Salud mental

Los traumas infantiles que triplican el riesgo de enfermedad mental en el futuro

Los traumas infantiles que triplican el riesgo de enfermedad mental en el futuro

Los traumas infantiles que triplican el riesgo de enfermedad mental en el futuro

Pocas cosas marcan tanto como un trauma infantil. El origen de las alteraciones en la conducta se encuentra en las experiencias traumáticas que se viven durante esta etapa, en la que tanto lo bueno como lo malo marca profundamente. Según los estudios, alrededor de un 60% de niños y adolescentes han  experimentado u observado una situación potencialmente traumática en algún momento de su vida. La respuesta a estas experiencias influye de manera decisiva en quiénes somos, cómo nos sentimos y cómo nos comportamos en el futuro. En consecuencia, cuando experimentamos un trauma en la infancia, puede tener un gran impacto en la vida adulta.  Así lo ha confirmado un estudio liderado por investigadores del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), que ha analizado los datos de más de 93.000 pacientes.

En concreto, la investigación señala que padecer un trauma infantil  incrementa hasta tres veces el riesgo de desarrollar un trastorno mental grave al alcanzar la edad adulta. La investigación revela que haber sufrido una de estas situaciones provoca un daño a nivel cerebral, una secuela física, pero también psicológica, en forma de diversos trastornos. Así, estos traumas generan cambios estructurales y funcionales en el cerebro que abren la puerta a trastornos mentales en el futuro. 

Entre ellos, la psicosis, que está vinculada a todos los traumas, el trastorno obsesivo-compulsivo o el trastorno bipolar. En cuanto al trastorno límite de personalidad, el riesgo se incrementa hasta 15 veces en caso de haber sufrido un trauma durante la infancia, según los investigadores.

Se trata de la primera investigación que analiza la relación entre los traumas psicológicos y diversas patologías mentales a nivel transdiagnóstico y evidencia la necesidad de estudiar la biografía de los pacientes que sufren una patología. Pero, ¿Cuáles son los traumas más comunes que provocan el desarrollo de estos trastornos en la vida adulta? Los expertos enumeran los que contamos en este artículo.

Traumas infantiles más comunes

  • Abuso emocional

En el caso del abuso emocional --el trauma más frecuente-- se asocia al trastorno más prevalente entre la población, el de ansiedad.  El rechazo, el aislamiento, la vergüenza, la agresión y otras formas de abuso emocional infantil afectan el cerebro de los niños de la misma manera que la agresión física y el abandono, lo que lleva a otras reacciones como depresión, violencia e incluso trastornos o patologías, derivadas de la propia adaptación.

En este sentido, la activación de las áreas del cerebro mostradas en la violencia emocional son las mismas que en la violencia física, resultado de la predisposición de omitir ciertas respuestas (conductas inhibitorias) o convertirse en conductas agresivas. Asimismo,  el abuso verbal, puede dañar la autoestima o el bienestar emocional de un niño.

  • Abuso físico y sexual

La exposición al abuso sexual infantil incluye consecuencias psicopatológicas a largo plazo, cambios emocionales y relacionales, sentimientos de culpa y vergüenza, y dificultad para interpretar las señales personales y mantener relaciones saludables.
Asimismo, el abuso físico deja huellas  más allá de las visibles, ya que les genera una fuente de estrés permanente y provoca que ciertas regiones cerebrales que regulan las emociones sufran cambios significativos, como disminución de la densidad neuronal y la segregación elevada de hormonas como el cortisol y la adrenalina.  Por otro lado, los estudios han encontrado que los adultos con un historial de experiencias infantiles adversas tuvieron una mayor prevalencia de intentos de suicidio que los adultos que no han tenido estas experiencias. 
  • Peleas o violencia familiar

Los conflictos verbales o físicos entre los padres son parte de la violencia doméstica, y es importante señalar que a los niños que no tienen un padre de referencia sano se les dificulta comprender sus propios sentimientos. Por ejemplo, les resultará difícil lidiar con la frustración o la ira, y se expresarán a través de la agresión. Como resultado, usarán la violencia contra los demás y contra ellos mismos.

También pueden sentirse indefensos e impotentes cuando se enfrentan a una experiencia traumática. Esto conducirá a la ansiedad y al comportamiento temeroso e introvertido.

  • Falta de afecto

La desconfianza y el miedo son las principales consecuencias de la falta de amor y compromiso de un niño. También la ira, la frustración, la confusión, la indecisión, el dolor, la tristeza, la ansiedad, etc. Estos niños a menudo tienen déficits en la cognición, el apego, las habilidades emocionales y las habilidades sociales. Debido a la falta de sensibilidad emocional y de amor por parte de los cuidadores, estos niños pueden tener dificultades para formar conexiones más adelante en la vida, generar hostilidad hacia otros y desarrollar trastornos del comportamiento. 

  • Humillaciones

Las humillaciones en la infancia provocan el desarrollo de conductas dependientes, inseguras y de baja autoestima en el futuro. Los signos de esas heridas psicológicas se evidencian de infinitos modos: ansiedad, depresión, fracaso en las relaciones afectivas, pensamientos obsesivos, mayor vulnerabilidad hacia determinados trastornos, problemas del sueño, actitud defensiva o agresiva, inseguridad, miedo, desconfianza…

Las defensas psicológicas asociadas con el trauma de la humillación incluyen la activación de la vergüenza, la disociación, la congelación, la ira, la sumisión y el colapso. Además, las personas traumatizadas por el impacto de la humillación tienden a desarrollar comportamientos masoquistas y trastorno antisocial de la personalidad.

  • Acoso escolar

Entre el 89% y el 94% de las víctimas tiene problemas psicológicos concretos causados por el bullying y el ciberbullying. Los daños psicológicos suelen aparecer en las víctimas de manera lenta y paulatina, y no de forma inmediata. Además de la baja autoestima, el sentimiento de culpabilidad, la irritabilidad o la indefensión, a nivel psicológico algunas de las secuelas del acoso escolar mantenido son el estrés postraumático, los trastornos de ansiedad o la depresión. Además, sufrirá alteraciones conductuales como, por ejemplo, reacciones de pánico, ataques de rabia, miedo a ir al colegio… 

  • Muertes violentas

Presenciar una muerte violenta o enterarse de manera repentina del fallecimiento de un familiar cercano también puede ser un episodio muy traumático para un niño. Así, pueden generar estrés, ansiedad, problemas de sueño y eventos de estrés postraumático. 

En definitiva, los niños que han sufrido violencia directa o indirecta corren el riesgo de sufrir problemas físicos, cognitivos, conductuales, emocionales y/o sociales no solo en la infancia, sino también en la edad adulta.

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