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Reformas y mejoras que urgen en Dalías adoptar por la higiene y Policía Sanitaria

  • Beneficios para la salud pública. Llama la atención, en una población amante del culto, la falta de un templo que a su capacidad relativa reúna las ventajas de la comodidad

Rodríguez Carreño, Manuel: Topografía Médica y Estadística de la villa de Dalías. Almería, 1859.

(Transcripción: Pedro Ponce Molina)

N«Lo primero que llama la atención es la falta de un templo que a su capacidad relativa reúna las ventajas de la comodidad. Una población de cerca de once mil almas y tan amante al culto como lo es ésta, tiene derecho a tan importante mejora que honraría la memoria de los que la llevasen a cabo, y aparte de los beneficios que reportaría a la salud pública, sería un testimonio de verdadera religiosidad. Afortunadamente el digno Diputado a Cortes de este distrito Sr. D. Ángel Barroeta, sabedor que ha sido del estado lamentable de esta iglesia y de los infructuosos pasos que se han dado hasta el día para la construcción de otra, ha pedido todos los antecedentes y ya se hallan en la mesa del Excmo. Sr. Ministro del ramo el dormido expediente y plano que se formaran hace ocho años, sobre los cuales debe recaer muy pronto una resolución favorable. Damos las gracias a este celoso representante del país por la solicitud con que atiende a los intereses de este pueblo, como asimismo a su ilustrado párroco el Sr. D. Félix Gámez, que también ha tomado una parte muy activa en este asunto.

La habilitación de una casa de amparo donde se refugiase el doliente pobre, el desvalido pasajero y ciertos enfermos cuyo aislamiento es prudente y beneficioso a todos, sería otro acto no menos digno que siempre probaría la ilustración del pueblo y sus filantrópicos sentimientos, como asimismo el aumento de casas particulares y su uniforme y conveniente fabricación mediante a que las existentes hoy no bastan ni con mucho para el número actual de vecinos, quienes por esta razón viven hacinados en habitaciones pequeñas y mal preparadas.

La reforma y ensanche de los establecimientos públicos destinados a la enseñanza para darles las condiciones sanitarias de que hoy carecen, sería un eficaz correctivo de muchas enfermedades infantiles, y la educación de los niños podría tener efecto más metódica y desembarazadamente y, por consiguiente, con mejores resultados.

La cárcel pública también debiera dársele más capacidad y ventilación; porque el criminal a quien lo juzga la ley no ha perdido por eso el derecho de gozar de su salud, y menos debe admitirse que su odiosa mansión temible ya por su objeto deba serlo todavía más, convirtiéndola en inmundo y peligroso foco de enfermedades y vicios.

El alumbrado y aseo de las calles, la prohibición severa de arrojar en ellas animales muertos y sustancias repugnantes o que alteren el aire, la de los arrimos y amontonamientos cerca de las casas, de tierras y otros materiales de construcción y la estancia de los cerdos dentro de la población y su circulación por ella, debieran ser medidas de constante observancia que desterraría muchos padecimientos y el feo aspecto y las molestias que presenta el pueblo examinado por dentro. También el encalado de los edificios exterior e interiormente, la limpia frecuente de los pudrideros que existen en ellos y la construcción de un lavadero público extramuros de la población que alejase el repugnante espectáculo de las ropas de las miradas de los transeúntes, contribuiría al aseo y decencia que se vienen recomendando.

Deben también cubrirse las acequias que cruzan las calles porque además de los encharques y humedades que producen en ellas con daño de los edificios, son peligrosas en el estado en que están hoy para los niños, personas achacosas y ancianas.

Y por último es conveniente hacer una reforma en el mercado al pormenor que tenga por objeto la separación de los artículos comestibles de los que no lo son, cuyo sitio así como todos los demás en que se expendan sustancias alimenticias y bebidas deben ser visitados frecuentemente por personas peritas para cerciorarse de su abundante provisión y sanas cualidades.

