SUENA el reloj. Son las ocho en punto. Abren los quioscos de prensa de esta ciudad de mar universal con esas formas luminosas que parecen pinturas velazqueñas, intactas en la superficie de la ilusión. En la mesa, junto al portátil, un libro apasionante: «Aprender a escribir con Jane Austen y Maud Montgomery» de la hispanista y Premio Cervantes Intercultural 2014, Inger Enkvist. Fue editado por Fragua en 2015. Y en la memoria, estos versos de Rosario Castellanos como palabras que sueñan en la emoción del sentimiento: «¿Es grande el mundo? -Es grande. Del tamaño del miedo / ¿Es largo el tiempo? -Es largo. Largo como el olvido / ¿Es profunda la mar? Pregúntaselo al náufrago /». En las orillas soleadas de la mañana surgen preguntas que se convierten en respuestas cuando el silencio avanza inexorable y solitario por el camino elegido: ¿Quo vadis, Pedro Sánchez, con la disparatada teoría zapaterista de la nación de naciones, hecha presente de indicativo en la entrevista de Jordi Évole en «Salvados?». ¿Se decide, esta vez, Susana Díaz a coger el AVE en la estación de Santa Justa con la mirada puesta en la secretaría general, caiga quien caiga y lo cuestione quien lo cuestione? Aun con 68 abstenciones y 15 noes, el Partido Socialista debe volver a ocupar su lugar como formación imprescindible en la democracia española. Entre el PP y Podemos hay suficientes espacios en blanco para volver a caligrafiar la mayoría con la rúbrica de la socialdemocracia. Pero hace falta un líder o una «lideresa» que domine la sintaxis con un nuevo registro y sepa leer las claves del electorado a la luz de la realidad. Nuevo Gobierno. El eterno don Mariano, que mide los tiempos con la filosofía aristotélica del yo kantiano y el cronómetro de la contrarreloj, con el recuerdo de Jacques Anquetil en el instante literario del ahora, ha vencido con el enunciado celiano de que en España quien resiste gana. Aun cuando Gürtel y Bárcenas no sean una metáfora cualquiera. Hubo un tiempo en el que en su propio partido las intrigas eran un día sí y otro también portada y contraportada, mientras Pedro Jota lo convertía en el tema principal de su carta al director de los domingos, con esos párrafos que conjugan la historia con el intelecto y la sabiduría. Mas el señor de Pontevedra tiene una varita mágica que le permite salir victorioso de las etapas de montaña, no se sabe muy bien por qué designio divino. Salen Jorge Fernández Díaz, José Manuel García-Margallo y Pedro Morenés. Entran Cospedal, Zoido, Nadal, Serna, Dastis y Montserrat. A los primeros, que se han quedado atrapados en la soledad que se alza antes del alba, les convendría tener en cuenta aquel enunciado de John Lennon: «Una parte de mí cree que soy un perdedor y la otra parte cree que soy todopoderoso» y este otro de Jorge Luis Borges «Enterémonos bien: una derrota nunca es un fracaso. Fracaso habrá, si acaso, cuando no somos capaces de asumir la derrota». Luis de Guindos, Cristóbal Montoro y Fátima Báñez continúan. Pablo Casado, Javier Maroto y Martínez-Maíllo se han quedado mirando al infinito y la batalla entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal la ha ganado la primera sibilinamente. La ambiciosa vicepresidenta pierde la condición de portavoz, pero suma a su omnímodo poder el área de Administración Territorial y mantiene el mando sobre el CNI. ¿Un mensaje, una señal o ambas cosas a la vez en la carrera sucesoria? Las interrogantes llegan a Núñez Feijoo, que observa estos movimientos tácticos con calma budista.

«Al poder se sube casi siempre de rodillas. Los que suben de pie son los que tienen derecho a él», escribió José Martí con esa claridad que, pareciendo prosa, es poesía. ¿Qué piensa la oposición, sobre todo Ciudadanos, que es el partido que ha dado sus votos afirmativos a la investidura? Se habla de continuismo, sobre todo en el área de los asuntos económicos y se manifiestan dudas sobre si el perfil del Gobierno es el más adecuado a estos nuevos tiempos, en los cuales el pacto, la negociación y el diálogo conforman un triángulo donde las palabras no solo debe articularlas la política, sino también la literatura de la política. O sea, la dialéctica del entendimiento, algo ajeno al anterior Ejecutivo. «No preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, sino tan solo si marchamos por el mismo camino», enunció Goethe en el abstracto ajedrez de los sintagmas nominales. Sin embargo, este Gobierno, al no estar Andrea Levy, sigue siendo ajeno al «jazz» y al «rock and roll». A las chupas de cuero XS y a las cazadoras vaqueras remangadas. A «La Habitación Roja» y a la música «indie». El marianismo es inseparable de su misterio.

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