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La terapéutica: medicamentos y formas medicamentosas empleadas

  • Práctica médica. Rodríguez Carreño manifiesta su forma de actuar, el nombre y composición del medicamento, no tiene más importancia, que el por qué se hace, cómo se hace y cuándo se hace

La terapéutica: medicamentos y formas medicamentosas empleadas

La terapéutica: medicamentos y formas medicamentosas empleadas

Al daliense de mediados del siglo XIX, una vez que ha percibido su enfermedad, se le presentan dos vías: una primera es tratar de convertirla en demanda y recurrir al sistema sanitario establecido; el transformar la demanda en utilización de los recursos sanitarios venía delimitada por factores de índole estructural, cuyo primer punto a considerar, el de la disponibilidad de los servicios de Manuel Rodríguez Carreño, en principio no presentaba dificultad, pero podía estar limitada por factores de carácter personal, fundamentalmente circunscritos al área económica. Precisamente, este aspecto lleva a la segunda vía, en la que el paciente puede recurrir a otros cauces situados fuera del sistema sanitario, como podían ser la automedicación o los curanderos.

Sobre lo dicho anteriormente, no podemos perder de vista la existencia de cierta prevención, no generalizada, frente al sistema sanitario establecido, a los médicos y a las medicinas, latente en la sociedad desde épocas anteriores, a veces arraigado en personas con formación. El 18 de septiembre de 1782, José García Valdivia, cura propio de la villa de Huerta de Valdecarabanos, responde a la pregunta 13 del Interrogatorio del cardenal Lorenzana, en los siguientes términos: «Las enfermedades son las regulares de las estaciones, las curan los médicos como les dicen sus libros, y, unos se mueren y otros sanan, y de estos deben su beneficio a su naturaleza, que no a los potajes que les prescriben. Algunos dicen que tiene reúma y, lo más, sin hacer nada le pasa, y, a veces se le esconde el dolor y a temporadas saca la cabeza, y al que se quiere poner en cura lo pasa peor, y remata con la sepultura, y se acabaron todos los males».

Rodríguez Carreño, en algunas historias clínicas, manifiesta su forma de actuar, y en ésta el nombre y composición del medicamento, no tiene más importancia, que el por qué se hace, cómo se hace y cuándo se hace el acto médico. Igualmente, se pone de manifiesto su plena conciencia de la enfermedad como una situación de crisis, en la cual la relación médico-enfermo da sentido a la medicina, encaminada a la recuperación del estado de equilibrio y bienestar psíquico-físico que constituye la salud.

Cuando se lee detenidamente la Topografía Médica y Estadística de la villa de Dalias, escrita hace casi siglo y medio, sorprenden favorablemente muchos de sus planteamientos, entre los cuales destacan: el concepto clínico, la determinación de la enfermedad (descripción del malestar que la precede, síntomas específicos, cuadros complicativos, origen y causas), y lo fundamentado y preciso de su pronóstico. Si, en algunos apartados de la obra, se deja volar la vena literaria, en el de las enfermedades profesionales la palabra es fácil y precisa, el estilo directo y sencillo, basado en el pensamiento lógico, ordenado y observador de su autor, consciente de la importancia que tiene el conocer y el hacer en la medicina de su época.

Rodríguez Carreño es partidario de una medicina preventiva, como vemos en sus consejos a los mineros.

Cuando la enfermedad aparece, la intervención se encamina a terminar con la infección, teniendo en cuenta el momento y la ocasión de la actuación frente a la misma, pues hace variar el efecto y la fuerza del medicamento, ya que no sólo considera el producto recetado, sino el momento de su aplicación.

La parte propiamente médica, de la Topografía Médica y Estadística de la villa de Dalías, viene a ser una espléndida historia clínica. La pretensión educativa lleva al autor a singularizar, fijando los contornos específicos de ciertas enfermedades, y detallando la evolución de las mismas, entre los casos reseñados destacan los referentes al cólico de plomo o emplomamiento.

El arte de la patogenia, del origen y desarrollo de las enfermedades, que posee Rodríguez Carreño, se muestra plenamente en sus historias clínicas, en las cuales hace un verdadero derroche de erudición, viéndose como estudia todos los casos y examina con agudeza el valor de los signos y los síntomas de la enfermedad. A nuestro médico, que aplica plenamente el saber y ver, la palabra y la proximidad, en las relaciones médico-enfermo, se le puede asignar la respuesta dada por Gregorio Marañón, muchos años después, cuando le preguntaron cual era la innovación tecnológica más importante en la medicina de los últimos años: «la silla, que nos permite sentarnos al lado del paciente, escucharlo y explorarlo».

En las historias clínicas la forma descriptiva se sujeta a lo escueto y concluyente: nombre del paciente, estado civil, profesión, edad, constitución y temperamento; antecedentes conocidos; exposición del cuadro clínico en el momento de hacerse cargo del enfermo; diagnóstico, tratamiento curativo, y resultado.

Rodríguez Carreño, práctico y clínico a la vez, asocia a la teoría innovadora o al concepto que modifica, el hecho vivido y real, como se evidencia en el caso de José Nadal.

En el análisis de la enfermedad en su ámbito médico y socioeconómico el autor, un buen comunicador, une dos aspectos aparentemente contradictorios, por una parte, lo descriptivo y singular es patente, y, por otra, la huida de la mera narración.

Algunas historias clínicas proporcionan interesantes datos para conocer los diagnósticos y tratamientos en el cólico de plomo. Esta enfermedad preocupaba de manera especial a nuestro médico: «... de todos ellos (los tratamientos) he tomado lo mejor que me ha parecido, y adicionado lo que la experiencia me ha demostrado ser de utilidad real…», la escueta frase define su talla científica, humana y reflexiva, así como también su honestidad profesional.

Tradicionalmente la medicina procuraba atajar la enfermedad, con el menor desembolso posible por parte de los sectores sociales más desfavorecidos.

Para responder a las preguntas 13 y 14 del Interrogatorio del cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo, Antonio Mellado, cura de la villa de Huecas, recurre al cirujano Antonio de Heredia, el cual, con fecha 12 de junio de 1782, se ocupa de la vegetación natural y de las propiedades curativas de cada planta, finalizando con estas palabras: «de modo que no le faltan al prudente médico o cirujano hierbas y raíces para curar a los pobres a poca costa».

Manuel Rodríguez Carreño no es ajeno a estas cuestiones. En el tratamiento cuando aconseja un remedio, señala la forma de administración la cantidad, e incluso modificaciones en la composición del producto recetado, según la situación económica del paciente, pues, como otros médicos de su época, no puede sustraerse de la dura realidad social y económica del grupo humano de cuya salud debe cuidar.

La confianza y comunicación con la persona sana y con la enferma como sucede en el caso de Salvador de Cara, es significativo, genera el prestigio social, ¿incluso poder taumatúrgico?, para nuestro médico.

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