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Descripción de la aldea de Balerma

  • Población. Las exigencias del siglo y el aflujo de personas a este paraje, hicieron preciso en él la construcción de un edificio espacioso donde poder reunirse y pasar algunas horas

Rodríguez Carreño, Manuel: Topografía Médica y Estadística de la villa de Dalías. Almería, 1859.

(Transcripción: Pedro Ponce Molina)

SE halla situada a legua y media de la villa al S. del mar, del que dista 60 pasos, sobre un lecho de arenas que forma en este sitio una playa despejada y extensa. Es de reciente construcción, y contiene 70 casas de solo un piso y una ermita, todas al abrigo de un fuerte de figura de cubo con 20 pies de alto y puente levadizo que ocupan siempre los carabineros de costas. Hay 14 barcas de pescar las cuales tienen licencia para ello, previa matrícula dependiente del departamento de Cádiz. Sus habitantes viven exclusivamente de dicho oficio y de las utilidades que les reporta la estancia de los bañistas, que cada vez acuden a este paraje en mayor número y van construyendo nuevas habitaciones. La vegetación es estéril y pudiera decirse nula, si una pequeña huerta que tiene inmediata fertilizada por dos norias no ofreciera un pálido reflejo de su existencia en estos sitios. Lo mismo sucede con el reino animal, que solo ostenta algunas especies domésticas, si bien en cambio el mar compensa pródigamente su falta, concediendo a estas playas una variedad y abundancia de pescados verdaderamente asombrosas. Este punto está destinado por los habitantes de Dalías, para tomar baños, cuyo uso es antiquísimo entre ellos, y lo observan como un precepto religioso. Aquí hallan agradable solaz el labrador y el minero; el anciano se rejuvenece y el joven adquiere más aptitud; y sanos y enfermos, ricos y pobres, todos abandonan sus casas llenos de esperanza y de júbilo, y se trasladan a él, apenas los calurosos días estivales se hacen sentir en sus impresionables organismos, improvisando una población numerosa donde solo reina la alegría, la franqueza y la sencillez. Los forasteros pudientes también afluyen a él en busca de sus sabrosos pasatiempos y de sus consoladoras brisas marinas, y todos olvidados de clase y condiciones, forman una sola familia exenta de los fútiles usos de nuestras ceremoniosas sociedades. Por eso la temporada de baños lo es de recreo y verdaderas satisfacciones y tiene tantos aficionados. Bien que aparte de estas ventajosas circunstancias sociales, los mares de Balerma siempre tendrán un aliciente muy seductor para todo el que los visite. Una noche clara y apacible en sus playas benéficas, es un espectáculo grandioso y consolador que destierra los pesares y eleva el alma a contemplaciones sublimes. Yo he pasado algunas en ellas y jamás las olvidaré. Recostado sobre la blanda arena he seguido con la vista el lento curso del astro de la noche que derramaba sus plateados rayos sobre la superficie de las olas; las he sentido a éstas acercarse a mí tranquilas y ordenadas bordando de nácar la extensión de la costa, y el rumor, blando y armonioso que producían en medio del silencio de la tierra no interrumpido sino por la sencilla canción del vigilante barquero. Mis ojos han querido alguna vez descubrir un objeto lejano que cruzaba, rápidamente las aguas, dejando una vaporosa señal de su paso por ellas, y me he cerciorado de que aquel objeto era el invento más atrevido y útil de la inteligencia humana, de esa inteligencia tan admirable y grande en sus producciones, y sin embargo, tan pobre y reducida ante el inmenso saber de aquel que guiaba el astro que yo contemplaba extasiado y ordenaba el movimiento de las olas que me saludaban sin cesar. Así he pasado muchas horas hasta que otra escena menos silenciosa y melancólica, pero más sorprendente y majestuosa, ha venido a impresionar mis sentidos nuevamente, y el rojo tinte de las olas, el vivo carmín del horizonte, el cadencioso trino de las aves y el ruido en fin que percibía detrás de mí, me han advertido la llegada del día y que los moradores de la aldea sacudiendo el sueño salían a la playa, para contemplar el hermoso cuadro que presenta el amanecer en las costas del Mediterráneo. Entonces empezaba el bullicio y la animación, las inmersiones y los bailes, que no serán interrumpidos sino por la venida de otra noche.

Tal es la vida del bañante en las deleitables aguas de Balerma. Surtido este punto de recreo con una profusión admirable de excelentes y ricos pescados y de todos los artículos de primera necesidad y de lujo, disfrutando siempre de la bonanza de sus mares y de una temperatura poco elevada; los concurrentes sacan mucho partido de estas condiciones locales y del género de vida a que están entregados. Los baños por otra parte atemperando la economía en general, excitando el apetito y dando a todas las funciones una actividad uniforme y favorable, llenan indicaciones preciosas en diferentes enfermedades, como son las escrófulas, el raquitismo, los flujos crónicos, las erupciones cutáneas, y siempre que es conveniente tonificar y reaccionar el organismo.

Las exigencias del siglo y el aflujo de personas a este paraje, hacen ya preciso en él la construcción de un edificio espacioso donde poder reunirse y pasar algunas horas con más comodidad.».

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