Tribuna

JOSÉ Mª MARTÍNEZ DE HARO

Escritor y periodista

La nueva izquierda

Ha quedado probado, Pedro Sánchez se muestra como un hábil jugador que dispone a su antojo de ases en la manga y finalmente suele ganar la partida. Poco importan los trucos o las trampas a las reglas de juego. Las normas, las suyas, la va imponiendo sobre la marcha y no mueve una ceja si le descubren en plena faena. La nueva izquierda tiene ese toque arrogante y ambiguo que le sitúa más allá del bien y del mal. Para asentarse en ese espacio aún por definir, la primera operación de gran calado político fue "matar al padre" embalsamando en vida a los ex dirigentes socialistas que protagonizaron la transición con el pabellón de la social democracia. A Sánchez y adláteres poco o nada importa el papel trasformador de aquella izquierda. Parecen convenidos que los verdaderos reformadores son ellos, todos los que integran la masa de la empanada gubernamental y el objetivo trasformador varía según las conveniencias y oportunidades para sostenerse en el poder a "toutte force ". A tal punto se emplean en esta faena que la primera maniobra apresurada fue podar las raíces del PSOE; aquel partido de ideas y proyectos sobre la sociedad, la economía y la Nación, ha mutado en una gestoría de provincias al servicio exclusivo del Secretario General y a gestionar la inacabable agenda de colocación clientelar. Todo este viaje encaminado a la consecución de un proyecto personal hay que reconocer que a Sánchez le va bien, incluso muy bien. Por méritos propios ha logrado escalar a "Gran Padrone" del PSOE en el sentido siciliano del término. Sus antecesores por muy relevantes que fueran carecen de influencia alguna en la militancia socialista.

Todo lo demás; las alianzas, pactos puntuales, renuncias, falsedades, medias verdades, hasta las verdades (muy pocas) son meros instrumentos de un fin superior que se reduce a la ambición personal. Es el antiguo arte de "birlibirloque" que se ha trasladado de los mercadillos y carromatos de feria a la política nacional sin empacho alguno. Y es también parte de la explicación por la que en España se suceden hechos inauditos imposibles de imaginar hace apenas unos años. Hierve la actualidad política en cada telediario y los titulares de los periódicos se desplazan apresuradamente por las ultimas "hazañas" del Gobierno, de sus socios y aliados y de las comparsas que alegremente apoyan en este "delirium tremens" de un país herido por la pandemia y acosado por la incertidumbre sobre el presente y el futuro.

Contra opiniones de los más veteranos, la realidad que muestran las encuestas es que todo, hasta el más temerario desvarío, está amortizado de antemano. Hay una afluencia de voluntades hacia algo desconocido hasta hora en democracia; la pulsación de una autodestrucción instada desde las áreas gubernamentales y sus órganos mediáticos e intelectuales. Si fueron largos años para decidir un proyecto de construcción nacional en el que se emplearon partidos de ideologías diversas; UCD, PSOE, PP y PCE, la tarea de presente y futuro parece consistir en la demolición de aquellas bases que establecieron un Estado de Derecho, una democracia y una Constitución de consenso, según la voluntad de los españoles.

Este complejo entramado de intereses lo protagoniza una "nueva izquierda" y podría tener explicación en la toma del poder de otra izquierda alternativa y bolivariana asociada a Sánchez. Para cualquier español que sepa leer resulta obvio que estos encendidos bolivarianos son rescoldos del rancio comunismo marxista estalinista que no sueña ya con proyectos sociales sino un desmedido afán en el uso y disfrute del poder ajeno a las reglas elementales de la democracia y en demasiadas ocasiones a la propia Ley. Y esto se hace muy visible porque los nuevos profetas, como suele ser habitual, vienen de la intemperie , de las inhóspitas cabañas de la diletancia con canapé de tortilla donde el concepto de productividad se asocia solo a los "pringados" que aceptan un puesto de trabajo como meta existencial. Varias generaciones de españoles demócratas vivían felices sin tener noticia de los neo comunistas bolivarianos. Habrá que explicarles que la milonga viene de lejos. Para no alarmar al personal esta nueva izquierda se califica a sí misma de "progresista", término voluble donde todo cabe. Cuando Francis Fukuyama afirmó que la historia había terminado con el final de comunismo, el "progresismo" surge con la misión universal de reordenar la historia y basa su determinación en una especie de "superioridad moral intachable" ignorando o negando cientos de millones de víctimas de la extinta URSS. En España la "nueva izquierda" y sus legiones de beneficiarios han tocado molla y no parecen dispuestos a despegarse del milagro de los dineros públicos "donde solo habita el bien" (Papá Maduro dixit). Con planteamientos tan elementales cabria esperar cualquier cosa por desmesurada que fuera y así se emplean en implantar conocidas técnicas de ingeniería social fabricando una serie de fetiches "enemigos del pueblo" y por ello expulsar del debate político y parlamentario. Están descritos en la triste historia de este país a donde conducen estos peligrosos actos de exclusión y repudio a las ideologías que son comunes de las democracias más avanzadas. También alentar las divisiones y enfrentamientos entre los confiados ciudadanos que durmieron y despertaron sin demasiados sobresaltos durante cuarenta y dos años de democracia parlamentaria y liberal.

Desde hace un tiempo en todo Occidente se libra una batalla contra la normalidad democrática establecida forzando el concepto revolucionario como liberador de opresiones previamente "instaladas" en el imaginario colectivo. Debajo de una pretendida "intelectualidad" la izquierda extrema se muestra como un subproducto "todo a cien" de aquella "gauche divine" regada de champagne. Los valores de la izquierda originaria se basaban en las clases trabajadoras, ahora se trata de las minorías identitarias y excluyentes movidas hacia objetivos de radical enfrentamiento como señala el manual de agitación y propaganda. En este contexto convulso se muestra arrogante la matriz comunista con los apoyos de quienes tienen como enemigo a batir la democracia liberal y la integridad territorial de España, burlar la Constitución y las Leyes y amedrentar las discrepancias.

Según encuestas, asombrosamente aquí y ahora no se observan síntomas de tal defraudación. Ni en la calle ni en la intención de voto ni en la realidad que asoma en los medios de comunicación. La operación está resultando un éxito hacia el único objetivo visible, la permanencia de Sánchez y sus aliados con el BOE bajo el brazo. Afirma Iñaqui Ellakuría que "España es un Estado fallido por la incompetencia de sus dirigentes y el servilismo de un pueblo que se distrae con cualquier trampantojo del Gobierno". Añadiré otra observación de Erasmo de Rotterdam; "la sabiduría no es sino guiarse de la razón. La estulticia dejarse llevar por el arbitrio de las pasiones". Que cada cual haga su propia conclusión de lo que acontece en la política española.

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