermoso pueblo de Enix en 1933. «¿Cuál es el título, Pepe?». «Uno tan sugerente como metaliterario y mirífico: La narrativa de Agustín Gómez Arcos. Interculturalidad y memoria». Hay títulos, que, por sí mismos, definen a un escritor, a una trayectoria y a una investigación. «¿Quién es el autor?». «Un joven profesor de Lengua y Literatura Española del Liceo francés de Madrid: Jesús Alacid García». La presentación tuvo lugar el lunes, 23 de enero, en el aula cultural de Unicaja. El acto comenzó a las siete de la tarde; justamente, cuando el periodismo y la poesía se reúnen sin sombra de duda en el silencio que el tiempo establece en su diálogo con la existencia sartreana o, tal vez, proustiana. Lleno en la sala. Saludos e ilusiones renacidas. Una vez más, el libro era el centro de la atención, con ese anhelo que esparce la vida en los momentos más emotivos. José Heras dirigió la palabra a los asistentes y presentó a los intervinientes. Miguel Gallego Roca, director del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería, habló en primer lugar. Felicitó al autor y agradeció al profesor Heras el que hubiera puesto en contacto a Jesús Alacid con la editorial de nuestra Universidad. Una edición limpia, resplandeciente como el enunciado de Borges sobre los libros: «Yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros, yo sigo llenando mi casa de libros». Páginas impresas que guardaremos en los anaqueles del alma. A continuación, intervino el director del Instituto de Estudios Almerienses, Francisco Alonso, que destacó la colaboración entre este centro y la Universidad. Denunció el olvido del universal novelista. Un autor preterido que, sin embargo, proyectó su narrativa, su teatro y su poesía por los amaneceres infinitos de la interculturalidad con ese rítmico interior de las palabras, que la sintaxis sueña por ser sencillamente ella misma en la odisea de los instantes.

Llega el turno del eximio profesor Heras. Magistral exposición de la biografía de Gómez Arcos; detalle a detalle, hasta encontrar las rimas existencialistas en fragmentos cervantinos que florecen en aquello que más queremos. De Enix, a Almería, donde estudió y fue alumno predilecto de Celia Viñas. Después: Barcelona, Madrid, Londres, Paris. El sufrimiento. La incomprensión. La marginación de un genio en la dura represión de la dictadura franquista, ajena a la sublimidad por su ignorancia y alevosía. Una época oscura y terrible en la que las horas viven sin saber siquiera que están agonizando. Ancladas en un interior que se reduce a la nada. Incapaces en su torpeza para definir una sola sílaba de la metalingüística literaria y, menos aún, para entender lo que escribía el gran almeriense. El conspicuo crítico literario comentó las claves del estudio de Jesús Alacid y adelantó su contenido con su dilecta vocación pedagógica; otra vez machadiana, en la comparación establecida con Juan de Mairena en la tarde de los sentimientos que perduran como un poema de Ismaíl Kadaré. Finalmente, se dirigió al público el autor del libro. Su intervención fue límpida como el mar de estos horizontes tan hermosos que contemplamos con el sol velazqueño que dora las aguas; aquí y allá, cuando acuden en multitud y nos tienden sus manos como si fueran metáforas albertianas, que homenajean la memoria en el universo de la interculturalidad. «L'agneau carnivore», «Bestiaire», «L'ange de chair», «Feu grand-père». Una lengua de adopción, el destino, versificado como una sinestesia que sale a la superficie con el dolor que tiene el recuerdo; cuando las lágrimas nadan en la orilla del llanto, que se cierne en una estrofa tan plural y arraigada que resuena en nombre de la libertad. Cuando vuelvo, Paseo abajo, y camino entre la métrica de la nostalgia, percibo que el mundo parece otro. Me acuesto con el deseo de que el alba se asemeje a la luz de los versos que todavía faltan por escribir. Porque entiendo que la obra de Gómez Arcos, el autor favorito de Mitterrand, adquiere su sentido en la universalidad. El río de la verdad hará posible que así sea. Una hoja tras otra. Un capítulo tras otro. En aquella noche que aún seguimos esperando. Queriendo decir lo que decimos: «Me han cerrado todo con el mismo estrépito con que lo hizo el franquismo».

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