Salud y Bienestar

Valores, superación y bienestar desde el ejercicio físico

  • Ver la tele o jugar a la videoconsola se están convirtiendo en las actividades lúdicas preferidas durante la infancia · La promoción del deporte entre los menores evita la consolidación de los hábitos sedentarios que son perjudiciales

Según el último estudio internacional Health Behaviour in School-aged Children (HBSC), menos de dos tercios de los jóvenes realizan el tiempo e intensidad de actividad física que se recomiendan en los protocolos de salud. Realizar actividades deportivas durante la infancia y la adolescencia aporta bienestar físico y mental, pero además previene enfermedades cardiovasculares, metabólicas, u obesidad, convirtiéndose en una inversión preventiva. De ahí, que profesionales sanitarios, educadores, y padres intenten inculcar este hábito.

Según Manuel Delgado Fernández, profesor titular de la facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad de Granada e investigador desde el año 2004 en el grupo Actividad Física, Deporte y Ergonomía para la Calidad de Vida ,"cualquier actividad física es beneficiosa para el menor siempre que los criterios de frecuencia, duración, tipo e intensidad estén adaptadas a él. No existe una actividad más o menos adecuada para una edad si no que los aspectos biológicos, psicológicos y sociales de la persona determinarán cuál es la más idónea". En consecuencia, un infante puede sentirse más cómodo realizando un deporte sólo y, para otro será más grato practicar en equipo. El objetivo es que el ejercicio físico sea una experiencia placentera. En este sentido, el doctor Sergio Tejero, especialista en medicina del deporte y residente del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario Virgen del Rocío, Sevilla, enfatiza que "es importante la actitud por parte de padres y educadores en ofertar un amplio abanico de deportes desde muy pequeños y que sea el propio niño a medida que crece el que elija de forma natural. Así, se ganarían mayor número de patrones psicomotrices pero, más importante si cabe, es que esta actitud fomentaría la continuidad del hábito deportivo en la adolescencia y vida adulta". Y es que los menores hacen cada vez menos deporte en los colegios, y sus actividades de ocio preferidas no les requieren demasiado movimiento (videojuegos, películas, televisión, ordenador...). Según el especialista Sergio Tejero, "en general hay pruebas convincentes de que las intervenciones escolares en la promoción del ejercicio tienen un efecto positivo sobre el aumento de la duración de la actividad física y el consumo máximo de oxígeno (aptitud para llevar y aprovechar el oxígeno a los músculos efectores del movimiento), y en la reducción del tiempo empleado en ver televisión y la disminución del colesterol en sangre". Las guías actuales indican que los niños deben realizar 60 minutos o más de juego activo al menos cinco días por semana. Los adolescentes deben realizar tres o más sesiones por semana de actividades de al menos 20 minutos cada una, que requieran niveles de esfuerzo de intensidad moderados a vigorosa (caminar rápido, correr, baloncesto, deportes de raqueta, fútbol, bailar, natación, patinar o el ciclismo). En conjunto, con la práctica física el crecimiento del menor se efectúa con más calidad. "Los deportes con componentes de saltos y fuerza muscular mejoran la salud ósea y optimizan la calidad y el pico de masa óseo para la edad adulta", manifiesta el traumatólogo.

María Luisa tiene tres hijos, Laura de 11 años, Miguelón de 8, y Luis de 4. Todos realizan natación desde los 3 años. Además, Miguelón juega al futbol y practica padel. "A nuestros hijos les gusta mucho sus actividades deportivas, y disfrutan de ellas con sus compañeros. Tanto a su padre como a mí nos encanta el deporte y consideramos que es muy saludable, por ello intentamos educar a nuestros niños en el valor de este hábito". A natación también asiste Laura que tiene 6 años. Según su madre, Mónica, "con estas clases extraescolares Laura ha perdido el miedo a nadar sola, y bucea durante más tiempo. El deporte la relaja muchísimo, además es un entorno social enriquecedor".

En esta dirección, el proceso deportivo aporta beneficios psicológicos que pasan por aumentar la autoestima, desarrollar habilidades sociales, e interiorizar el concepto de la superación. Según María Magüesin, monitora de natación de niños de 3 a 6 años "en un principio, la actividad física dirigida a los más pequeños tiene el objetivo de crear rutina, no existe un afán de competición y se les enseña que cada uno hace hasta donde puede. A medida que van cumpliendo edad sí que se observa que entra en juego la superación, y ya son ellos mismos los que desean demostrarse que pueden hacer más". Alberto tiene 17 años y lleva una década practicando tenis. "De lo que disfruto más después de tantos años haciendo este deporte es que puedo ir perfeccionando la técnica y mi rendimiento", dice. Él además desde hace poco forma parte de un equipo de hockey. En vistas de terminar su bachillerato, Alberto desea estudiar Educación Física o Arqueología.

Si durante la edad pediátrica, al saludable hábito de la actividad física se le suma una buena alimentación basada en el equilibro de una dieta mediterránea, no sólo el menor crece mejor si no que, según el doctor Ramón Cañete, Jefe de la Sección de Endocrinología Pediátrica, del Hospital Reina Sofía de Córdoba, "pueden prevenirse un amplio abanico de enfermedades para la edad adulta como la arterioesclerosis, la diabetes tipo II o las trombosis cerebrales ". Las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que 1,9 millones de muertes en todo el mundo son atribuibles a la inactividad física. Se estima que ésta causa entre un 10% y un 16% de los casos de cáncer de mama, colon y recto, y un 22% de los casos de cardiopatía isquémica. El peso de estas enfermedades y de otras como la osteoporosis ha aumentado rápidamente en las últimas décadas. En consecuencia, invertir ahora en la promoción de hábitos saludables durante la infancia es una forma de aumentar la probabilidad de que en los próximos años, los niños ya convertidos en adultos formen una sociedad donde el compromiso con la calidad de vida y la salud se de por descontado.

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