Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

A la sombra del poder

De ambos relatos se deduce que la indiscutible victoria en 1991 en Kuwait y la muy discutible en 2003 en Iraq, radicaron en la experiencia personal y la actitud de ambos presidentes frente a los demás

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A la sombra del poder

Bob Woodward, el periodista que destapó el escándalo Watergate con Carl Berstein, escribió varios libros híbridos entre crónica periodística y narración continua de historia contemporánea, sin que una cosa ni otra les quite un ápice de análisis político a su contenido. Si al redactarlos se ciñe a una literatura de actualidad, en el fondo su atención es la política doméstica, lo que sucede en el interior de la Casa Blanca y, en particular a los Presidentes de los Estados Unidos de América.

Así "Todos los Hombres del Presidente" y "Los Días Finales" se enfocan en Nixon, "The Choice" en las estrategias de Clinton y de Dole para llegar a la presidencia de los Estados Unidos, "The Agenda" en la Presidencia Clinton, donde el gran perdedor es Al Gore, "Shadow" en las cinco administraciones posteriores al escándalo Watergate, "Veil" en la Agencia Central de Inteligencia, "Los Comandantes" en la liberación de Kuwait en 1991 por George H.W. Bush, "Greenspan" en la personalidad del director de la Reserva Federal y "Negar la Evidencia" en los errores de George W. Bush en la Guerra contra el Terrorismo tras el 11 de septiembre. Visto con en esta perspectiva, los relatos inducen a pensar que su autor anduvo primero por la sombra del poder para saltar luego a la luz de la noticia y convertirse en un actor relevante por la influencia de sus análisis en la política estadounidense. De todas sus narraciones, "Los Comandantes" y "Negar la Evidencia" reclamaron más mi atención. Sería porque participé en las operaciones en el Mar Rojo y el Golfo Pérsico como jefe de estado mayor de la agrupación naval española en 1991 y en el Océano Indico como Comandante del buque de aprovisionamiento de combate "Patiño" en 2002, y ambos relatos cuentan el modo en que se tomaron decisiones al otro lado del Océano Atlántico y dan claves para entender lo sucedido al otro lado del mundo. En el primero se narra como, ante la última gran operación militar convencional, el éxito del Presidente George H. W. Bush se basó en el conocimiento del mundo parlamentario por su bagaje como Vicepresidente, de la diplomacia en su condición de antiguo embajador ante las Naciones Unidas, de la comunidad de Inteligencia por ser ex director de la CIA, y el asesoramiento militar directo del general Colin Powell, Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor y anterior Consejero de Seguridad Nacional. Y que,

a la hora de tomar las decisiones, para nada se fió de sus recuerdos juveniles como piloto naval durante la Segunda Guerra Mundial, ni dejó que el asesoramiento y la información se filtrasen a través de ningún Secretario de Estado o Defensa.

Por el contrario, en "Negar la Evidencia", describe cómo se tomaron las decisiones durante la repetición del conflicto con Iraq en 2003 y sus postrimerías. Woodward cuenta los errores del Presidente Bush "hijo" que llevaron a convertir una victoria militar en un desastre político al prolongar sin fin las operaciones y, sobre todo, hacer inviable la reconstrucción de Iraq como nación y la recuperación de las pacíficas relaciones con sus vecinos en la zona con decisiones erráticas en los nombramientos de quienes debían llevarla a cabo y el alejamiento personal de las fuentes de asesoramiento y de información.

De ambos relatos se deduce que la indiscutible victoria en 1991 en Kuwait y la muy discutible en 2003 en Iraq, radicaron en la experiencia personal y la actitud de ambos presidentes frente a los demás. Diría que en un país joven como Estados Unidos de América, paradójicamente, el saber hacer y el respeto a la senectud hicieron posible el consenso en política doméstica, el apoyo de Naciones Unidas, la objetividad en los análisis de Inteligencia, la gestación de una coalición militar y el desarrollo ordenado de las operaciones. Sin embargo, el cambio de siglo parece que propició la instalación de la misma tendencia imperante en el viejo Occidente: despreciar la experiencia de los mayores a los que hay confinar en el mismo jardín que a la infancia, esto es, sin voz ni voto, y hacer uso del enfrentamiento desaforado y desleal en todos los órdenes de la sociedad al negar capacidad intelectual y competencia profesional a quienes se muestran contrarios a tesis políticamente acordes a la ideología propia.

El mundo al revés, será como los codazos, ayer una mala técnica de revanchismo y hoy muestra de amistad.

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