Tribuna

mIGUEL iBORRA

Escritor

Donde vive el sueño de mis sueños

Rágol, de proporción pequeña, tan ponderado, tan bello, no sobrado, pero de un verdor casi peremne. ¡Y qué hermosura esa que se va entre naranjos y limoneros!

Donde vive el sueño de mis sueños Donde vive el sueño de mis sueños

Donde vive el sueño de mis sueños

Después de unos días con nubes de encaje y presagios de jornadas invernales, vuelven los días cálidos y soleados, el cielo azul de frescura primaveral y me dispongo a escuchar el silencio.

Solo queda escasa luz natural y ya el sol se oculta por el Cerro de las Viñas, crepúsculo nocturno, el ocaso, las estrellas y el reloj, eterno reloj, abierto al cielo grande y el pueblo, calle, plazas y casas con suave dominio del olor a azahar parecen que las llenan de sentimiento y brillante claridad. Total un encanto para los sentidos, una brisa alegre y sosegada en esa gran quietud silenciosa al plácido aroma del azahar, sembrado de mi fe, en vísperas de la Semana Santa voz, asombro, serenidad, evidencia, miradas encontradas, un sentimiento inexplicable con palabras, roscos, música, pensamiento, ternura, gemido y nostalgia que rompe el silencio y que procura un callado sentir frente a un pueblo cargado de esperanza.

Habitualmente la primavera explosiona en Rágol durante la Semana Santa momento álgido cuando el incienso se mezcla con el azahar para conseguir esa fragancia que los que han percibido el deleite de ciertas presencias que colman la embriaguez de los sentidos cuentan y no acaban, así que no pierdas la oportunidad.

Rágol faro encendido iluminando como una expresión de sentimiento amoroso y un encuentro resplandeciente una parte de la Alpujarra almeriense y que seguirá destellando ese triple universo de las personas, la naturaleza y el paisaje urbano.

Al amanecer, despejado, transparente y un cielo azul, azul, como de costumbre; observo las verdes hojas lustradas de naranjos y limoneros que como enredados en el ramaje cobijan esos luceros de perenne olor y pureza, dibujando intermitentemente una viva luz blanca, bordeados de algunas abejas. ¡Cómo disfrutaría mi amigo Jesús Alcocer!

Dulce aire de primavera que pone en el alma un idilio romántico con su nota de color y con espíritu propio, fresco y transparente, con gracia y encanto. Creo que esto es algo de actualidad y es futuro, tengo tanta nostalgia de Rágol, con lo eterno, el paisaje, la luz, el color, el sentimiento, lo bueno y lo bello de antes y de hoy… y un todo de lo de mañana.

Rágol, de proporción pequeña, tan ponderado, tan bello, no sobrado, pero de un verdor casi perenne.

¡Y qué hermosura esa que se va entre naranjos y limoneros y se viene con esa luna naciente y ese estrellado cielo que comienza a derramarse por esas vegas, unas pobladas y otras desnudas, pero entre ellas la frescura de fecundas y coloreadas hierbas y flores después de las lluvias. ¡Armonía, proyección de hábitat y valor alpujarreño!.

Alexander Humboldt, escribía: "La naturaleza debe experimentarse a través del sentimiento".

En mi corazón siempre es primavera y con pasos suaves, sin prisa y con descanso, me dispongo al paseo obligado, allí está el pilarico, fuente viva de verdín en su fondo y buena agua, perenne, sencilla, sin monumento, baja, al alcance de la mano. El agua cae como temblando viendo pasar los amigos de la vida y las sombras del tiempo. Los bancos del paseo, han escuchao de tó y sentido el peso de caminantes cansados de fatiga y agobiados de confusas dudas, otros de galanteos; mirador preferente del río, procesiones y estampidos, sombra escogida de gentío bajo eucaliptos más que centenarios cobijando largas tardes, y noches cortas de "casquínas"; el río en verano vive en su desnudez y cuando corren unos hilillos de agua se escucha esa musiquilla del rumor del agua bajo la luna aburrida.

El repique invisible de las campanadas del reloj no turba para nada a los vecinos, es como una compañía oculta. Rágol y los ragoleños, un gran espejo de ilusión, mucho silencio pero el corazón cargado de belleza natural y bienestar que proyectan horizontes maravillosos.

Rágol debió ser siempre así, nostálgico. En mis sueños he tenido miles de veces esta visión prodigiosa de Rágol ¡Qué gusto!

Me fui pero me quedé. Mis amigos me dicen, que presumo de pueblo y que vivo embriagado en la fragancia y en esa esencia suave del azahar todo el año. Y dicen bien, lo mío es una añoranza infinita, una rejuvenecida fuerza, un maternal anhelo, una necesidad y un deleite, ¡qué grata y dulce enfermedad!, ¡ un mal de mucho corazón. Nada queda atrás este es el amor logrado y en el que he crecido, cierro los ojos y sigo embelesado escuchando su primaveral susurro silencioso donde trasmina el azahar y descubro su íntimo secreto.

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