Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería Catedrático de Lengua Española de la UAL

La pajarita de Sánchez

La pajarita de Sánchez La pajarita de Sánchez

La pajarita de Sánchez

Don Insomnio tomó, no sé si el Falcon o el AVE, y se fue a la entrega de los Goya a Málaga: la Ciudad del paraíso de Aleixandre y Jorge Guillén, de Alfonso Canales y María Victoria Atencia, de Picasso y Ordóñez. La Malagueta y Gibralfaro. La calle Larios y la Alameda. El puerto y la leyenda. El Mediterráneo y la historia. Allí llegó, con esmoquin y pajarita, con la camisa blanca tailor made, pensando que era un galán del Siglo de Oro, de Lope o Calderón, cuando es el presidente de un Gobierno de coalición; el cual no adivinamos si está en el trapecio o en Torra. La pajarita de Sánchez, siempre Sánchez, con su semblante de delegado de curso, de intérprete de embajada, de actor de doblaje o de piloto de Iberia: gorra y uniforme. Sánchez, tan Sánchez, que ha convertido a Susana Díaz en hincha apasionada del sanchismo y a Irene Lozano, en secretaria de Estado del Deporte. Pronto hará a Junqueras presidente de la Generalidad y a don Quim, jefe de conserjes y mayordomos, que algún cargo tiene que darle.

La corbata de lazo de Sánchez no es la de Pessoa, ni la de Chencho Arias, ni la que se puso Gabriel Albiac en la entrega de los Cavia. El corchete de la humita de Pedro I el Temerario asomaba por uno de los laterales del cuello, como si fuera de papel de regalo: origami o papiroflexia. Sin tijeras, mi pegamento. Una moñita a la que, llegado el momento, escribirá un poema Irene X, escritora de tráiler y madrugada, de cine y escena, de rebeldía y ginebra, de vanguardia y ron: en la antología de las metáforas: un día, sin alba; una tarde, sin crepúsculo. Sola, verso a verso, en la página posterior a Proust, leyendo a Roberto Bolaño, cuando las doce no son las dos, ni las tres, sino la una: desierta, sin cambio de postura, mientras duerme; con su poesía de esperanza milenial: hoy somos y mañana seremos. La bow tie de Sánchez era un selfi mientras hablaba Almodóvar entre galardones y memoria. Allá, donde Keats no existe, ni Rilke, tampoco. Mar adentro, hace ya tantos años: Irene X, en Facebook o en la Casa del Libro: puerta con puerta, con la palabra que es sonido y anaquel. Ape Rotoma e Irene, juntos y reunidos, en la infinitud del silencio, que ahora es otra cosa. Como un latido que vive y nunca se ahoga en su métrica de bisturí y tango.

La butterfly de Sánchez, que también se puso Iglesias, don Pablo de Galapagar, vicepresidente del Gobierno, lo cual refiere el ritmo del blues: batería y guitarra; piano y altavoz. Los Goya, siempre los Goya. Almodóvar y Amenábar. Penélope Cruz y Barden. Aquí y aculla: al instante. Mas la pajarita de don Insomnio no es para el esmoquin o el frac, ya que tampoco es vintage o cool, sino para la foto del perfil de whatsApp y la sintaxis de Twitter. La corbata de moño de don Pedro no es la de Charles Chaplin, Fred Astaire o Frank Sinatra. Ni la de Marlene Dietrich o Katharine Hepburn. Tal vez soñó con que fuera la de James Bon, disfrazado de Sean Conney, Roger Moore, Pierce Brosnan o Daniel Craig: érase un hombre a una pajarita pegado. El mundo por montera. Sin saber si, en verdad, era Sánchez o un doble. Si el presidente del Gobierno, o el portero del Palace Hotel. Si el secretario general del PSOE, o un disyóquey de la Joy Eslava. El corbatín del Temerario: imagen y márquetin. En los puntos y aparte de sí mismo. Cuando el tiempo se sucede: allí donde el papel o la tela son una chirigota o un chiste, que se cuentan al revés. Para que el personaje de Almodóvar sea quien es y no otro. Con el fin

de que nada cambie en ese círculo: vedado e inaccesible; inabordable e inalcanzable. Como una sombra en la cual nos miramos hoy, cuando es ayer: los dos tomos de las Odiseas de George Chapman, entre el olor a tinta de lo que fue y ya no será. Seguiremos recordando lo que puso Fígaro en boca de la criada; «Vuelva usted mañana, porque el señor no se ha levantado todavía», Y, cuando don Pedro publique sus memorias, la pajarita ya no será crucigrama, sino hoja arrugada de no sabemos qué capitulo.

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