Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

"La teoría de "

Una situación complicada donde cualquier cosa altera la deseable tranquilidad y que evoluciona con el tiempo, como un fenómeno natural que es

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"La teoría de "

Asomarse a la realidad nacional, después un confinamiento voluntario para dejar de recibir el maremoto de información que trajo el estado de alarma, produce el desconcierto e incredulidad del caos. Pero, si fuese sólo eso estaría tranquilo, pero suena a anarquía.

Al cuidado de los nietos, para sus padres recompongan los horarios familiares y los vínculos sociales que el confinamiento les arrebató, se entiende muy bien la teoría del caos. Una situación complicada donde cualquier cosa altera la deseable tranquilidad y que evoluciona con el tiempo, como un fenómeno natural que es. Por paradójico que resulte, vivir esa aparente anomalía es superable. Las matemáticas lo estudian hasta encerrarlo en fórmulas exactas, lo que da cierta tranquilidad al pensar que es, dentro de lo cabe, controlable. En el otro lado de la ciencia, la psicología lo trata como algo casual, una de los muchos factores que afectan al ser humano cada día, sin motivo aparente.

Aunque prefiero el orden y la regla a la casualidad y la fórmula con variables, acepto que las cosas son como son y nunca de otra manera, al modo de lo dicho por aquel torero de que "lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible". Sin embargo, lo que produce inquietud es la anarquía, ese otro fenómeno, ajeno a lo natural, que provoca el ser humano al imponer criterios sociales contrarios al orden natural. Dejo al margen las opciones personales de cómo afrontar la vida, que para eso el Creador dotó a cada cual del libre albedrío, eso que Casto Senra "Cassen" explicaba como párroco en "Amanece, que no es poco".

Las dudas sobre la bondad de la gestión de la emergencia sanitaria se perpetúan. Reconocer la inexistencia del comité de técnicos expertos en salud pública deja al descubierto el vacío intelectual y el desprecio moral hacia la sociedad en la toma de decisiones en quienes impusieron el estado de alarma. ¿Hacía falta mentir tanto? Seguro que se hubiera aceptado igualmente el confinamiento con simplemente reconocer lo peligrosamente desconocido de la situación. Y ante la duda, zafarrancho de combate. Sin embargo, se optó por crear una ficción. Eso rompió la barrera natural. Convirtió el caos en anarquía al forzar una "nueva normalidad" sin razonar ni describir sus características e impedir a la sociedad asumir el protagonismo de su propio futuro.

Por demás, tras un confinamiento impuesto como una necesidad de seguridad nacional, el Gobierno endosa las consecuencias a las Comunidades Autónomas con la "co-gobernanza" cuando, por su naturaleza, la seguridad de la nación es una cuestión indelegable. Y lo hizo con cánones diseñados en una comisión parlamentaria donde, sólo diré, escaseó la presencia de profesionales en cada materia. Ni que decir tiene que en algunos casos, como en la gestión educativa o la economía, se dejó al margen a gestores de centros educativos y empresarios para imponer criterios ideológicos ajenos a la palpable realidad.

Si ya es complicado hoy mejorar la educación y la economía con el desparrame normativo existente, aplicar soluciones sin fundamento técnico lleva de nuevo a superar el desorden natural del caos para trasladarse al mundo de la anarquía, cuando se anuncia que todo se resolverá con unos fondos que la Unión Europea aún tiene en sus cajones hasta que se presente un plan de cómo gastarlos y cuando el propio Presidente del Gobierno proclama que los distribuirá, sin tenerlos todavía, bajo criterios personales. Siempre pensé que esas decisiones se tomaban por acuerdo tras la deliberación de un Consejo de Ministros. Otro salto cualitativo hacia la anarquía, esta vez administrativa.

Y por aquello de la atención que se presta a lo que rodea a la profesión, nunca pensé que, por muy necesaria que fuese la reunión para salvar a la industria aeronáutica en España, se aceptase la publicación de un comunicado conjunto, el pasado 30 de julio, entre el Gobierno de la nación y una empresa multinacional de la que es accionista. Además del desequilibrio protocolario que ya define posiciones de supremacía, se citan once compromisos gubernamentales concretos frente a seis genéricas declaraciones de intenciones empresariales. Otra manera inducir confusión.

¡Y no pasa nada! Todo recuerda a "Kaos", el malo en la ficción televisiva del siglo XX y la cinematográfica del siglo XXI, cuando en realidad es la anarquía que producimos nosotros mismos con la irresponsabilidad de nuestros votos.

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