Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

El naufragio de la verdad

Hay antecedentes de crisis de migraciones masivas por mar y son explosión provocada por un detonante inadvertido

El naufragio de la verdad El naufragio de la verdad

El naufragio de la verdad

La crisis que vive el Mediterráneo hace tiempo que dejó de serlo para convertirse en mal endémico. Si alguien la denomina así será porque, ignorante hasta hoy, se sorprende ante un fenómeno que está a la vista desde hace años. Otra cosa es la situación creada por los barcos dedicados a recoger el tráfico de esclavos de los pataches sin bandera, a esos seres humanos que huyen de todo y de cualquier sitio con la esperanza de un mínimo futuro de bienestar.

Ese continuo trajinar veraniego con personas sí forma parte de la crisis porque tiene una abrupta salida a la palestra pública que sorprende a gobiernos y administraciones. Lo es porque además hay alguien al otro lado que se enfrenta a los unos y descoloca a las otras y, como buen profesional del manejo de la opinión pública, es capaz de mantener la comunicación entre las partes para sostener el estatus quo, escalar o desescalar la tensión conforme a sus intereses. Es posible que se quiera interpretar de otra manera, siempre la habrá, pero todo encaja en la denominada gestión de crisis, algo que se enseña en las escuelas de administración pública en todo el mundo.

Si la verdad es la primera víctima de la guerra, como dijo Esquilo, la mentira es el verdugo en las crisis. Lo es porque, a diferencia del largo tratamiento jurídico que tuvo la guerra hasta abolirla legalmente en la carta fundacional de la Naciones Unidas, la crisis maneja más intenciones que hechos y ya se sabe que la intención tiene que ver con la sinceridad y la bondad de quien la propone. Hay que dar por seguro que una de las partes nunca lo es. Sin embargo tanto ir y venir de propuestas y contrapropuestas de una y otra parte y el desequilibrio entre los actores (altos funcionarios de los gobiernos y patrones de embarcaciones) crea la duda sobre la verdadera intención de encontrar una salida a la crisis.

Antecedentes de crisis de migraciones masivas por mar las hay y como todas las crisis son una explosión inesperada provocada por un detonante inadvertido. La escapada masiva de Cuba de "los marielitos" en 1980 es una de ellas en la que el detonante nada tuvo que ver con la mar sino con la invasión de una embajada por disidentes al régimen cubano. La aparente decisión liberal del gobierno cubano de abrir el puerto del Mariel para dar salida a los desencantados de la revolución se convirtió en un mecanismo para vaciar las cárceles de la isla de delincuentes comunes. Las intenciones detrás de los hechos dejaron a la luz pública la mentira de lo que realmente sucedía. La falsedad de Castro le hizo perder el pulso en su empeño de infiltrar más indeseables en los Estados Unidos de América y la mediática caridad de Carter las elecciones para la reelección.

La apariencia de lo que sucede hoy en el Mediterráneo es que las vacaciones de verano destaparon una realidad más profunda que afecta a la verdadera solidaridad y al ejercicio real de la autoridad. Parece que el desequilibrio entre el sur de Europa y el norte de África, puesto de manifiesto en la práctica totalidad de los índices de bienestar humano, se quiere contener en lugar de contrarrestar. Muestra de ello es que Europa, obnubilada con blindar unas lindes de las que no es responsable, se arma de medios para contener el fenómeno migratorio en una imposible frontera marítima en lugar de proporcionar, en la misma cuantía al menos, los medios humanos, materiales y económicos para que los ribereños del sur controlen por sí mismos lo que nace en sus aguas, que en este caso si son suyas.

A ello se une esa interesada caridad de organizaciones que, al margen de los gobiernos, usurpan funciones exclusivas de los estados, descubre el naufragio de la autoridad, ya sea por abandono de las responsabilidades que confiere a las naciones el Convenio Internacional sobre búsquedas y salvamentos marítimos (SAR) en un zona geográfica o la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar en el control de las actividades de los buques de su pabellón en la Alta Mar. Muestras de ello son la sorprendente existencia de la red Alarm Phone que alerta de antemano sobre el lugar donde se producirán los intencionados naufragios o la inacción de los gobiernos ante la infracción penal y administrativa que supone dedicar un buque mercante a una actividad para la que no fue inscrito en las listas oficiales de buques. En el Mediterráneo también naufraga hoy la verdad.

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