Tribuna

Rubén san Isidoro

Periodista

La política del exilio

Recomiendo que las personas se formen, salgan del país, aprendan idiomas y acumulen experiencias

La política del exilio La política del exilio

La política del exilio

Un año después de emprender mi marcha hacia el Nuevo Mundo y habiendo regresado a mi tierra con tres maletas cargadas de experiencias, me formulo a mí mismo muchas preguntas, para intentar llegar a una conclusión. ¿Por qué dejé mi país? Aunque fuera por un período de tiempo determinado, tomé la decisión de dejar España al término de la carrera de periodismo que cursé en la Universidad Rey Juan Carlos. ¿Objetivos? Acumular experiencias y mejorar el inglés para construir un CV mucho más competitivo, pero siempre con el objetivo de aprovecharme de esa mejora para trabajar en España, o al menos esa ha sido mi intención final.

Antes de tomar la decisión de marcharme, elucubré otras posibles soluciones u otros países a los que acudir. No veía ninguna. Para empezar, tenía bastante claro que quería abandonar España de forma temporal por las pocas oportunidades de empleo de las que iba a gozar, así como lo complicado que habría sido afrontar otro desembolso económico en un máster, justo habiendo terminado la carrera unos meses antes, una carrera que ya de por sí supuso un importante desembolso en las arcas de mi familia. No es que en Estados Unidos la educación sea más barata, al contrario, pero el sistema de becas es proporcional y prima la igualdad de oportunidades. Antes de que se me acuse de apátrida, con este artículo no intento animar a la gente a que abandone España para labrarse un futuro prometedor, nada más lejos de la realidad. España ha favorecido durante muchos años la política del exilio, dejando salir a cientos de médicos, científicos, cocineros, periodistas, ingenieros, arquitectos, que han tenido la obligación profesional de recibir una valoración justa y digna en otros países de la Unión Europea o fuera de la misma. La generación más preparada de la historia, preparada para el exilio, al menos. No seré el primero que diga que le gustaría que los profesionales de todos esos sectores mencionados anteriormente se quedaran en nuestras fronteras para fomentar la competitividad con el resto de países y construir una potencia nuevamente. Sin embargo, sin un mínimo de garantías, sin un salario digno, sin oportunidades, no es posible. Es una auténtica quimera. Por ello, cuando emprendí mi marcha me dije a mí mismo: mi futuro está fuera de España. Ahora que he vuelto, retiraré esa afirmación y mostraré mi deseo absoluto de desarrollarme como profesional en este país. La cultura, el nivel de vida, la gente de este país, el clima, todos son factores clave para atraer a casi cualquier persona del mundo en el plano laboral, salvo el factor más importante, el laboral en sí mismo. La precariedad, los contratos temporales, los sueldos indignos, las inseguridades, son los factores negativos que contribuyen a que nuestros cerebritos dejen España en busca de nuevas oportunidades.

En definitiva, yo recomiendo encarecidamente que las personas se formen, salgan del país, aprendan idiomas, acumulen experiencias que servirán para construir su propio imaginario, pero hay que fomentar la lucha dentro de nuestras fronteras, y no una lucha contra otra persona por un puesto de trabajo, la lucha contra los Gobiernos y el entramado financiero, que durante tantos años han puesto trabas para el correcto desarrollo educativo de cada uno de los ciudadanos de este país, y cuando hablo de trabas, me refiero a las económicas principalmente, pero también a las sociales y culturales. Hay familias que también impiden el desarrollo profesional de sus hijos por el hecho de haber crecido en ambientes laborales de carácter familiar, y, por consiguiente, esos hijos tendrán que hacerse cargo de esos negocios casi por obligación, sin descartar la posibilidad más que evidente que esos hijos estén dispuestos a desempeñar esa función y se sientan satisfechos con la misma.

Por lo tanto, para todas aquellas personas que en cuyas cabezas reinan mares de dudas, ataques de pánico y un sinfín de sentimientos que sería difícil describir con palabras, les diría que no duden, que se animen a salir del país, probar nuevas cosas, aprender, aprender y aprender, pero cuando se hayan sentido lo suficientemente realizados, les pediría que volvieran a su país, a aportar con su experiencia y desarrollo a una sociedad que se merece estar mucho más arriba en los principales índices económicos y laborales, sin embargo eso no será posible si desde las altas esferas gubernamentales se sigue potenciando la política del exilio.

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