Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

La viróloga que huyó de China

Lejos de aclararse, las dudas sobre el origen del coronavirus crecen y se multiplican y hasta pueden dar lugar a una novela de intrigas, como si estuviéramos leyendo, de nuevo, El silencio de la ciudad blanca de Eva García Sáenz de Urturi

La viróloga que huyó de China La viróloga que huyó de China

La viróloga que huyó de China

Lejos de aclararse, las dudas sobre el origen del coronavirus crecen y se multiplican y hasta pueden dar lugar a una novela de intrigas, como si estuviéramos leyendo, de nuevo, El silencio de la ciudad blanca de Eva García Sáenz de Urturi o La verdad sobre el caso Harry Quebert de Joël Dicker. Por esta misma razón, el periodismo de investigación y la verdad de Bradlee tienen el compromiso moral y ético de no arrojar la toalla, pues son la vida de las personas y el futuro de la Humanidad las cuestiones que no pueden ser objetivo de ninguna intención perversa o de horrendo dictamen. No se trata de culpar sin argumentos, ya que este espurio proceder no es periodismo, sino la antítesis de este. El asunto que se dilucida es el de hallar las pruebas que nos lleven a todos por el camino, el cual alumbre la blanca luz de la verdad. La aparición en la escena de La chica del tren, novela de Paula Hawkins, de la viróloga china: Li-Meng Yan, complica la trama y hace que nos preguntemos después de escuchar la entrevista, que ha concedido a la cadena Fox News: ¿Por qué la verdad gravita, absorta, en una pesadilla, que, con lentitud, permanece confusa e irracional, sin que el lector sepa interpretar el enigma? Li-Meng Yan suma unas dudas a otras, tan cartesianas, y llega a darnos la razón cuando en la serie de artículos sobre la COVID-19, y a los cuales remitimos, negábamos que el foco del contagio estuviera en el mercado de mariscos y animales de Wuhan. Esta afirmación nuestra no era gratuita; sino, antes bien, el resultado de un trabajo de investigación, en el cual hubo método y fuentes internacionales, entrega y dedicación. Todo conducía a un fallo de seguridad en el laboratorio de la ciudad china, pero ahora la viróloga, que huyó de su país en abril, va más lejos y en otra entrevista en el diario El Mundo sostiene que el origen del virus no es natural.

Después de narrar la odisea de su huida, como si Homero volviera de nuevo con hexámetros distintos, y de abandonar el gigante asiático, deja claro que ha sufrido amenazas y que su vida corre peligro por la verdad que piensa manifestar con las pruebas que no palidecen ante el chantaje. Precisa esta investigadora que la gravedad del patógeno era conocida tanto por el coloso asiático como por la propia Organización Mundial de Salud mucho antes de que se declarara la alarma. A pesar de que tanto el Gobierno chino como la propia OMS desmienten estas afirmaciones, el fuego que devora no es una figura retórica, sino un peligro real que amenaza incluso con los cuarenta grados a la sombra de estos días. ¡Que vengan la señorita Marple o Hércules Poirot, el inspector Erlendur Sveison o Sherlock Holmes a trabajar en esta intriga y en este misterio, que más se parecen a una guerra biológica que a otro hecho! ¿Qué podemos pensar si no de un virus que mata y está destruyendo los cimientos de la economía mundial? La vacuna es un espejo que se proyecta en la noche sin dar respuesta a las preguntas y la pandemia sigue y continúa como el capítulo de una novela de Agatha Cristie: antes, Asesinato en el Orient Express que Diez negritos. ¿Estamos viendo, entonces, una película de suspense y psicológica como las que se basan en las novelas de la escritora nacida en Torquay? ¿Quién nos dirá la verdad en este oscuro sueño que ha desembarcado sin explicarle a nadie por qué? Mientras Li-Meng Yan presenta los documentos que arrojen luz sobre el gran enigma del siglo XXI, no sería mala idea poner la investigación en manos del comisario Guido Brunetti. ¿Quién mejor que él para transformar la luz grisácea de Wuhan en la fotográfica de Venecia? ¿Quién más capacitado para descubrir la trama de cada tráiler y cada pormenor que flotan en el whodunit (¿quién lo hizo?)? Ni China, ni la OMS poseen el misterioso don de ocultar el tiempo. Li-Meng Yan no parece una muñeca rota, sino alguien que ha decidido dar un paso adelante con el fin de encontrar la respuesta a una pregunta que ha enmudecido la esperanza: ¿Quiénes son los autores intelectuales de la COVID-19? El halcón maltés de Dashiell Hammet es otra historia. Y Sam Spade, otro detective. Mientras tanto, Xi Jinping niega la entrada a investigadores externos. El gran reloj de Kenneth Fearing avanza sin retorno. «Esta no es la primera vez, ni será la última, que el mundo se haya ido al carajo». ¡Un yintónic de Nordés Atlantic Galician, junto a la gramola. 1920, en sonido original, mientras escuchamos la voz de Lily Paname, en los muelles del Sena!

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