Cabalgata de los Reyes Magos en San Fernando

Emoción, sorpresas y caramelos

  • Los Reyes Magos han llegado de nuevo en helicóptero al estadio de Bahía Sur y La Isla les ha dispensado un cálido y multitudinario recibimiento

El Rey Gaspar tirando caramelos desde su carroza.

El Rey Gaspar tirando caramelos desde su carroza. / Román Ríos (San Fernando)

Han llegado los Reyes... Y han dejado a su paso un reguero de expectación y palpitantes emociones, de amplias sonrisas y caras de enormes sorpresa, de contagiosa alegría y alborozo infantil. Y, por supuesto, también de caramelos, de muchos caramelos.

Así lo manda la tradición desde tiempos históricos, aunque ahora se lancen también desde las carrozas golosinas sin gluten y sin azúcar. En un día así –en esta tarde en la que hay que salir de casa con las bolsas de la compra vacías para llenarlas hasta arriba si se puede– todo gesto suma. Como el tramo que la cabalgata ha hecho sin música para facilitar la asistencia de niños con trastornos del espectro autista, una medida puesta en práctica por primera vez este año y consensuada con Autismo Cádiz.

Como cada 5 de enero, Melchor, Gaspar y Baltasar, guiados por la Estrella de Oriente y ayudados en su cometido por el Heraldo Real y los numerosos pajes que conforman su séquito, han puesto La Isla patas arriba en el evento más multitudinario de todo el año, el que mayor capacidad tiene para sacar a la gente de casa, hacerla esperar pacientemente en la acera y congregarla en torno a la calle Real –que es por donde discurre casi todo el recorrido– durante sus poco más de cuatro horas de duración: la cabalgata de Reyes.

El centro ha ofrecido un aspecto impresionante, especialmente mediada la tarde, cuando la comitiva de Sus Majestades de Oriente, que ha salido a las cuatro y media de la tarde de la avenida Constitución para encaminarse a la calle Real y recorrerla al completo, ha tomado cuerpo.

Aunque la cálida bienvenida que La Isla ha dispensado a los tres monarcas en el estadio de Bahía Sur tampoco se ha quedado atrás en lo que público se refiere. La cita, asentada ya desde hace varios años, suscita siempre una gran expectación y se encarga de abrir esta jornada. No defrauda. Las gradas apenas tardaron unos minutos en llenarse de público cuando a mediodía estas instalaciones abrieron sus puertas.

Será que –como dijo Melchor tras aterrizar junto a sus compañeros de viaje en un helicóptero de la Policía– la tarde del 5 de enero tiene también la virtud de sacar al niño que todos llevamos dentro, aunque uno tenga ya 80 años. Eso forma parte de la magia de los Reyes, que nada tiene que ver con la de Hogwarts y Harry Potter aunque el popular personaje a bordo de su escoba en pos de una snitch haya sido el tema de una de las carrozas más vistosas de las catorce –uno de los cortejosos más largos que se ha visto– que han desfilado por San Fernando para revalidar la tradición y arropar a los de Oriente, que por cierto no se han cansado de saludar a los isleños y de corresponder con gestos de cariño a este caluroso y multitudinario recibimiento. Quizá por eso, como decía Gaspar en el estadio antes de dar comienzo la cabalgata, les encanta cada año regresar a San Fernando.

Para animar a los isleños los Reyes, claro está, han tenido ayuda. Empezando por la banda de cornetas y tambores de Sus Majestades de Oriente (la de Jesús Despojado) que lo mismo se ha arrancado con villancicos que tocaba –muy apropiadamente– Mi gran noche de Raphael. Y siguiendo por los pasacalles que, entre carroza y carroza, se han ido intercalando para crear ambiente: el de Aladdín, del grupo de danza Dance to Feel, cuya presencia en las cabalgatas es ya un clásico; o el de los scouts de Eryteeia, que han vuelto a sumarse al 5 de enero. El de los zancudos de blanco, por cierto, ha gustado menos.

La cabalgata y sus cinco protagonistas –Miguel Cano Garófano (Melchor), Fernando Carrillo Guerrero (Gaspar), Antonio Gordillo (Baltasar), Yolanda Coto (Estrella) y José María García Merino (Heraldo)– han atravesado así La Isla, repartiendo caramelos y sacando a flote lo mejor de los cañaíllas: su ilusión.

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