En cuanto al establecimiento minero-hidrológico de Guardias-Viejas, ya que no sea fácil por ahora hacer en él todas las mejoras que necesita debieran, a lo menos, realizarse las siguientes:

1º Mediante a que no puede hoy construirse otra balsa para que cada sexo se sirva de la suya, evitando de este modo las desagradables escenas que tiene que producir el aprovechamiento respectivo del baño, debiera darse más extensión a la que existe, suavizar su pavimento y revocar las paredes para evitar a los enfermos la penosa impresión de su feo y amenazante aspecto.

2º Dirigir un minado hasta ella para que su desagüe sea completo y metódico, o bien dotada de una bomba más a propósito que la que está funcionando para extraer en el menor tiempo posible toda el agua que siempre tiene la charca.

3º Dividir la escalera en tres secciones o mesetas para hacerla menos expuesta, y construir en la inferior la estufa o cuarto de vestir, y en la de arriba una pieza de descanso que sirva a la vez de preparatoria para recibir las impresiones de la atmósfera exterior y la de la balsa, que no siempre se hallan equilibradas.

4º Fijar una lucerna de cristales en esta pieza que le conceda y a la charca la suficiente luz sin que los bañantes se expongan tan inmediatamente al salir de ella a la acción del aire, contraria siempre a los saludables efectos de reacción de que parecen dimanar todas las ventajas de este mineral.

5º Ampliar el número de las habitaciones y destinar una para los pobres de solemnidad y empedrar el paseo o calle que atraviesa las viviendas.

6º Establecer al menos durante la temporada de más afluencia y de un modo poco gravoso a los intereses del bañista, un puesto o tienda donde se encuentren todos los artículos de consumo con seguridad y abundancia.

Estas mejoras y la observancia de los preceptos higiénicos y administrativos que previene el reglamento del ramo, darían realce a este manantial que adquiriría mayor crédito entonces, hallando los concurrentes más comodidades en él y mejor éxito en sus dolencias.

Tales son las reformas y beneficios que la policía sanitaria está llamada a hacer en esta pintoresca población, para darla las cualidades de salubridad que necesita y que la librarían de muchos males, haciendo menos intensos los que se padeciesen y cerrando el paso a muchas enfermedades contagiosas y epidémicas que tantos estragos han causado en ella. Se me objetará, bien lo sé, que faltan recursos para llevarlos a cabo. Cierto es que no los hay porque la agricultura, con la gravosa carga de impuestos que lleva sobre sí y la minería con la fatal estrella que la acompaña hace algunos años, bases únicas de la riqueza del país, no pueden desprenderse de las cantidades que dichas mejoras han de absolver.

Pero téngase entendido que los donativos y limosnas más mezquinas, las ayudas personales y las franquicias diestramente alcanzadas, han podido levantar con una voluntad firme y una inteligencia recta edificios suntuosos que todo el capital de un potentado no hubiera podido sufragar. Conozcan los vecinos de esta villa que la salud es el preferente bien a que pueden aspirar en la tierra y que sin ella no es posible prosperar, ser útiles para el trabajo y gozar de las satisfacciones que da una organización robusta. No olviden tampoco que las infracciones de la higiene castigan severamente a los pueblos que desoyen sus saludables avisos y que todas las pestilencias que han diezmado al género humano, no reconocen otro origen, ni lo tienen tampoco esos tediosos males que resaltan en ciertas familias, esos jóvenes decrépitos, esas mujeres marchitas y enfermizas y esos niños raquíticos y escrofulosos cuya existencia será no más que una serie de sufrimientos terribles. Ténganlo así presente; y si mi débil voz puede en ellos algo y despertando de la indiferencia con que hasta el día han mirado todo lo que concierne a su salud, emprenden las reformas que les dejo indicadas, verán que no les engañaba quien por deber, por filantropía y por afecciones sólo ha deseado su bien.»

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