Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

El pago por un Peñón

El Peñón es una colonia porque lo es desde el siglo XVIII y porque lo reiteró Naciones Unidas en el XX y afecta a las relaciones directas entre España y Reino Unido

El pago por un Peñón El pago por un Peñón

El pago por un Peñón

La salida del Reino Unido de la Unión Europea este 31 de enero es tema de comentario y análisis continuo en los medios de comunicación. Lo es como un asunto de trascendencia económica fundamentalmente. Nada de extrañar, toda vez que la Unión Europea es una administración económica al fin y al cabo rediseñada poco a poco en una organización política inacabada.

Nacida al término de la Segunda Guerra Mundial del acuerdo de tres buenos creyentes en la necesidad de evitar nuevos conflictos en Europa: Konrad Adenauer, Robert Schuman y Alcide de Gasperi; tiene el origen en la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, una forma práctica de unir voluntades soberanas alrededor de una idea común: alejar el enfrentamiento entre las naciones europeas; mediante el control de dos elementos materiales de uso extensivo en la producción de armamento y en el desarrollo industrial: el carbón y el acero. Una manera inteligente de llevar las musas al teatro, de convertir una decisión política en una realidad, y hacerlo además sin que supusiera cesión de soberanía nacional por parte de nadie.

Ni que decir tiene que el éxito de este acuerdo se amplió para formar la Comunidad Económica Europea en la década de los años 1950, donde la primacía de los asuntos económicos era absoluta, si bien se incorporaban paulatinamente cláusulas políticas a los tratados. Un modo de ampliar, bajo cuerda, el margen de los acuerdos para establecer, más allá de la economía, un orden político europeo y, sobre todo, el control de la entidad que se amalgamaba. El resultado final de ese proceso se llamó Unión Europea donde la sucesión de políticas, más allá de la economía y las finanzas, pisan con frecuencia los límites de la soberanía nacional de sus miembros.

Cabe pensar que tanta imposición administrativa y tanta exigencia burocrática, influenciaría notablemente al Reino Unido a replantear una situación nacida en tiempos de la Guerra Fría y, a cuyo término, dejó el vacío de líderes capaces de aunar alrededor de una idea común, respetuosa con la soberanía de todos, como lo hicieron los tres próceres europeístas cincuenta años antes. Sin querer ser un actor principal de la competencia global desencadenada entre Estados Unidos de América, China y Rusia, el Reino Unido mantiene la voluntad de estar presente en ella, aunque sea para apoyar, acorde a sus posibilidades, a una u otra potencia en los distintos teatros geográficos y, en leal reciprocidad, recibir del actor global soporte a sus intereses nacionales.

Y llegado a este punto, a vueltas con la salida del Reino Unido de la Unión Europea, que tanta preocupación económica tiene para algunos, se plantea la necesidad de echar un vistazo hacia la cuestión de Gibraltar, ya que se corre el riesgo fundado y el peligro latente de reducir este tema, de absoluta naturaleza de nacional, en un problema económico local. Me explicaré, el Peñón es una colonia porque lo es desde el siglo XVIII y porque lo reiteró Naciones Unidas en el XX. Todo lo relativo a ella afecta a las relaciones directas entre los Reinos de España y el Unido de Gran Bretaña porque se trata de una cuestión de soberanía que afecta a todo un Estado, además de a la economía, y que concierne por tanto a la capacidad de decidir de todos los españoles.Esta tendencia a primar, si no reducir, los Asuntos Exteriores al tratamiento de cuestiones económicos, hacer una amalgama con la defensa de los intereses nacionales en el extranjero, la aceptación de gravosos postulados europeos y la encubierta orientación populista de la cooperación internacional, tiene el mismo peligro consumado del Tratado de Utrecht: dejar la negociación de Gibraltar en manos extrajeras. En aquel entonces fueron francesas, en este caso pueden ser de algún europeísta sin patria que quiera debilitar la posición de España, sin más.

Si el peligro es ese, airearlo para afrontarlo parece que interesa solamente a quienes navegamos por el Estrecho, llámense Carrascal, Liberal, Núñez o Moreno, y el riesgo de esa funesta posición sería aceptar, como hace unos años, que únicamente es importante el puesto de trabajo que los llanitos dan a nueve mil asalariados españoles y dejar al margen al cuarto de millón de personas del Campo de Gibraltar y a la totalidad de los españoles dueños de la soberanía del Peñón.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios