Psicología

Los cuatro estilos educativos que determinan la felicidad en la infancia

Los cuatro estilos educativos que determinan la felicidad en la infancia

Los cuatro estilos educativos que determinan la felicidad en la infancia

El hogar es el lugar donde se forma el primer hábito, las primeras habilidades y los comportamientos que nos acompañarán a lo largo de nuestra vida. Los adultos del entorno que rodean la infancia juegan un papel muy importante en la socialización de los niños, pero esta influencia no es decisiva ya que la educación no es un proceso unidireccional, está influenciado por varios factores diferentes.  El enfoque educativo es cómo los adultos interactúan con los niños en la vida cotidiana, la toma de decisiones y la resolución de conflictos. Esto hace que se establezcan expectativas y modelos para su comportamiento normativo y para los límites que servirán como puntos de referencia en el futuro. Pero, ¿Qué debemos permitir y qué debemos prohibir a los niños? Estos son los extremos principales en los que se mueve la educación de los niños, sobre todo en los primeros años. 

 En este sentido, y sabiendo que cada padre es diferente a la hora de establecer 'normas', la combinación entre el afecto, la comunicación y el control es lo que definirá los 'estilos educativos'. Las variantes difieren en el entorno en el que se encuentra inmerso el niño y los estímulos que recibe de manera constante. De esto dependerá la crianza de unos niños libres, alegres y felices, o de lo contrario, personas retraídas, con miedo y sin capacidades desarrolladas para ser autónomos e independientes. 

Los cuatro estilos educativos principales

Dentro de los perfiles educativos, existen cuatro modelos principales. Eso sí, recuerde siempre que estos métodos educativos son tendencias globales de comportamientos que suelen hidridarse y cambian con el tiempo y a medida que el niño crece. También están influenciados por el género del niño y la posición en el número de hermanos y hermanas...  No debemos olvidar que la relación entre padres e hijos es bidireccional y el comportamiento de los hijos también influye sobre el de los padres. 

Los principales son:

  • Autoritativo:

Tratan de guiar las acciones del niño, pero usan el razonamiento y la negociación. Este camino lo hacen desde la aceptación de los derechos y deberes propios, así como de los derechos y deberes de los niños. Esto es lo que se conoce como ''reciprocidad jerárquica'', es decir, cada miembro de la familia tiene derechos y responsabilidad frente a los demás. 

Eso sí, los padres se manifiestan bajo una sólida autoridad, pero también tienen la capacidad de escuchar y mostrar calidez. No temen poner límites y normas pero tampoco tienen inconvenientes en mantener el diálogo con su hijo, ni siquiera la discusión: utilizan el razonamiento, teniendo en cuenta las opiniones y sentimientos de los menores. Esto hace que se establezcan mejores patrones de comunicación en los conflictos.  Asimismo, dedican tiempo y energía a prevenir comportamientos inapropiados y saben cómo utilizar estrategias positivas como el elogio, la recompensa, la valorización.

En el futuro, estamos hablando de niños interactivos que son talentosos, independientes y cariñosos en las relaciones con sus compañeros. En los estudios, los niños criados en este estilo educativo tenían un menor riesgo de depresión, ansiedad, abuso de sustancias y comportamiento violento o arriesgado. También tienden a expresar sus opiniones fácilmente y siguen constantemente las opiniones de los demás.

  • Autoritario

Este perfil educativo es mucho más estricto y cargado de normas y autoridad.  Utilizan medidas de castigo o de fuerza, y están de acuerdo en mantener a los niños en un papel subordinado y en restringir su autonomía. Para influir y controlar el comportamiento del niño, no suelen usar el diálogo ni escuchar, simplemente se limitan a poner normas estrictas. 

Los niños no son escuchados ni atendidos, tanto en sus necesidades y sentimientos, casi nunca hay flexibilidad. Los sentimientos y la calidez paternal  se pierden en una posición de autoridad absoluta, que solo puede ser respetada. Asimismo, suelen usar el rechazo o la hostilidad como castigo y recalcar los errores del niño desde una posición poco constructiva. Esto genera malestar, sentimiento de culpabilidad, frustración y baja autoestima en los menores. 

En el futuro, tienden a ser menos acomodados que otros y están sujetos a problemas de depresión, ansiedad y el uso de sustancias. Con mayor facilidad manifestarán pocas habilidades sociales y comportamientos llenos de ira y agresividad. Pueden ser niños tiranos y con pocas habilidades empáticas hacia otros, pese a que muestren respeto por figuras adultas o de autoridad.

  • Permisivo 

Estos suelen ser los conocidos como padres 'colegas'. Su estilo de crianza está definido por la poca presencia de reglas y límites y, en principio, se muestran reacios a que se respeten incluso fuera del hogar. Son padres con un perfil amistoso, aunque algo sumiso. No suelen ir en contra de la voluntad de sus hijos y suelen sentirse incómodos diciendo que no. 

No requieren mucha madurez y responsabilidad para las tareas. El problema es que los padres no siempre son capaces de poner límites en la permisividad, lo que puede tener consecuencias sociales negativas.  Eso sí, atienden sus necesidades, pero se muestran liberales en lo que refiere a la educación y los tiempos de los menores.  Suelen intervenir cuando hay problemas realmente serios, aunque los castigos no son su fuerte y suelen evitarlos. Si se imponen, recurren al diálogo o la negociación para retirarlos cuanto antes. Los hijos siempre acaban dominando las situaciones. 

Esto tiene un peligro y es que los niños generan una dificultad para seguir las reglas, prácticas y procedimientos. Les será difícil regularse, pueden fácilmente tender al egocentrismo y la arrogancia. Además, pese a mostrarse niños felices y enérgicos, suelen ser dependientes,  con altos niveles de conducta antisocial y bajos niveles de madurez y realización personal.

  • Negligente 
Este estilo suele estar marcado por la incapacidad de cuidar y la ausencia de atención. Los padres no están interesados en establecer reglas o estándares con altas demandas  (a menos que se refieran a su propio bienestar y comodidad). Le da completa libertad a este para tomar sus propias decisiones y no suelen recurrir al castigo o las normas como una herramienta educativa. De hecho, son bastante laxas o inexistentes. 
Suelen estar emocionalmente ausentes y no están pendientes de las tareas o las decisiones de sus hijos. Están desconectados de las vidas de sus hijos y suelen priorizar sus propias preocupaciones frente al bienestar del menor. Los niños suelen estar solos o ser invisibles en el día a día.  Esto provoca que no sean capaces de regular sus emociones, no saben comportarse bajo normas y pierden habilidades sociales y de comportamiento básico. Realizan actividades fuera de su rango de edad y suelen ser impulsivos e infelices.
Por otro lado, al tener pocas referencias de comportamiento y valor, pueden meterse más fácilmente en problemas de adicción y delincuencia y tienen un mayor riesgo de suicidio. Los traumas y carencias afectivas pueden formar parte continua de su vida. 

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