Tribuna

JOSÉ Mª MARTÍNEZ DE HARO

Escritor y periodista

Sobre rajoy

Ha sido muy comentada como "acontecimiento político" la entrevista que Jorge Bustos le hizo a Mariano Rajoy en el diario El Mundo. Me sitúo en la opinión crítica al respecto. Cuatro páginas sin aportar algo que hiciera entender su gran batacazo que le devolvió al registro Mercantil de Madrid. Esto del galleguismo reconozco que me irrita bastante. Considero una total gilipollez la ambigüedad conceptual de tener por virtud o mérito no responder con claridad, no saber si se suben o se bajan las escaleras, etc. La leyenda provinciana atribuida a una supuesta astucia encubre tantas veces ignorancia o falta de decisión para afrontar las muchas cuestiones y dudas que se plantean en la vida. Rajoy es un ejemplo obsceno de todo lo anterior. Pero lo más lacerante del asunto es que este mismo aburrido y vacilante personaje presidió el destino de España durante ocho años. Y eso es otra cosa.

Los resultados de su galleguismo están a la vista desde aquella jornada en el Congreso en 2019. Merced a la "guevonada" de Mariano Rajoy ha cambiado el curso de la política española y Pedro Sánchez gobierna España con una coalición del PSOE con la extrema izquierda y el apoyo de otros partidos claramente rupturistas con el pacto de consenso que dio luz a la transición y a la Constitución de 1.978. Mas aún, los hechos muestran el comienzo de una etapa constituyente que cuestiona la integridad territorial de España, la Monarquía, la Constitución, el Estado de Derecho y abre incógnitas sobre el presente y el futuro de los españoles. Las consecuencias para el centro derecha han sido devastadoras Por todo ello ignoro cual sería el propósito de Mariano Rajoy con este libro que titula "Política para adultos". ¿Qué coño tendrá que decir ahora el Presidente que mutó en un bolso de señora en aquella jornada crucial en el Congreso de los Diputados? A Rajoy le parece adecuado salir ahora, en 2021 sonriente con consejos y explicaciones para adultos cuando su mínima obligación política y representativa fuera presentarse a dar réplica en aquella moción de censura que cambió el rumbo de España de manera radical. Defraudó la voluntad de sus votantes, singularmente los residentes en Cataluña y rebajó su propia estima diluida en el reservado de un restaurante de Madrid entre espirituosos y puros habanos. ¿Qué tal un poquito de vergüenza en esta parte del guion?

Con todo lo anterior, es lo cierto que las políticas de los gobiernos de Rajoy fueron exitosas en lo único que caracteriza a un gestor de provincia; la contabilidad, los libros de entrada y salida, los gastos e ingresos, la austeridad y todo esto que enderezó la maltrecha situación económica de España tras la catastrófica presidencia de Rodríguez Zapatero. Si fueron acertadas las decisiones de los gobiernos de Rajoy sobre la economía y el empleo, fueron asimismo nefastas en todo lo demás. Y todo lo demás era decisivo. Incapaz de superar complejos atávicos de su propio carácter y de la derecha heredera de Manuel Fraga, Rajoy recibió en 2.011 un regalo de los españoles para una gobernación que pudiera enderezar el rumbo político de España.

La mayoría absoluta de diputados y senadores fue una oportunidad perdida para legislar conforme a los valores y principios del centro derecha como reclamaban sus votantes. En esa acertada caricatura de mullido sillón fumando un habano, Rajoy dejó pasar el tiempo en un infinito mutismo e inacción; "esperar y ver sin hacer nada" según le susurraba Pedro Arriola, el "Brujo" de la calle Génova. El fracaso estaba latente a tal punto que millones de sus propios votantes fueron migrando a otra formación por la derecha entre el asombro y el repudio. Eso es VOX no otra cosa, la criatura que emergió como rechazo a unas siglas y a unas políticas vergonzantes. Rajoy recibió de Aznar un centro derecha reunido entorno a las siglas del PP, su herencia ha sido la aparición de dos nuevos partidos que compiten con el PP por el centro y la derecha.

Lo más recordado de la negligencia política de Rajoy fue no derogar la llamada Ley de Memoria Histórica aprobada por Zapatero como inicio de una prolongada campaña para deslegitimar la transición democrática cuyo fundamento fue la reconciliación de los españoles. Pudo haberla derogado según el sentir de buena parte de la sociedad española y elaborar otras leyes que fomentaran civismo, patriotismo democrático, convivencia y tolerancia como antídotos para no repetir los errores del pasado y enterrar de una maldita vez el instinto cainita que ha enturbiado nuestra historia. No lo hizo.

El colofón con olor a Cohíba fue la negligente y acobardada gestión del desafío separatista de Cataluña. La "milagrosa" oficina de Soraya en Barcelona fue otra idea gallinácea que no tuvo el mínimo resultado para los intereses del Estado español. Ocurrió lo que todos los lectores conocen; la elaborada moción de censura contra Rajoy salpimentada con apostillas a una sentencia por un juez de la Audiencia Nacional que más tarde fue desautorizado por la Sala de lo Penal para bochorno de la Justicia española. Esta trama de ausencias y errores defraudó a los más acérrimos simpatizantes del PP castigados también por las políticas fiscales de los gobiernos de Rajoy. Está reconocido el carácter pusilánime del centro derecha español. Aviso a navegantes, quien se sale de las líneas del acojonamiento será señalado con aviso de expediente disciplinario. Así ha ocurrido con una voz libre y sin complejos de elevado nivel intelectual que se siente capaz de medirse con la supuesta superioridad moral de las izquierdas. Me refiero a Cayetana Álvarez de Toledo, quien fuera diputada del PP y hubo de dimitir en 2.015 en desacuerdo con la abulia persistente y aguda de Mariano Rajoy. Queda muy claro donde sitúa el PP el nivel de sus diputados y senadores, dejo a los lectores la interpretación de este acertijo.

Por todo ello lo que ahora pueda escribir Mariano Rajoy habrá de sonar a destiempo y a posible justificación de un fracaso del que ya no hay reparación posible. Si los españoles lamentan las actuales políticas de enfrentamiento y revancha, Rajoy puede preguntarse porque no trató de evitarlo cuando estaba avisado por Sánchez; "Dimita usted y retiramos la moción". Podría haber dimitido, disolver las Cámaras y convocar elecciones generales. No hizo nada y recibió la estocada. ¿Es culpa única de Mariano Rajoy?, por supuesto que no, pero su desidia, la dejación de funciones en manos de un grupito de muñidores y su negación a ejercer en política asumiendo los riesgos inherentes es la triste imagen de un Presidente derrotado por un aventurero de la política que supo ganar con habilidad y osadía.

Estas excursiones por emisoras de radio y televisiones promoviendo su libro no podrán taponar el desgarro que los socarrones de mesa de camilla han hecho en la política española. Lo que necesitaba mostrar Mariano Rajoy en aquella encrucijada de la transición española era simplemente algo de valor y de decisión, cualidades que se suponen en un político adulto.

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