Tribuna

Almirante retirado

"De piratas y corsarios"

Los piratas eran y son depredadores de bienes ajenos por cuenta propia, mientras que los corsarios son gente de mar a los que una nación les otorga la potestad de enfrentarse a piratas

"De piratas y corsarios" "De piratas y corsarios"

"De piratas y corsarios"

La exposición "aTémpora" que se abrió en la Catedral de Sigüenza me devolvió a la mar desde mi retiro alcarreño. La inclusión de las banderas arrebatadas a Francisco Draque, alias Francis Drake en su lengua natal, por Sancho Bravo y Arce de Laguna y donadas en 1589 al cabildo catedralicio, me hizo recordar aquella distinción que el profesor de historia, Romeu de Armas, hacía entre piratas y corsarios. Porque, aunque las películas y los relatos novelescos los equiparen en sus narraciones, son dos estereotipos de marino que difieren mucho el uno del otro. Cierto que compartan técnicas de asalto, sobre todo durante los siglos XVI al XVIII en que España era, sin ninguna duda, la potencia marítima hegemónica, a la que unos y otros trataban de arrebatar bienes y posesiones.

Acostumbrados a ver como se magnifican las victorias ajenas y ningunear los triunfos de nuestros compatriotas, vale la pena recordar que este Sancho, bravo por apellido y por compostura, sobrino-nieto del Doncel que reposa recostado en la Catedral de Sigüenza, fue uno de los que avergonzó al pirata Draque, como lo hizo la flota española en el Golfo de México frente a la fortaleza de San Juan de Ulúa en 1567 y en las proximidades de Nombre de Dios en Panamá en 1572, la ciudad de El Callao en 1579, La Coruña unos años más tarde y San Juan de Puerto Rico en 1595, donde las baterías de Castillo de Morro y las fragatas de Téllez de Guzmán derrotaron sus sucesivos intentos de hacerse con lo nuestro. Todo esto sin contar la derrota como explorador que Juan Sebastián de Elcano le propició al dar la primera vuelta al mundo antes que él. Pero lo dicho, mientras unos proclaman sus victorias, ocultan sus derrotas y alzan a los vencedores a la categoría de héroes, los nuestros son vituperados y desprovistos de todo honor y gloria, sometidos al olvido oficial por el mero hecho de haberlo sido.

De vuelta a la disquisición entre piratas y corsarios, hay que matizar. Los piratas eran y son depredadores de bienes ajenos por cuenta propia, mientras que los corsarios son gente de mar a los que una nación les otorga la potestad de enfrentarse a piratas y enemigos. Así que, el pirata Draque, como el pirata Robert de "La princesa prometida", se dedicaba a expoliar a los demás para disfrutar del botín solamente allí donde nadie pudiera perseguirle. Lo hizo con la vida de los esclavos a los que sometió y vendió, así como con las mercancías de los barcos que apresó. Su fama y su dinero sirvieron para que la Reina de Inglaterra le diera patente de corso, esto es, potestad para hacer la guerra su nombre, Isabel I Tudor, e incluyera sus barcos en la lista oficial de buques de Royal Navy. Todo, con tal de que pusiera en el punto de mira en cualquier cosa española.

Piratas los hubo y los hay. Lo que sucede en el océano Índico, el Golfo de Guinea y en los Estrechos de Malaca son algunas muestras de ello. La existencia de una agencia para la protección marítima contra la piratería dentro de la Organización Marítima Internacional deja bien clara la prolongada preocupación por el tema. Sin embargo, la despectiva asimilación que se hace de corsarios y piratas parece olvidar que existieron los primeros, y me atrevo a decir que existen, en el siglo XX. Basta con recordar al "Kormoran" o el "Atlantis", dos buques mercantes germanos, reconvertidos en enmascarados cruceros de guerra, que mandados por oficiales de la Krieg Marine (Marina de Guerra Alemana) operaron durante la Segunda Guerra Mundial. Y más cerca en el tiempo, la infinidad de buques mercantes soviéticos que a las órdenes del Almirante Gorshkov actuaron como recolectores de información y naves de aprovisionamiento para la Marina de la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas durante la Guerra Fría.

La "patente" suponía la facultad para poseer armamento de guerra y hacer uso de él, con el respaldo de la nación. Así, durante años, a los oficiales de la Armada facultados para el mando se les denominaba formaban "cuerpos patentados" porque contaban con tal nombramiento real. Hoy pervive la fórmula de patente para los agentes y los buques de la Agencia Tributaria que forman parte de la Lista Oficial de Buques de la Armada y les confiere toda la legitimidad para actuar como "buques de estado" con total reconocimiento internacional. Lo dicho, la piratería es un delito que hay que combatir, mientras el corso es otra cosa.

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